Anuncio

Es la segunda Navidad sin ellos (43); en las mañanas no se despierta, se renace

Antes de soñar con ser educadores, muchos normalistas soñaron con ser militares. Dicen que en Guerrero –donde 65.2 por ciento de las personas son pobres-, la mejor manera de tener un empleo bien pagado es prepararse para ser maestro o para ser soldado.

Uno de esos sueños truncados es el de Juan José, un joven lenguaraz e inquisitivo de veintidós años, que tiene muchos amigos y familia en el Ejército; nació en Tecoanapa, un municipio de la región Costa Chica de Guerrero y hoy se prepara para ser profesor en la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa. Su compañero David, que también es un poco irreverente y tiene la misma edad, apenas hace unos días se salvó de ser arrestado por policías federales con quienes discutió en un mitin organizado en Tepozonalco (municipio de Chilapa, Guerrero), y hace un año con setenta y un días, se salvó de ser desaparecido junto con 43 de sus compañeros en Iguala; después de aquella noche del 26 de septiembre de 2014, tuvo problemas con sus padres que lo hicieron dejar la Normal. Pese a todo, hizo el examen de admisión nuevamente y volvió.

Hasta hace un año la Normal de Ayotzinapa recibía más de mil solicitudes de alumnos que deseaban ser admitidos, de las cuales eran aceptadas sólo 140, sin embargo, después del ataque en Iguala hubo en descenso importante tanto en la matrícula, como en las solicitudes de ingreso.

Anuncio

David y Juan José son parte de “los pelones”, estudiantes de nuevo ingreso cuya melena será sometida a la máquina, como marca la tradición. Todos tienen brazos correosos y viriles, y algunos calzan huaraches de cuero en los pies ahumados, como la mayoría de los 43, que también eran pelones.

Los jueves hay círculo de estudio en el auditorio de la Normal, excepto hoy, 10 de diciembre. Los alumnos de primero se han reunido esta noche para la proyección del documental “Mirar morir, el Ejército en la noche de Iguala”, un trabajo realizado por el colectivo de comunicadores “Ojos de perro vs la Impunidad A.C.”, que documenta cómo los policías municipales (ligados a grupos del crimen organizado), que atacaron a los estudiantes el 26 de septiembre de 2014 –con un saldo de varios heridos, seis muertos, una persona en estado vegetativo y 43 desaparecidos-, actuaron bajo la mirada directa de instituciones de seguridad de los tres niveles de gobierno, especialmente del Ejército, institución que tiene una extraordinaria influencia en la región.

Las policías municipales y los militares mantienen una comunicación constante como parte de las labores de inteligencia que realiza el Ejército, así consta en las bitácoras desclasificadas por éste último, en las que también se asientan una serie de interrogatorios realizados por militares a los alumnos de la Normal después del agresión en Iguala. Sin embargo, el General de División, Salvador Cienfuegos Zepeda, titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, ha negado cualquier tipo de complicidad del Ejército y ha declarado –como también lo ha hecho el Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong-, que no tiene intenciones de permitir que se interrogue a los soldados, ni de que se abran las instalaciones del Ejército a la investigación.

***

“Cuando iba en la primaria veíamos que en el pueblo pasaba el Ejército y mi hermano decía ‘Yo quiero ser militar’. Cuando estás chico, piensas que son los que te defienden, los que te protegen. Pero han cometido muchos crímenes.

Tengo un tío que está trabajando de militar en Tlapa. Una vez estuvimos platicando cuando yo estuve ahí (en Iguala, el 26 de septiembre de 2014) y me dijo:

-Ustedes fueron los mismos que lo provocaron [enfrentamiento con las autoridades].

No le quise contestar con coraje, porque la verdad me da coraje que haya hecho esto el gobierno con mis compañeros. Yo nada más dije:

-¿Y por qué no quieren abrir los cuarteles?

Ya no quise decirle más cosas, por respeto, porque es mi tío.

Hace un año estuve con ellos, los que ahora están desaparecidos. Volví a la Normal porque no quería dejar solos a mis compañeros, quiero que aparezcan con vida… ”

David, 22 años, alumno de primero.

***

La Normal de Ayotzinapa huele a tierra seca, y en las noches se oyen grillos y perros callejeros que también la habitan. Tiene una tiendita de dulces en la entrada y un fino empedrado, que se aprecia cuando las tortugas pintadas en la puerta de la escuela dan paso.

