A los 14 años decidió someterse a una cirugia de cambio de sexo
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La noche antes de su cirugía, Sam Moehlig se despertó varias veces. “Entonces vi que eran las 2 de la mañana y volví a la cama”.
Se levantó a las 4:30 para desayunar, su última comida antes de su operación a las 2 de la tarde en una clínica de Thousand Oaks. Someterse al bisturí, dijo más tarde el menor de 14 años, “fue como un sueño”.
“Era pura emoción”, agregó. “Finalmente me estaba deshaciendo de algo que había estado molestándome durante años”.
Sam, que nació como niña, se deshizo de sus pechos.
Las operaciones de reasignación de género son polémicas, sobre todo para menores.
El Hospital Infantil Rady de San Diego no recomienda cirugía para alguien menor de 16 años debido a la irrevocabilidad del procedimiento, dice Maja Marinkovic, directora médica de la clínica de orientación sexual del Rady: “Los adolescentes pueden no tener la capacidad para tomar decisiones informadas”.
La cirugía de Sam vino después de años de angustia y depresión. Sus pensamientos suicidas se calmaron cuando un psiquiatra sugirió que podría sufrir de disforia de género, que es la intensa sensación de que el cuerpo y su identidad sexual están en conflicto.
Prosiguió con más asesoramiento, así como tratamientos de hormonas, inyecciones de testosterona y conversaciones constantes con sus padres, Kathie y Ron, y su hermana, Jacq. La lucha de Sam ha sido un trabajo de equipo.
La doble mastectomía fue “el siguiente paso en nuestra familia, mientras nuestra familia crece y se vuelve más cercana”, dijo Ron, de 62 años, un asesor de servicio en una concecionaria automotriz local. “Dios tiene planes para todos”.
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Samantha nació el 20 de octubre del 2000. Los Moehligs la adoptaron de sus desamparados padres biológicos, a pesar de que sufría de síndrome de alcohol fetal. Respirar le era tan difícil que la piel se le ponía azul. La recién nacida necesitaba nueve medicamentos y, de la edad de 6 meses hasta los 3 años, alimentaron con sondas.
A pesar de su frágil inicio, Samantha creció para convertirse en una niña bulliciosa que amaba los deportes y las películas de ciencia ficción. Aunque se veía a sí misma como niño, su cuerpo tenía otras ideas. Sus pechos comenzaron a desarrollarse alrededor de los 9 años, sumiéndola en lo que Kathie llama “una profunda oscuridad”.
Clínicamente deprimida, Samantha habló de suicidio. Sus padres buscaron asesoramiento para ella. Kathie cree ahora que ella estaba buscando una palabra.
“Sientes culpa de saber que tu hijo ha sufrido durante años”, dijo Kathie, de 54 años. “Y luego encontrar el término: transgénero”.
Consejeros y médicos estuvieron de acuerdo: éste era un caso de disforia de género. El 6 de abril de 2012, Samantha adoptó una personalidad y nombre masculinos.
Desde entonces, ése ha sido “el cumpleaños de niño” de Sam.
Sin embargo, su cuerpo no cooperó. En taekwondo, él vestía una camiseta blanca bajo su uniforme para evitar que sus pechos se le salieran. Después de sus lecciones de surf, envolvía su torso en una toalla mientras se quitaba el traje de buzo.
Una hormona fue implantada en su bícep izquierdo para reducir el crecimiento de características femeninas. Hace dos años le agregaron inyecciones de testosterona a su rutina. En su apariencia externa, él parecía un muchacho cualquiera.
Pero “es difícil deshacer y desempaquetar la incomodidad que genera la disforia de género”, dijo Aydin Olson-Kennedy, de 39 años, un hombre transgénero que se convirtió en consejero de Sam en 2014. “Es muy, muy profundo”.
Cuando Sam comenzó su transición “social”, viviendo como muchacho, no fue un cambio dramático —así se había identificado por lo menos desde el jardín de niños—.
No obstante, desde su primer “cumpleaños de niño” Sam se convirtió en “él” a los ojos de casi todo el mundo. Una pareja de sus abuelos había rechazado aceptar a su nieto como muchacho —o, como el resto de la familia lo ve, aceptar a Sam como Sam—. De todos modos, su grupo de apoyo es grande.
Jacq aclaró sus sentimientos el verano pasado en el Desfile del Orgullo en Hillcrest. La joven de 21 años levantó una pancarta: “Mi hermano era mi hermana. ¿Y qué?”.
Como Sam cambió, su familia también lo hizo. “Ser padre se desarrolla”, dijo Kathie, “ y me he desarrollado como parte de esta experiencia”.
En junio, ella formó una organización no lucrativa para familias con jóvenes transgénero. Desde octubre, sus Servicios de Apoyo TransFamiliar han trabajado con 36 clientes en media docena de estados y una provincia canadiense. Ella ha asesorado exitosamente a siete familias sobre cómo tener una “cirugía superior” cubierta por el seguro médico.
Ron marchó con Sam en el Desfile del Orgullo del año pasado. “No puedo esperar a marchar con él este año”, dijo.
Momentos incómodos han sido poco comunes, aunque hubo uno en la iglesia Presbiteriana que la familia había asistido durante 10 años.
