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Esto es lo que los científicos aún quieren saber sobre el coronavirus

Un hombre en Detroit usa una máscara protectora mientras espera un autobús. A los científicos les gustaría saber qué estrategias de salud pública son más efectivas para prevenir la propagación del coronavirus.
(Paul Sancya / Associated Press)

Mientras algunos estados se preparan para levantar sus órdenes de permanecer en el hogar y relajar sus medidas de distanciamiento social, podría parecer que los funcionarios de salud tienen el brote de coronavirus bajo control.

Sin embargo, los investigadores remarcan que todavía hay mucho que no saben sobre el virus, y las respuestas a sus preguntas podrían ayudar a determinar cuándo será seguro que la vida vuelva a la normalidad.

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Los misterios que los científicos están más ansiosos por resolver han cambiado un poco desde que este coronavirus comenzó a enfermar a las personas en Wuhan, China, a fines de 2019. En lugar de aprender más sobre sus orígenes y predecir cuán ampliamente podría extenderse, la prioridad ahora para muchos investigadores es encontrar formas de tratar a quienes están enfermos y proteger a quienes no lo están.

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The Times habló con varios científicos para averiguar qué problemas están en sus mentes mientras trabajan para comprender el coronavirus y la enfermedad que causa el COVID-19.

¿Qué tratamientos funcionan realmente?

Los médicos han probado una variedad de medicamentos, incluidos algunos desarrollados para tratar la malaria, las enfermedades autoinmunes y el Ébola. A pesar de las grandes esperanzas con algunos de ellos, hasta ahora no se comprobó la utilidad certera de ninguno.

Los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) publicaron su primer conjunto de pautas para el tratamiento del COVID-19 el martes, advirtiendo a los proveedores de atención médica que tengan cuidado con sus pacientes.

La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) aún no ha aprobado ninguna sustancia para tratar la nueva enfermedad, y se siguen probando tratamientos potenciales, como el medicamento remdesivir, contra el Ébola, todavía en ensayos clínicos.

Por ahora, la agencia no ha dado consejos sobre el medicamento contra la malaria, la cloroquina o varios otros de alto interés, muchos de los cuales están siendo sometidos a pruebas.

Sin embargo, la agencia recomienda que los médicos eviten el uso de hidroxicloroquina en combinación con el antibiótico azitromicina, en parte debido a su potencial para causar ritmos cardíacos erráticos. También desaprueba la combinación de los medicamentos contra el VIH lopinavir y ritonavir, que se venden bajo la marca Kaletra.

Los NIH igualmente desaconsejaron el uso de otras clases de medicamentos, incluidos los interferones, los inhibidores de las janus quinasas, los inhibidores ECA y los bloqueadores de los receptores de angiotensina (aunque los pacientes con COVID-19 pueden tener estos dos últimos si ya los estaban tomando para otras afecciones, como enfermedades cardiovasculares).

Los corticosteroides sistémicos deben evitarse para la mayoría de los pacientes hospitalizados que no están gravemente enfermos, de acuerdo con las nuevas directrices, que se actualizarán a medida que haya más información disponible.

“Se necesitan datos de ensayos clínicos definitivos para identificar tratamientos óptimos para esta enfermedad”, escribió un panel de expertos convocado por los NIH.

Una de las formas más rápidas de acelerar los tratamientos para los pacientes es probar medicamentos que ya hayan pasado por pruebas de seguridad en el contexto de otra enfermedad. Entre otros, los investigadores están probando sustancias anticoagulantes porque pueden mitigar la coagulación sanguínea experimentada por algunos pacientes críticos con COVID-19.

Los fármacos no son las únicas opciones de tratamiento sobre la mesa, remarcó la Dra. Kathryn Stephenson, quien dirige la unidad de ensayos clínicos en el Centro de Virología e Investigación de Vacunas del Beth Israel Deaconess Medical Center.

Hay una técnica particularmente sencilla que se está probando, llamada pronación, en la que los médicos ponen a los pacientes boca abajo. Esto parece ayudar a drenar los pulmones y mejorar los niveles de oxígeno de los afectados (el panel de NIH recomienda esta práctica para ciertas personas con COVID-19 en respiradores, que tienen hipoxemia refractaria).

Según los investigadores, clasificar la gran cantidad de información que se produce sobre estos tratamientos y determinar qué resultados son confiables será un gran desafío. “La gente está intentando muchas cosas diferentes”, destacó Stephenson. “Todos estamos luchando en este momento con cuáles de estos tratamientos realmente funcionan, si es que alguno lo hace”.

¿Qué anticuerpos confieren inmunidad y cuántos se necesitan?