Una treintena de jóvenes que esperan el arribo de los documentalistas, hacen bullicio en la entrada del auditorio. Muchos visten coloridas playeras de imitación que resaltan el color de su piel cobriza, terrosa. Una cartulina pende de la pared: “Te buscaré cuantas veces te pueda buscar. Miraré mis raíces para no olvidar.”

Después de instalar el proyector y el resto del equipo para que la película comience, Víctor, de tercer año, llama:

-¡Grupo A!

-¡Presente!, responden los pelones.

-¡Grupo B!

-¡Presente!, los pocos despistados que aún no se forman perfectamente en hilera con su grupo, lo hacen.

-¡Grupo C!

-Presente, se escucha con ligereza.

-¡¡Grupo C!! Llama de nuevo, con más fuerza.

-¡¡Presente!!

El cotilleo cesa y todos entran en orden al auditorio.

Ninguno de los pelones tiene sobrepeso, casi todos son bajos y la mayoría tiene el cabello lacio y muy negro. Otra cartulina: “Su furia es nuestra”. Son las 19:40, se respira un aire pesado, húmedo y caliente para los foráneos.

En las canchas de basquetbol ha hecho una instalación permanente de 43 bancas vacías.

-Aquí están los rostros de nuestros chamacos.

Dice una mujer que pone esferas a un árbol de Navidad con los rostros de Israel, de Cutberto, de Miguel Ángel, de Carlos, de Antonio, de Dorian, de Felipe, de Jonas, de Leonel, de Mauricio, de Getsemany, de Jorge, de Magdaleno…

Esta es la segunda Navidad sin ellos.

***

“Cuando eres niño ves al Ejército como lo pasan en los medios de comunicación: que siempre defienden a la patria, que honran al país, que hicieron la Revolución Mexicana, todo eso…

Antes sí los admiraba. Pero aquí en Ayotzinapa uno se quita la venda de los ojos.

Tengo tíos retirados del Ejército, un vecino y unos amigos. A veces llegamos a tener fuertes discusiones, dicen “yo no tengo la culpa, mientras a mí me estén pagando y mi familia esté bien…”

Ellos también son de bajos recursos. Nada más se dedican a seguir órdenes de quien los dirige y ya, no les importa más.

Yo les pregunto siempre, ¿en qué sociedad estamos viviendo? ¿A poco es lo que ellos quieren para sus hijos, para su familia?”

Juan José, 22 años, alumno de primero.

***

A media proyección, un joven se cubre la boca con la playera y mira con los ojos muy abiertos. Otro se come las uñas. Una de las madres de los 43 que está en primera fila agita ansiosa el pie, en ocasiones tan fuerte, que su huarache golpea el sombrero del papá que ha puesto en el piso para mirar la película.

Amnistía Internacional tiene registro de más de 700 víctimas de desaparición forzada en México, las cuales ocurrieron en su mayoría durante las décadas de los sesenta y setenta en la llamada “Guerra sucia”, que consistió principalmente en operaciones de contrainsurgencia alrededor del país. En una de éstas, desapareció Rosendo Radilla Pacheco, quien fue detenido ilegalmente en un retén militar ubicado en Atoyac de Álvarez, Guerrero, y fue visto por última vez en un cuartel del Ejército. El caso fue retomado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos y el Estado mexicano fue condenado en noviembre de 2009.

Cuando en el documental se habla de Julio César Mondragón, el joven mexiquense que fue torturado, ejecutado y desollado en el ataque, las sillas crujen, la audiencia se estremece incómoda. Luego unos muchachos sueltan una risilla cuando se miran a sí mismos en una de las escenas siendo entrevistados.

Aunque es una cifra confusa y cuestionada por organizaciones de la sociedad civil debido a su metodología, la Secretaría de Gobernación registró entre diciembre de 2006 y octubre de 2014, 22 mil 610 casos de personas cuyo paradero se desconoce. Sin embargo, sólo se han emitido seis sentencias a nivel federal por el delito de desaparición forzada, una de éstas, contra el teniente del Ejército, Danny Hernández Sánchez, condenado a más de 31 años de prisión. Amnistía Internacional ha documentado otros casos de desaparición forzada en los que se han visto implicados militares en Morelos, Chihuahua y Tamaulipas.

Cuando el ex procurador Jesús Murillo Karam (principal encargado de la investigación del destino de los 43) sale a escena en la película, negando cualquier participación del Ejército, al papá del sombrero en el piso se le descompone el rostro y sólo alcanza a decir entre dientes, casi sin pronunciar las vocales: “Cabrón”.

