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Pocos materiales escolares y fiestas lujosas en grupo de escuelas charter

Cuanto más trabajaba para Celerity Dyad Charter School, en el sur de Los Ángeles, Tien Le más se preguntaba a dónde se destinaban los fondos públicos que recibía la escuela.

Le impartía clases en un aula portátil localizada sobre un lote de asfalto -algo que no es insólito en esta ciudad apretada y con pocas áreas verdes- pero sus estudiantes tampoco tenían una biblioteca, cafetería o gimnasio. La escuela no proporcionaba la mayoría de los materiales, contó Le, por lo cual, cuando sus alumnos de sexto grado necesitaban libros, o un lápiz y papel extra, utilizaba su propio dinero para comprarlos.

Tras varios meses en su primer año de trabajo en Dyad, Le y sus colegas fueron invitados por la organización que administraba la escuela a una fiesta de Navidad en una casa grande, localizada sobre una calle sinuosa en Hollywood.

Le se estacionó en un terreno alquilado para la ocasión y, junto con otros profesores y personal, tomó un servicio de transporte a la casa. En el interior había dos bares libres, mesas de casino para jugar póker y blackjack, y una sala de karaoke. Al final de la noche, una limusina transportó a los huéspedes de regreso a sus autos.

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“Recuerdo haber estado realmente confundida aquella noche”, expresó Le. “Cuando solicitaba suministros básicos para las clases, no me los daban, y sin embargo ¿tienes dinero para esta fiesta costosa? Sé que estas celebraciones son normales en las grandes corporaciones y los lugares con fines de lucro, pero para una escuela pública no era normal”.

Le, de 29 años de edad, ahora estudia un doctorado en USC. En 2012, tras dos años de trabajo allí, dejó su empleo en Celerity, donde no era la única con inquietudes sobre las finanzas del grupo. La semana pasada, agentes federales del FBI y el Departamento de Seguridad Nacional irrumpieron en la sede de Celerity Educational Group y confiscaron documentos y equipos de computación.

El enfoque de la investigación todavía no está claro. Las órdenes de cateo son confidenciales, pero el inspector general para el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD) ha analizado las acusaciones de fraude y mala administración financiera por parte de la organización, una investigación que los funcionarios del LAUSD dicen está en curso.

Como parte de su revisión, el distrito ha escudriñado a la fundadora de las escuelas, Vielka McFarlane, cuyo salario en un momento superó el de la superintendente del LAUSD. También ha planteado dudas sobre Celerity Global Development, una entidad más nueva y dirigida por McFarlane, que tiene suficiente poder financiero y operativo sobre Celerity Educational Group.

El consejo general del LAUSD ha dicho que la investigación federal no está centrada en el desempeño de las escuelas de Celerity, sino en la organización del grupo que las administra, así como en las empresas que tienen relaciones con éste.

Celerity administra siete escuelas en el sur de California. Un grupo asociado, Celerity Schools Louisiana, opera otras cuatro charter en ese estado. Hace poco tiempo se había aprobado que la red se amplíe haciaNevada pero, después de la redada de la semana, pasada los funcionarios de ese estado revocaron el acuerdo.

La incursión sacudió a la organización. Sin embargo, en una reunión llevada a cabo la semana pasada para las familias de los estudiantes en Celerity Dyad, los padres hicieron pocas preguntas y parecían asimilar las noticias con un ademán de indiferencia colectivo.

Blanca Magaña, quien tiene tres hijos inscritos en las escuelas de la organización, expresó que no estaba preocupada en absoluto por la investigación. El director de Dyad, que trabaja para los grados K-8, les había asegurado a los padres que esto “no afectaría a los estudiantes”, manifestó.

Las escuelas charter, que reciben fondos públicos pero son administradas de forma privada, están libres de muchas de las normas que dictan la vida cotidiana en las escuelas públicas tradicionales. Debido a esto, sus partidarios a menudo dicen pueden invertir mayor cantidad de dinero en los salones de clases y tener un mayor control sobre la forma en que éste se gasta.

Pero The Times habló con nueve exprofesores y administradores de la red de charter, quienes señalaron que desde hace mucho tiempo habían albergado preocupaciones por el uso del dinero de los contribuyentes por parte de Celerity, y sentían que los estudiantes estaban siendo engañados. “Había falta de suministros, había muebles dañados, había lámparas rotas”, afirmó Christopher Mayes, quien la primavera pasada fue contratado como especialista de currículum en Celerity Lanier Charter School en Baton Rouge, Luisiana. Mayes abandonó el puesto después de sólo tres días, perturbado por las condiciones de la institución y lo que calificó como una ‘desorganización generalizada’. El docente ha demandado a Celerity Schools Louisiana por salarios impagos y halló un nuevo trabajo como director de una charter en Memphis, Tennessee.

Mayes, de 35 años de edad, resaltó que cuando escuchó las noticias de la incursión, no se sintió “ni siquiera un poco sorprendido. Sólo estaba sorprendido de que hubiera tomado tanto tiempo”.

