L.A. Affairs: Intenté tomarlo con calma, así que esperé un mes antes de proponerle matrimonio
![A giant heart with cutouts reveals the faces of a couple running.](https://ca-times.brightspotcdn.com/dims4/default/4ce4821/2147483647/strip/true/crop/2400x1890+0+0/resize/1200x945!/quality/75/?url=https%3A%2F%2Fcalifornia-times-brightspot.s3.amazonaws.com%2F01%2F6e%2F26e30f494320a178409cabe968f9%2Fla-hm-la-affairs-edward-trabin.jpg)
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Me había graduado de UCLA y trabajaba para una empresa de teneduría. Aprobé el examen de contador público certificado, pero todavía necesitaba siete u ocho meses adicionales de capacitación laboral para cumplir con la experiencia requerida para convertirme en un profesional matriculado. También solicité una plaza en una facultad de Derecho en la Costa Este y me aceptaron. La vida parecía estar encaminada vocacionalmente para una carrera en leyes tributarias.
Mi vida personal era otra cosa. Me había comprometido con una mujer en la universidad, pero descubrimos que no coincidíamos en las cosas que más importaban. Por un lado, quería convertirse en una esposa que se quedara en casa inmediatamente después de casarnos (yo no podía permitirme eso). Y nos separamos.
Así que comencé a salir con algunas mujeres diferentes cuya compañía disfrutaba, pero tampoco vi que ninguna de esas relaciones llegara a mucho. Veía a una mujer el viernes por la noche y a otra el sábado por la noche y luego podría cambiar los días el próximo fin de semana. En aquel entonces, un chico generalmente salía solo los fines de semana.
A principios de diciembre de ese año, estaba en una fiesta de Navidad de la oficina y me encontré con un excolega, y cuando nos pusimos al día, me preguntó si estaba saliendo con alguien. Le hablé un poco sobre las mujeres a las que frecuentaba, pero le dije que seguía buscando a alguien especial. Además, me iría a la facultad de Derecho el otoño siguiente.
No mucho después de eso, me encontré con uno de mis hermanos de la fraternidad en un juego de baloncesto de UCLA y comenzamos a hablar sobre -¿qué más?- mujeres, y le dije lo mismo. Que estaba saliendo, pero no en una relación seria. No me importaría conocer a alguien nuevo, agregué. Me dijo que tenía una prima lejana, su primer nombre era Toby, que se había mudado recientemente a Los Ángeles después de graduarse de la universidad en el norte del estado de Nueva York. Eso es todo lo que pudo decirme, porque en realidad nunca la había conocido en particular. Solo adivinaba que, dado que ella era nueva en la ciudad, podría estar interesada en salir. Me llamó unos días después para pasarme su número de teléfono y dijo que le haría saber que la llamaría.
Así es como funcionaba en aquellos días. Un amigo te organizaba una cita a ciegas. O te conocías en un evento, o en un baile. Hoy en día, los jóvenes tienen aplicaciones en sus teléfonos inteligentes o pueden ir a bares. Pero aun con ello, parece que ahora es mucho más difícil, a pesar de toda esa tecnología, conocer a alguien especial.
Entonces, volvamos a mi historia. Mi hermano de la fraternidad le contaría a Toby de mí. Pero no lo hizo. Me enteré cuando marqué su número y ella no tenía idea de quién era yo, o el por qué la llamaba. Así que tuve que dar muchas explicaciones. Sin embargo, la conversación a distancia salió bien; le pedí una cita para ese viernes, 30 de diciembre.
Mientras me dirigía a su departamento en Miracle Mile, estaba un poco nervioso. No tenía idea de cómo era ella. No sabía qué esperar de la noche. Me sorprendió gratamente cuando una joven muy guapa, con un llamativo vestido de punto verde y un peinado a lo paje, abrió la puerta. “Guau”, pensé.
Fuimos al cine y comimos algo, y cuando regresamos a su casa, ella me invitó a pasar. Simplemente hablamos muchísimo para conocernos. Era tan fácil conversar con ella. No estaba listo para irme, pero cuando miré mi reloj y vi que eran las 2 a.m., pensé que ya era hora, aunque no sin hacer planes para volver a verla, y lo antes posible. Ya los tenía para la noche siguiente, en la Nochevieja (en realidad, era una cita). Así que la invité a una fiesta que mi hermano y mi cuñada darían en su casa el día de Año Nuevo, para ver el partido del Rose Bowl. De esa manera, solo unas horas después de conocerla, estaba listo para presentarle a mi familia.
En la puerta de su casa esa noche, mientras estábamos cara a cara, no pude decidir si debía besarla. En aquellos días, uno rara vez se besaba en la primera cita. Pero luego la vi mover la cabeza hacia arriba e incliné mi cabeza hacia abajo.
Más tarde, les conté a mi hermano y a mi cuñada todo sobre la hermosa joven que acababa de conocer y cómo nunca me había sentido tan cómodo en una primera cita. ¿El consejo de mi cuñada? “‘Tómatelo con calma’”, recomendó. No apresurar las cosas.
La cita del día de Año Nuevo fue genial, y casi una semana después tuvimos otra, en un juego de baloncesto de UCLA. ¿Y con quién debíamos encontrarnos allí? Con mi viejo hermano de fraternidad. Así que terminé presentándole a su propia prima y contándole que Toby era un apodo; su verdadero nombre era Tovia.
En este punto, solo salía con una mujer: Toby. Era tan fácil con ella… Parecíamos estar de acuerdo en todo. Política, religión, dónde queríamos ir a comer. Creo que es importante gustar de muchas de las mismas cosas. Si uno no está de acuerdo en temas fundamentales, tendrá problemas más adelante en la relación.
Una noche, unas cuatro semanas después de que nos conocimos, de repente dije: “Creo que deberíamos casarnos”. ¿Su respuesta? “‘Bueno, tendrás que preguntarle a mi madre’” (quien estaba en la ciudad de visita, y felizmente le dio su bendición).
Un par de encuentros después de eso, nos encontramos con ese viejo colega de trabajo, el chico que había visto en la fiesta de Navidad de la oficina y a quien le dije que aún no había conocido a alguien especial. La expresión de sorpresa en su rostro fue increíble cuando le presenté a “mi prometida”.
En febrero hará 70 años que estamos casados, y hasta el día de hoy puedo recordar el momento en que abrió la puerta de su departamento, el viernes 30 de diciembre de 1951, y pensé: “Guau”.
El autor, que acaba de cumplir 93 años, es un abogado especialista en testamentos, fideicomisos y sucesiones, que ejerce en Torrance. Tovia y él tienen tres hijos, dos nietos y un bisnieto.
L.A. Affairs narra la búsqueda del amor romántico en todas sus gloriosas expresiones en el área de L.A., y queremos escuchar su historia real. Pagamos 300 dólares por ensayo publicado. Envíe un correo electrónico a [email protected]. Puede encontrar las pautas de envío aquí, y las columnas anteriores aquí.
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