Al ver a Sam, varios feligreces que habían sido amigables con los Moehligs expresaron malos sentimientos. “Cuando tú y Ron mueran”, le dijo uno a Kathie, “ustedes no estarán con nosotros en el cielo”.
Los Moehligs dejaron esa iglesia y eventualmente encontraron una casa espiritual en Agape International. Un domingo al mes, ellos manejan a Culver City para asistir al servicio con la congregación sin denominación.
Como joven, Sam a veces se preguntaba: ¿El Todopoderoso se había equivocado? ¿Por qué una deidad totalmente sabia y amorosa le había dado a un niño el género incorrecto?
Ya no se lo pregunta. “Estoy agradecido de que nací del modo que lo hice”, dice. “Miro hacia atrás y no pienso que sería el tipo de persona que soy” sin esta experiencia.
“Te puedes desarrollar en quien Dios quiso que seas”.
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La mañana del 23 de julio, la familia se amontonó en una van y manejó al Instituto Kryger de Cirugía Plástica en Thousand Oaks.
En la clínica, Sam fue llevado a un cuarto privado para fotografiar su pecho. Entonces volvió a la sala de espera para una foto familiar. Finalmente, fue llevado al quirófano.
Durante los últimos cuatro años, los doctores Gil y Zol Kryger han hecho un promedio de 100 “cirugías superiores” por año, cada una con un costo de entre $6,000 y $9,000. “Cirugías inferiores”, que consisten en la construcción de genitales, son relativamente raras y mucho más caras, con un costo de entre $75,000 y $100,000.
Sam no está seguro si alguna vez se hará una cirugía inferior. “Puedes pasar sin tener una parte”, dijo Kathie. “No puedes pasar teniendo partes que no pertenecen. Esto, la cirugía superior, es una necesidad”.
Pero de todos modos, ¿es alguien de la edad de Sam demasiado jóven para cambiar algo tan personal e íntimo como el género?
“Todos ellos han sabido toda su vida, desde su recuerdo más temprano” que sus cuerpos no reflejan su verdadero género, dice Zol Kryger. “Es justo como usted y yo. Sabemos. Está integrado en nuestro cerebro”.
Aunque los hermanos Kryger sean cirujanos estéticos, ellos rechazan la noción de que ésas sean cirujías “cosméticas”. “Esto”, dijo Zol Kryger, “es cirugía para restaurar a alguien a su estado natural”.
Después de dos horas en el quirófano, un todavía sedado Sam fue devuelto a su familia.
“Todo salió exactamente como estaba previsto”, le dijo Gil Kryger a los Moehligs.
Ahora, dijo Ron, “las barreras están abajo. Él puede hacer lo que quiera hacer, ser lo que quiera ser y hacerlo desde su auténtico yo”.
El día siguiente de su cirugía, Sam se despertó eufórico. “Fue todo lo que alguna vez quise”, dijo.
Pero las secuelas inmediatas fueron una prueba.
Sam tuvo que omitir prácticas de equipo y competiciones mientras su cuerpo se recuperaba. Sus padres esperaron hasta el 29 de agosto, un mes después de la cirugía, antes de hacer una fiesta de piscina para el muchacho y sus amigos.
Sam estaba emocionado: “Sentí como si toda mi vida hubiera querido quitarme la camisa en la piscina”.
Dos semanas más tarde, él regresó a sus lecciones de surf con uno de sus profesores, Johnny Pontecorvo. En la playa fuera de Oceanside Harbor, Sam remó con una tabla de 9 pies hacia las olas.
Él persiguió en vano varias olas. Tal vez unos 20 minutos después de iniciada la sesión, Sam encontró una, se levantó en sus rodillas y luego se puso de pie.
“Él está emocionado de regresar a sus cosas habituales”, dijo Ron.
Pocas personas han hablado del nuevo y más plano físico de Sam. Pero si sus amigos lo hubieran visto la mañana de Navidad, habrían entendido el poder de este cambio.
Con un rastrillo de doble navaja y una crema de afeitar, Sam se preparaba para su primera rasurada.
Ron estaba a su lado, entrenando al muchacho, mientras Kathie tomaba fotos y Jacq miraba. Era una ocasión de familia —”un poco extraño, todos estaban amontonados allí”, dijo Sam—, pero aún así era especialmente significativo para los muchachos.
“La relación entera de padre e hijo, en vez de padre e hija, ha cambiado”, dijo Sam. “Nos podemos relacionar un poco más cerca”.
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Un invierno feliz dio paso a una primavera agitada. Un lector ávido y escritor creativo, Sam trabajó duro en la escuela. El futbol bandera era un éxito —”No me estaba preocupando de que mis pechos rebotaran por todas partes”— y su equilibrio en gimnasia mejoró.
“La gravedad”, notó, “tiene la ventaja. La cirugía lo hizo 10 veces más fácil que antes”.
La gente ve otros cambios en Sam. Se para más derecho, habla con más seguridad, sonríe más fácilmente.
“Cuando lo conocí primero, Sam era muy tímido”, dijo Olson-Kennedy. “Ahora está mucho más abierto”.
Abierto, e incluso un poco más extrovertido.
Los planes de Kathie y Sam recientemente incluyeron un viaje a Sacramento para cabildear a nombre de la juventud LGBT. Una vez deprimido y tímido, Sam estaba impaciente por hablar.
“La gente tiene que oírlo”, dijo. “Cada persona es diferente. Esto es lo que soy”.
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