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OPINIÓN: México y el cambio que no llega

Cuando al presidente Andrés Manuel López Obrador no le gusta la información
Cuando al presidente Andrés Manuel López Obrador no le gusta la información que se utiliza para cuestionarlo, generalmente dice que ‘él tiene otros datos’, y eso está causando graves problemas porque desacredita, incluso a instituciones que él dirige.
(RODRIGO ARANGUA/AFP/Getty Images)

A los mexicanos nos queda claro que algo no funciona en nuestro sistema. Teniendo todo para presumir mejores indicadores de desarrollo casi en cualquier tema, navegamos al margen de los países llamados desarrollados. A veces cerca y a veces muy lejos, pero nunca en el mismo grupo. Por eso cuando un líder promete un cambio sustancial, con formas de expresión novedosas o por lo menos diferentes, hay quienes tienden a creerle hasta que él mismo demuestra que esa promesa solo fue una estrategia para llegar al poder y que cambiar, aun bajo el supuesto de que esa fuera la voluntad, no es tan fácil.

En el caso del gobierno que encabeza AMLO los ejemplos abundan, sin embargo, en pocos días se acumularon algunos que nos muestran de manera cruda la realidad que algunos todavía se resisten a ver. No hay tal cambio. Veamos.

Como cada principio de año, surgen nombramientos de quienes nos representarán en otros países. Las designaciones son de gran importancia y México cuenta desde hace mucho con un sistema de formación de recursos humanos especializados en relaciones internacionales.

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Sin embargo, históricamente ha habido algunos nombramientos que el propio sistema reconoce como “políticos” y que recaen en amigos del presidente, políticos en desgracia o a quienes se prefiere tener lejos, exgobernadores, etcétera. Ya el gobierno de AMLO nos dio algunos ejemplos. Baste recordar que la embajadora mexicana en Francia fue nombrada porque “tenía un problema familiar”. Eso no solo ofende a aquellos que han sido formados para el servicio exterior, sino que pone en riesgo las relaciones con otros países o en el caso de consulados en Estados Unidos, con la numerosa comunidad mexicana en ese país. Cambiar eso no parece tan difícil, en realidad solo se requiere la voluntad presidencial.

Las designaciones de este año incluyen a tres exgobernadores priistas, políticos que no hay donde acomodar y amigos que tienen como única cualidad esa, la de ser amigos. Ninguno tiene la más mínima experiencia diplomática. Llamó la atención de muchos la designación de un amigo del presidente y de su esposa, como embajador en Panamá. La sorpresa no acaba al constatar que dicho personaje no sabe nada de relaciones exteriores, sino que el involucrado ha sido acusado por varias de sus exalumnas de hostigamiento sexual y que por ello el gobierno de Panamá lo rechazó.

De pasada, se demostró que algo no funciona en la inteligencia gubernamental mexicana. Los antecedentes de hostigamiento sexual del protegido de AMLO y el compromiso de la canciller panameña con las causas de las mujeres eran más que conocidos. Se pudo haber evitado el escándalo que ahora es de carácter internacional.

Más allá de la terquedad presidencial que AMLO mismo presume, el proceso hizo evidente varias contradicciones. La más clara es la muy particular interpretación que tiene AMLO de la no intervención en asuntos de otros países. Al gobierno de Panamá le corresponde, según acuerdos internacionales, expresar su opinión y otorgar o no el beneplácito y eso es un asunto de ellos. Sin embargo, AMLO reaccionó ante la negativa de Panamá acusando a su canciller de constituirse en “la santa inquisición”, lo cual es contrario a los principios de no intervención. Resulta por lo menos curioso que Donald Trump haya llamado a los migrantes mexicanos “violadores” y como respuesta haya obtenido una sumisión total, halagos y un bate de béisbol huichol y la canciller de Panamá, respaldada por testimonios de muchas mujeres mexicanas haya sido comparada con la santa inquisición. Pesó más un amigo que millones de mexicanos.

Casi al mismo tiempo, se conocen excesos en la forma de vivir y los lujos de uno de sus hijos y que son contrarios a lo que AMLO enuncia casi cada mañana despertando sospechas de corrupción como la que siempre ha habido en las familias presidenciales. Los argumentos que usa el presidente, según los cuales, es la esposa la que tiene recursos económicos para vivir así, son ridículos y hasta ofensivos, y podrían ser usados por cualquier exmandatario mexicano. De paso, pone en la mesa muchas preguntas acerca de los recursos con los que su hijo y hasta él mismo se mantuvieron tantos años.

Sume usted la elección de un líder sindical en PEMEX vinculado a las cúpulas de esa organización y sus tradicionales prácticas de ese tipo de corporaciones que no solamente son corruptas y les dejan enormes beneficios económicos aportados por el propio gobierno, es decir nuestros impuestos, sino que en la práctica son instrumentos de control del gobierno tal y como ocurre y ha ocurrido siempre con el sindicato de maestros.

La historia ha demostrado que los cambios nunca llegan por líderes carismáticos e iluminados. Por el contrario, las cosas empeoran y estos ejemplos, entre muchos otros, nos llevan a una única conclusión. El gobierno de AMLO no significa un cambio. Todo lo demás son discursos, palabrería y frases hechas.

* Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

TW: mexainstitute

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