Otros exprofesores en Los Ángeles remarcaron que las solicitudes de materiales escolares básicos eran ignoradas, y que se sentían librados al azar o con la opción de gastar cientos o miles de dólares de su propio dinero para comprar estos artículos. También dijeron que, por razones prácticas, los administradores de Celerity no contrataban a maestros suplentes. Si un profesor debía tomar un día de licencia por enfermedad, sus alumnos eran divididos y enviados a otros salones de clases, lo cual mantenía los costos de la escuela bajos, a expensas de los estudiantes.

Maurice Suh, un abogado de Celerity, defendió a la red. “Celerity ha proporcionado con regularidad recursos necesarios, suministros y otro tipo de apoyo para sus estudiantes”, dijo, y describió al grupo como “una institución educativa de primera clase”.

Sara Fisher (34), una exespecialista de currículum quien comenzó a trabajar para Celerity en 2013, manifestó que el grupo no le pagó por su trabajo durante al menos cinco meses. Fisher, que vivía en Missouri, se mudó a Los Ángeles para trabajar en la red de escuelas charter, con la promesa de un sueldo anual de $90 mil dólares. Pero pasaron semanas y meses, y ella seguía sin recibir su sueldo, lo cual la obligó a empezó a utilizar el dinero de su ahorro de jubilación para pagar su renta. “Fui al departamento de Relaciones Humanas y dije: ‘Me mudé al otro extremo del país por este trabajo’. Me respondieron: ‘Esperamos poderte pagar para el Día de Acción de Gracias’”, recuerda. “Yo había comenzado a trabajar en julio”.

Ese mismo año, el total de ingresos de Celerity Educational Group excedió los $38 millones de dólares, de acuerdo con los documentos de la organización. La mayor parte de los ingresos provenían de fondos públicos. McFarlane, su directora general en ese momento, cobraba un sueldo de $471,842. Michelle King, la superintendente del LAUSD, el segundo sistema escolar más grande del país, gana un sueldo de $350,000 al año.

Fisher no llegó al Día de Acción de Gracias. A finales de noviembre, después de presionar nuevamente para obtener su pago, fue llamada a la oficina de la organización, donde se le informó que era despedida por insubordinación y por usar sandalias tipo flip-flops durante una reunión de desarrollo profesional (Fisher dijo que sólo se las colocó después de la reunión, para estar cómoda mientras limpiaba el aula). En última instancia, Celerity le entregó un cheque por una pequeña fracción de lo que había ganado, aseveró.

Cuando se le pidió una respuesta a las acusaciones de los exempleados, Suh no contradijo el relato de Fisher o el recuerdo de Le de la fiesta extravagante. “Varias acusaciones cuestionables de fuentes con cosas que reprochar y que se remontan a siete años atrás no quita el hecho de que las escuelas de Celerity estén acreditadas por la prestigiosa Asociación Occidental de Escuelas y Universidades, y que la mayoría de las escuelas de Celerity sean Escuelas Distinguidas de California”, expresó en un comunicado.

Las escuelas del grupo han informado puntuaciones más altas que el promedio a través del LAUSD. El año pasado, el 55% de los estudiantes de Dyad que tomaron el examen estatal de inglés lograron calificaciones por encima del nivel del grado, en comparación con el 39% en todo el distrito.

Si bien es común que las escuelas enfaticen la necesidad de que los estudiantes obtengan un buen desempeño en los exámenes anuales de California, los exempleados dijeron que los dirigentes de la red de charter hicieron de las puntuaciones su único enfoque. En algunas escuelas, los estudiantes eran evaluados todos los viernes, pero en las aulas con mayor cantidad de niños que ordenadores portátiles, esta tarea consumía el tiempo de la clase durante varios días. Los profesores cuyos alumnos realizaban un buen desempeño ganaban bonos. Aquellos cuyos alumnos no lo lograban, a veces eran despedidos, según algunos exempleados.

“Entraban al salón de clases del profesor durante el fin de semana y empacaban todas sus pertenencias”, aseguró Fisher. “El maestro se presentaba el lunes por la mañana y veía todas sus cosas empacadas y le decían: ‘Hoy no vas a trabajar’”.

Algunos exdocentes que fueron entrevistados remarcaron que los líderes del grupo a menudo también los animaban a ellos y a sus estudiantes para recaudar fondos para distintas causas, una solicitud que les parecía inusual porque un número significativo de sus alumnos vivían muy por debajo de la línea de pobreza.

Le relató que, un año, la red organizó una caminata para recaudar dinero para construir una escuela en África, pero nunca quedó claro exactamente dónde en ese continente sería erigida la escuela, ni ella recuerda haber recibido informes del progreso de la construcción. “En ese momento, pensé que era genial. Me alegraba que involucraran a los estudiantes en estas cuestiones internacionales”, dijo. “Los alenté a recaudar fondos, lo cual ahora lamento porque no sé a dónde éstos se han ido”.

Si bien ese hecho ocurrió hace años, las exigencias financieras continuaron. En 2016, la red envió un correo electrónico pidiéndoles a algunos de sus empleados que vendan entradas para una gala. Cada miembro del personal debía vender siete boletos, de acuerdo con un correo electrónico obtenido por The Times. Si no podían alcanzar ese número, Celerity les echaría una mano: “Celerity Global está ofreciendo planes de pago, si eso les ayuda a cumplir su objetivo”, decía el email. “¡Gracias!”

Traduccion: Diana Cervantes

Para leer esta historia en inglés haga clic aquí

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