OPINIÓN: México y Estados Unidos tienen gobiernos antiinmigrantes
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Se ha dicho hasta el cansancio que Estados Unidos es un país de inmigrantes. Desde el punto de vista histórico, social, económico y demográfico, la afirmación es indiscutible y demostrable, sin embargo, es también innegable que estamos en medio de una de las épocas en donde el discurso gubernamental antiinmigrante, y sus prácticas-, está a la orden del día.
Durante décadas, México fue un país de emigrantes, la abrumadora mayoría hacia Estados Unidos. Sólo por eso y de hecho, así ocurrió durante un buen tiempo, el discurso debería ser pro-migrante. Los sucesivos gobiernos en México, sin hacer mucho, se expresaban a favor de los migrantes mexicanos en EE.UU y no se metían a fondo en el tema de la migración centroamericana que transitaba por México.
Hoy, en la práctica, de manera explícita, el gobierno mexicano se ha convertido en una especie de policía migratoria de Estados Unidos, deteniendo y conteniendo la migración hacia EE.UU con recursos que vienen de los contribuyentes mexicanos.
En ambos países se tendría todo para ser pro-migrantes, sin embargo, estamos frente a los gobiernos más antiinmigrantes de la historia reciente. ¿Por qué?
En el caso estadounidense, el abuelo, la mamá y dos de las tres esposas de Donald Trump son inmigrantes y sus dos asesores más cercanos y duros en el tema migratorio tienen familiares cercanos que hace dos o tres generaciones llegaron a Estados Unidos como inmigrantes. ¿resulta esto paradójico? no tanto.
La inmigración que rodea y de la que se derivan estos funcionarios es “blanca” y de manera reiterada el presidente americano se ha manifestado a favor de ese tipo de inmigrantes y en contra de otro tipo de inmigración. En algún momento se refirió a ésta última como la que proviene de “shithole countries” (países de mierda) y durante su campaña electoral en 2016 dijo que los migrantes mexicanos eran violadores y delincuentes.
Con la complicidad del gobierno mexicano, ha modificado las prácticas de asilo humanitario y detenido la migración centroamericana. Constantemente prepara órdenes ejecutivas para acotar las políticas migratorias que favorecen la reunificación familiar a la que se refiere como migración en cadena y que es mayoritariamente utilizada por los inmigrantes de Latinoamérica, África y Asia.
El tema le ha resultado altamente rentable en términos electorales, quizá el que más y ahora el único. Lo que dice y hace al respecto es celebrado y apoyado por su base electoral. Nada indica que vaya a cambiar. Todo lo contrario.
El caso del gobierno mexicano es más simple y reciente. Esencialmente se deriva de una mala mezcla de errores al inicio de la administración, de inexperiencia en el tema de las relaciones internacionales y de un temor exagerado a Donald Trump.
Al inicio de su administración, AMLO abrió las puertas y el tránsito a los migrantes centroamericanos. Equivocadamente, la Secretaría de Gobernación pensó que eso era manejable con el gobierno de Trump, el golpe fue seco y convirtió a la titular en objeto decorativo, mandó a la basura al responsable del tema y convirtió en súper secretario al canciller mexicano.
Los que pagaron y siguen pagando la factura son los migrantes centroamericanos y sus familias. En su momento, el presidente mexicano dijo que su estrategia era invertir en Centroamérica y el sureste mexicano para que se generara desarrollo y los migrantes permanecieran en sus países de origen.
Muchos dijimos que eso era una ilusión, que nunca pasaría y que el gobierno mexicano era o demasiado ingenuo o mentía. Hace apenas unos días AMLO comentó que Estados Unidos no había cumplido con su compromiso de aportar recursos para el desarrollo en Centroamérica.
Quizá lo más preocupante, es que esta tendencia va a incrementarse en el corto plazo. Se aproxima un proceso electoral en condiciones sumamente adversas para Donald Trump, y al trasfondo discriminatorio hacia los migrantes centroamericanos y mexicanos, sin duda sumará a su discurso la necesidad de frenar esa migración para preservar y recuperar los empleos para los estadounidenses después de la Pandemia del COVID-19, y argumentará también que frenar esa migración evitará que entre el virus a Estados Unidos.
En esa lógica, presionará al gobierno de AMLO y en sus eventos electorales presumirá que México es su subordinado y que para todos los efectos la migración se detiene sin que cueste al contribuyente estadounidense, sino al mexicano. Tal y como lo prometió en 2016.
El panorama inmediato no es bueno. El gobierno mexicano debería tener una posición más congruente con la historia y con los enormes beneficios que recibe de los mexicanos en Estados Unidos y esperemos que no caiga en la trampa de hacer una visita oficial a EE.UU en estos momentos.
*Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute
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