He estado saliendo con él toda mi vida: supongo que la broma es para mí
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Estaba acurrucado contra mí en la cama, su cabello enredado entre mis dedos. Me estaba quedando dormida cuando lo escuché decir en voz baja “Gracias”.
“¿Por qué?” pregunté, apenas despierta.
“Por volver a mi vida”.
Contuve el aliento, consciente de repente de que mi corazón latía rápidamente. “No hay de qué”.
No hay de qué. Inmediatamente sentí lo estúpida que fue esa respuesta. Escribo diálogos para ganarme la vida, sin embargo, en uno de los momentos más íntimos de mi propia vida, todo lo que se me ocurrió responder fue un casual “No hay de qué”. Como si acabara de pasarle el salero al hombre.
“Bueno, hagamos de está... la última vez”, dijo.
La cirugía no es un juego, pero está incorporando tecnologías propias de los videojuegos, como la realidad aumentada que permite al cirujano visualizar imágenes virtuales de los órganos e información del paciente en tiempo real
Sus palabras tenían una verdad e hicieron que mi ansiedad tomara el volante.
Estaba tratando de ser lindo, pero se equivocó. Lo que realmente quiso decir fue: “Por favor, no te vayas de nuevo”.
Juntos habíamos tejido una historia intermitente de 10 años tan desagradable, que las bromas que hacíamos sobre ser algo así como una pareja sacada directamente de una comedia de situación empezaron a sentirse como una realidad retorcida.
La primera lección que aprendí sobre escribir comedia situacional es esta: el humor se encuentra en los momentos más divertidos para todos, excepto para los personajes a los que les está sucediendo. Cuanto más fuerte es para ellos la ironía, el conflicto o la vergüenza, es más divertido.
Bueno, la broma era para mí, y mi corazón no pudo soportar el golpe.
No podría decir cuántas horas he pasado viendo comedias de situación, estudiándolas más de lo que lo hice para el examen SAT.
Por mucho que lo intentara, el plástico seguía entrando en mi vida
Anhelaba el día en que finalmente sería mi turno de llevar una vida divertida como una escritora filipina de 20 y tantos años descubriendo mi lugar en este mundo loco.
Debería haberlo sabido mejor en lugar de pensar que sería fácil. Los trabajos que tomé para entrar en la industria se sentían como un chiste, no contaba con dinero y tenía una relación con un hombre del que había tenido dudas durante años. No podía culpar a nadie, excepto a mí misma.
Porque el programa “Friends” definitivamente me advirtió que la vida iba a ser así.
Crecimos en un suburbio de San Diego donde nos conocimos en octavo grado. Aunque no estaba interesada en él cuando me invitó a salir, pensé “¿Por qué no?”
Porque los niños de 13 años son imprudentes con las cosas delicadas.
Rompí con él un mes después pero no se rindió tan fácilmente. El verano anterior al primer año de preparatoria lo intentamos nuevamente.
Otra vez me arrepentí, y nunca llegamos al baile de bienvenida ese año. O cualquier año.
En la era del coronavirus, los apretones de manos, los besos en la mejilla e incluso los golpes de puño y de codo están fuera de lugar. ¿Qué formas de saludo sin contacto debemos usar?
Sin embargo, eso no nos impidió bailar el tango del romance. Salimos con otras personas durante la escuela preparatoria, pero cuanto más fuerte se hacía nuestra amistad, más innegable era nuestra química.
El verano anterior a la universidad fue agridulce ya que iríamos a escuelas en extremos opuestos del estado. Una noche, después de un par de cervezas y episodios de “Scrubs”, cometimos el error de acostarnos juntos a pesar de que estaba en otra relación. Poco después, decidí que ya habíamos desperdiciado suficiente drama el uno con el otro y que era mejor terminar las cosas para siempre.
Resulta que estábamos en un descanso.
Cuando lo llamé después de cuatro años, me sentía perdida con mi vida en Encino y sólo quería volver a conectarme con un viejo amigo. Me sorprendió saber que estaba de vuelta en el sur de California y soltero.
En la época del coronavirus, la más seria de las tradiciones comerciales, el apretón de manos, está tomando nuevas formas.
Me había dejado crecer el cabello y a él le había crecido la perilla.
Aparte de eso, era como si nada hubiera cambiado entre nosotros.
Comenzó a visitarme todos los fines de semana y de repente habíamos vuelto a sintonizar nuestra loca historia de amor llena de amigos disconformes, discusiones melodramáticas e historias descabelladas.
Hubo un viernes donde rompimos un espejo mientras pasábamos nuestros respectivos días juntos. La mala suerte: ese mismo fin de semana nuestros dos autos fueron remolcados.
La primera vez que le dije “Te amo” fue en una cama plegable en la casa de un amigo. De repente entré en pánico y fingí tener miedo de una araña sólo para detener la conversación.
Si tiene tos y fiebre leve, ¿una llamada al médico sería una señal de pánico? O en la era del coronavirus, ¿sería prudente?
Con todas las anécdotas que tenemos, mataríamos de risa en una cena. Nos encanta hacer reír a la gente. Pero después de un tiempo, dejé de reír.
Así que con sus palabras flotando en el aire esa noche, las dudas comenzaron a filtrarse y me sentí como si estuviera en la escuela preparatoria de nuevo. ¿Lo lograríamos esta vez? ¿Estaba el universo fortaleciendo nuestra relación con los obstáculos o rogándonos que finalmente nos detuviéramos?
Vi su sonrisa y pensé en cuando se giró hacia mí mientras conducíamos por la 101 y dijo: “Nunca quiero vivir una vida que no sea lo suficientemente interesante como para verla en la televisión”.
Me di cuenta de que, de una manera extraña, estábamos viviendo nuestras mejores vidas, ¿Locas? algunas veces de forma molesta.
El amor me encontró cuando tenía 13 años. Me quedaban 10 temporadas de crecimiento por delante antes de poder aceptar.
¿Y qué pasa si me convertí en el chiste de mi propia historia? Los mejores comediantes aprenden a reírse de sí mismos.
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