OPINIÓN: México, otra vez como cementerio de migrantes
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La aparición de 19 cuerpos calcinados en Tamaulipas nos recuerda lastimosamente los riesgos y la desprotección a la que se enfrentan los migrantes centroamericanos al transitar por México en su camino hacia Estados Unidos. Al momento de escribir este artículo solo se han identificado 4 cadáveres y se ha confirmado que dos de ellos eran guatemaltecos. Más allá de que se identifique plenamente y hasta donde el estado de sus cuerpos lo permita, no me queda ninguna duda de que esta masacre está vinculada al paso de migrantes centroamericanos por territorio mexicano, cuyo control se ha cedido al crimen organizado.
El tema no es nuevo ni desconocido, basta recordar la matanza de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, en el año 2010. Vaya que se ha escrito al respecto, de hecho, además de trágico es relativamente simple.
En algunos países de Centroamérica, principalmente El Salvador, Honduras y Guatemala, una parte importante de su población está dispuesta a todo para llegar a Estados Unidos. No se trata solamente de buscar mejores condiciones de vida, es mucho más grave, es para sobrevivir o reunirse con los padres o hermanos. Si usted o yo estuviéramos en las mismas condiciones, haríamos lo mismo.
Ni siquiera el argumento de los riesgos al transitar por México, de que les robarán todas sus pertenencias o la certeza de que las mujeres serán violadas, desanima a los migrantes. Por una sencilla razón, porque todo eso ya lo tienen en sus lugares de origen. Irse, por lo menos les alimenta la esperanza de que al llegar a Estados Unidos terminará la pesadilla que han sido sus vidas, empeoradas por el tránsito por México.
Desde hace más de 25 años se ha demostrado que las políticas de control rígido del tránsito de migrantes no resuelven nada, al contrario, da lugar a que busquen alternativas para llegar a su destino. Una de esas, la más inmediata y utilizada es la de recurrir a coyotes, pateros, guías o polleros que los guiarán en su paso por la frontera o por donde tengan que transitar.
El problema en México es que se ha demostrado ampliamente que esos personajes tienen relación directa con autoridades locales y de migración a quienes corrompen y con quienes en la práctica son dueños de esos territorios, el crimen organizado vinculado al narcotráfico.
El proceso tiene un componente adicional. Todos estos actores negativos saben que alguien está financiando a los migrantes, ya sea familiares en sus lugares de origen o en Estados Unidos o ambos, quienes están dispuestos a pagar grandes cantidades de dinero por ellos, para que los liberen o los dejen pasar. Si el dinero no llega, a manera de “recuperación de inversión”, a las mujeres se les prostituye y a los hombres se les incorpora a las actividades del crimen organizado en donde son presa fácil de grupos enemigos. Todo eso se sabe desde hace mucho tiempo.
Tan se sabe, que en la práctica hay negocios formales que aprovechan este mercado. Líneas aéreas y de autobuses con rutas expresamente pensadas en los migrantes centroamericanos, restaurantes, hoteles y negocios que reciben envíos de dinero.
Nada de eso empezó con el actual gobierno mexicano, pero si empeoró. Primero porque se recurrió a leales, oportunistas e inexpertos funcionarios como responsables del Instituto Nacional de Migración que tiene mucho que ver con el estado actual de las cosas, segundo porque derivado de esa inexperiencia, primero se abrió la puerta para el paso de centroamericanos sin predecir la reacción de Estados Unidos, particularmente en la etapa Trump.
Después, y atendiendo a las instrucciones del presidente estadounidense, al cerrar la puerta abruptamente y controlar de manera rígida el paso de centroamericanos, empujándolos hacia las organizaciones criminales. Y si a los migrantes no se les deja pasar, un alto porcentaje de ellos buscan cómo y por donde. Para muchos, el regreso a sus lugares de origen no es opción.
Por si esto fuera poco, las organizaciones civiles que por lo menos ayudan a paliar la gravedad del tema proporcionando ayuda a los migrantes en su paso por México y presionando a las autoridades locales y federales, hoy son satanizadas por el gobierno o bien se han convertido, como el padre Solalinde, en un aplaudidor más.
Nadie dice que la solución sea fácil, pero la salida de Donald Trump del escenario representa una oportunidad.
Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute
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