Se necesitan pruebas que puedan identificar de manera confiable a las personas que han sido infectadas con el coronavirus para determinar cuántas pueden haber desarrollado inmunidad, lo cual a su vez ayudará a guiar las decisiones sobre cuándo y cómo se puede reabrir la economía y reanudar la vida diaria normal.

Las pruebas de serología buscan anticuerpos, biomoléculas especializadas producidas por el cuerpo en respuesta a la infección por un patógeno particular, en muestras de suero sanguíneo.

El problema es que no todos los anticuerpos son neutralizantes que se adhieren a la superficie de una partícula viral y evitan que ataque las células del cuerpo, comentó el Dr. George Rutherford, epidemiólogo de la Universidad de California en San Francisco. Además de eso, los científicos no están completamente seguros de qué anticuerpos están conectados a una respuesta inmune protectora para este virus en particular.

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Esa es una métrica clave para crear vacunas, advirtió. “Las vacunas necesitan producir anticuerpos neutralizantes, y estos deben proteger contra la reinfección”, expuso Rutherford. “Así que creo que eso va directamente al primer puesto en mi lista de preguntas científicas”.

Stephenson estuvo de acuerdo.

“Muchos de estos análisis de sangre se proponen como una forma de detectar quién es inmune y está listo para volver a trabajar”, comentó. “Pero todavía no sabemos cómo interpretar esos niveles”.

Tampoco está claro, agregó, qué concentración de anticuerpos se necesita para conferir inmunidad. Es posible que un nivel bajo no proteja tanto como uno alto. De cualquier manera, los científicos necesitan saber cuánto requerirá una vacuna para activar la producción del cuerpo para que sea efectiva.

Determinar qué nivel de anticuerpos defiende contra el virus también es importante para quienes investigan un tratamiento conocido como plasma convaleciente. La hipótesis es que los anticuerpos en los fluidos sanguíneos de los sobrevivientes de COVID-19 pueden transfundirse a los pacientes para ayudarlos a combatir una infección activa (los resultados preliminares del estudio son prometedores).

Pero si diferentes sobrevivientes tienen distintos niveles de anticuerpos en la sangre, el plasma de un antiguo enfermo puede no ser tan efectivo como el plasma de otro, destacó Stephenson.

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¿Quién es inmune, y por cuánto tiempo?

No sólo necesitamos saber qué anticuerpos confieren inmunidad, remarcó Yonatan Grad, epidemiólogo de enfermedades infecciosas de la Universidad de Harvard. Los científicos también necesitan averiguar qué sobrevivientes de COVID-19 tienen altos niveles de inmunidad y cuánto dura esa protección.

Por ejemplo, ¿las personas con síntomas leves o asintomáticos desarrollan una respuesta inmune tan fuerte y duradera como aquellos que padecieron infecciones más graves? Si no es así, ¿cuál es el rango de respuesta inmune? ¿La edad influye en la protección inmune de un sobreviviente? ¿Qué otros factores pueden estar en juego?

Responder estas preguntas ayudará a iluminar el alcance de la protección que tienen las diferentes comunidades, y cómo podría ser una posible reapertura de la economía, destacaron los investigadores.

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¿Qué estrategias de mitigación funcionan realmente?

Los funcionarios de salud pública y los formuladores de políticas han instituido todo tipo de políticas para frenar la propagación del COVID-19 y ayudar a “aplanar la curva”. Cerraron escuelas, negocios no esenciales, ordenaron a los residentes permanecer en casa y les aconsejaron usar máscaras y atenerse al distanciamiento social si debían salir.

Los gobernadores de todo el país están desarrollando planes para levantar algunas de estas restricciones. El problema es que aún no sabemos cuáles de ellas funcionan realmente y si se pueden flexibilizar de manera segura, comentó Grad.

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“¿Qué esfuerzos de distanciamiento social han sido efectivos para aplanar la curva?”, se preguntó. “¿Requiere el más estricto de estos esfuerzos de mitigación -que todos traten de quedarse en casa tanto como sea posible- o que los niños vayan a la escuela?”.

Se debe tener en cuenta que cada comunidad experimenta el brote de una manera diferente, añadió Grad. Hay muchas razones para esto, incluidos distintos horarios de inicio y diferentes patrones de contacto entre los miembros de esas comunidades. “Esta pandemia está hecha de muchas epidemias muy locales”, ejemplificó.

Yvonne Maldonado, epidemióloga de enfermedades infecciosas en la Universidad de Stanford, coincide. “Si quitamos el ‘quedarse en casa’, ¿qué dejamos en su lugar?”, cuestionó.

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