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Cómo la pandemia potenció los trastornos alimenticios

Peyton Crest with her dog at home in Minnetonka, Minn.
Peyton Crest junto a su perro, en su casa en Minnetonka, Minnesota, en agosto de 2020. La joven de 18 años dice que desarrolló anorexia antes de la pandemia y que recayó dos veces desde que comenzó.
(Peyton Crest)

Muchas camas de hospital están llenas. Las listas de espera para tratamientos ambulatorios son enormes. Y los adolescentes y adultos que buscan ayuda para sus trastornos alimentarios descubren a menudo que se necesitan meses para obtener una cita.

La pandemia creó condiciones inestables para esos trastornos, lo cual provocó una oleada de nuevos casos y recaídas, incluso a medida que se moderan las restricciones y los casos de COVID-19 disminuyen en muchos lugares, según los médicos y otros especialistas.

“Estamos notando incrementos absolutamente masivos”, reflexionó Jennifer Wildes, profesora asociada de psiquiatría y directora de un programa de trastornos de la alimentación para pacientes ambulatorios en la Universidad de Medicina de Chicago.

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Algunos pacientes esperan de cuatro a cinco meses para recibir tratamiento como psicoterapia y, a veces, medicación. Las demoras por lo general eran de solo unas pocas semanas antes de la pandemia, agregó Wildes. Su programa atiende ahora a unos 100 pacientes, casi el doble desde antes de la pandemia, precisó.

El Emily Program, para tratamiento de trastornos alimenticios afiliado a la Universidad de Minnesota, experimenta lo mismo.

Las llamadas diarias de personas que buscan atención se duplicaron, de aproximadamente 60 en 2019 a 130 desde que comenzó la pandemia, afirmó la nutricionista Jillian Lampert, directora de estrategia del programa. “Sabemos que la ansiedad y el aislamiento suelen ser componentes muy importantes de los trastornos alimenticios”, comentó.

Algunos pacientes afirman tener la vida “fuera de control” debido a la pandemia y recurren a los atracones como mecanismo de supervivencia, señaló Lampert. Otros llevaron el mensaje de “no ganar las 15 libras de la pandemia” al extremo, y restringieron sus dietas hasta el punto de la anorexia.

El programa ofrece tratamiento para pacientes hospitalizados y programas ambulatorios en varios estados, que cambiaron a la modalidad teleterapia cuando comenzó la crisis del COVID. Esa modalidad continúa, aunque se ha reanudado algún tratamiento en persona.

“Hay un aumento en todos los ámbitos”, en pacientes de todas las razas y edades, incluso niños pequeños, remarcó. Eso incluye a las personas LGBTQ, que tienden a mostrar tasas más altas de trastornos alimenticios que otros grupos. Las mujeres y las niñas se ven afectadas con más frecuencia que los hombres.

Peyton Crest, una joven de 18 años de Minnetonka, Minnesota, afirma que desarrolló anorexia antes de la pandemia, pero que recayó dos veces desde que ésta comenzó.

Ya estaba ansiosa y bajo presión cuando la escuela inició sus clases virtuales y comenzó el distanciamiento social, el año pasado. “Era mi tercer año, estaba a punto de postularme para la universidad”, relató. Súbitamente privada de amigos y compañeros de clase, su sistema de apoyo, pasaba todo el día sola en su habitación, preocupada por la comida y su comportamiento anoréxico.

Con la insistencia de sus padres, recibió tratamiento local en junio, pero volvió a recaer en septiembre y pasó casi dos meses en un centro de tratamiento residencial en Arizona.

Su escuela volvió recientemente a dar clases presenciales y fue aceptada en Rhodes College, en Memphis. Crest reconoce que se siente mucho mejor. “Mi salud mental mejoró enormemente”, reflexionó.

Según Wildes, el ritmo de consultas en su programa no se ha desacelerado. “La gente no volvió realmente a sus rutinas”, dijo, y pronosticó que el alza de pacientes no disminuirá hasta el otoño.

La Alliance for Eating Disorders Awareness, que comenzó a ofrecer grupos de apoyo dirigidos por terapeutas virtuales para adultos durante la pandemia, también notó un aumento. Desde enero, más de 7.000 personas de todos los estados y 32 países han asistido a sus grupos de apoyo, comentó la directora ejecutiva, Johanna Kandel. “No se parece a nada que hayamos visto antes”, remarcó.

Las hospitalizaciones también aumentaron entre las adolescentes con complicaciones graves de trastornos alimenticios, principalmente anorexia.

Los trastornos alimenticios afectan al menos al 9% de las personas en todo el mundo. Afectarán a casi 30 millones de estadounidenses a lo largo de su vida y causarán alrededor de 10 mil muertes en EE.UU cada año, según datos citados por la Asociación Nacional de la Anorexia Nerviosa y Trastornos Asociados.

La anorexia, uno de los trastornos alimenticios más comunes, generalmente implica hábitos alimentarios restrictivos y delgadez extrema. Puede causar presión arterial anormalmente baja y daño a los órganos.

La bulimia, otro trastorno alimenticio, incluye comer grandes cantidades de alimentos para después tener episodios de vómitos autoinducidos. Los signos pueden incluir el uso frecuente de laxantes y escapadas inmediatas al baño después de las comidas.

Las personas de todas las razas y etnias pueden verse afectadas por esto, aunque hay evidencia de que los médicos reciben con menor frecuencia consultas de individuos de color sobre los trastornos alimenticios, según la asociación.

Un análisis de los datos de registros médicos electrónicos de unos 80 hospitales de EE.UU encontró un aumento del 30% a partir de marzo de 2020, en comparación con la información de los dos años anteriores. Hubo 1.718 admisiones de chicas de 12 a 18 años hasta febrero, pero no hubo un alza entre los chicos.

El análisis se publicó en abril en la revista Epic Health Research Network. “La pandemia de COVID le presentó a la sociedad, y en particular a los adolescentes, desafíos psicológicos muy, muy importantes”, reflexionó el Dr. Dave Little, médico de familia e investigador de Epic, que lideró el análisis. “Este ha sido un gran evento, que interrumpió la vida de muchas personas de diferentes maneras. Pueden pasar meses o años antes de que veamos todos los verdaderos impactos”.

Los datos deberían poner en alerta a los padres y proveedores de atención médica, agregó. “Hable con sus hijos, hable con sus pacientes. Asegúrese de que los comportamientos alimentarios sigan siendo saludables y en cuanto note algún indicio de que puede haber problemas […], cuanto antes actúe, mejor”, exhortó Little.

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