Un perro entra y luego otro. Algún joven les llama al fondo del auditorio y se están quietos. Unos alumnos apoyan la barbilla en las manos, otros no cierran la boca. Durante la proyección el silencio prevalece, nadie platica. Aquí se narran los últimos minutos de los que se supo con vida a sus compañeros.

***

“Los ves en el desfile del día de la Revolución, te dejan que te subas a sus carros, los ves marchar aquí en Tixtla… cuando somos chiquitos el Ejército nos llama la atención. Quisiéramos ser como ellos, aquellas personas que en la televisión te dicen que son gente buena, que está luchando por nosotros, que deja a su familia por ir a defendernos. Hay cosas que no nos han dicho, nos habían pintado a los militares como grandes héroes y nos lo hemos creído. Incluso los mismos padres de los 43 que no sabían el porqué de nuestra lucha, ahora lo entienden.

A nosotros como estudiantes nos ha tocado sufrir una desaparición, para meter miedo a los compañeros… en su momento muchos se fueron…

Nos quieren decir que somos guerrilleros, que somos narcos… No nos queda más que seguir echándole ganas, paisa, devolviéndole a Ayotzinapa lo que nos está dando: el comedor, los dormitorios; ¿Cómo? Marchando, trabajando en la escuela, barriéndola y cuidándola como lo que es: nuestra casa. Aquí para ganarse un lugar en el comedor hay que trabajar.

Si estoy en la Normal es por necesidad. No nos queda de otra que seguir estudiando, salir adelante, para que no suframos lo mismo que los padres han sufrido para darnos de comer. Sabemos trabajar la tierra y sabemos que es muy cansado, sabemos qué es trabajar desde las seis de la mañana para sembrar tus verduritas.

Sabemos lo que se sufre, por eso estamos aquí.”

Víctor, alumno de tercero.

Además de ser maestro y ser militar, hay otra manera más efectiva de conseguir un empleo bien pagado en Guerrero: ser narcotraficante.

II.

En el perfil de Facebook de la organización “Los otros desaparecidos”, Mónica Veytia lanza un mensaje al vacío:

“Hola te quiero pedir un favor; si DESAPARECES a nuestros familiares no los entierres, no los tires en lugares donde no los podamos encontrar, no los quieras borrar de la tierra, no los quemes; ayúdanos a que no pase eso, al fin ya está MUERTO, tu objetivo ya lo cumpliste; (¿)sabes(?) no nada mas desapareciste a nuestro familiar(,) desapareciste a toda su familia que los quería(…) a ellos los MATASTES y a nosotros también nos MATASTES EN VIDA; no sabes cuantas familias están muriendo de DOLOR, no porque los hayas desaparecido(,) sino por no encontrarlos; yo no te culpo ni te juzgo(,) tus razones tendrás por lo que hiciste, ya ni pedimos justicia (…) ya no nos importa esa parte; pero si te pido a que nos AYUDES a encontrarlos(,) tu sabes DÓNDE ESTÁN; ayúdanos a hacer milagros (…) que ellos regresen con su familia que tanto los esperan; a lo mejor si crees en DIOS el te perdone por ayudar a ENCONTRARLOS (…); si conoces a alguien que haga eso platícales que nos AYUDEN a encontrarlos...

Donde sea qe nos digas los BUSCAREMOS gracias (sic).

Sin embargo, el grito de auxilio de Mónica se pierde entre otros cientos de publicaciones y comentarios: una foto de Miguel Ángel, de 35 años, desaparecido en Tula; un aviso de que se cancela la cita del día para la excavación de nuevas fosas clandestinas; una foto de Raúl, 19 años, desaparecido en Nuevo Laredo; un padre que dice “No nos dejen solos”; la imagen de Jorge Alfredo, 49 años, guatemalteco, también desaparecido; estampas de la virgen; oraciones; otra foto de una mujer que se llama Maira y desapareció en Oaxaca.

La organización “Los otros desaparecidos” surgió luego del ataque a los 43 normalistas, como un esfuerzo por visibilizar a los centenares de ausentes en Guerrero, que cada fin de semana son buscados en improvisadas expediciones a los montes y parajes del estado, sin protocolos, ni instrumentos adecuados, sólo con la esperanza de traer a los suyos a casa.

Son ellos quienes organizaron la proyección de “Mirar morir” en el auditorio municipal de Iguala. La mitad de los asistentes tiene familiares desaparecidos. Entre el pequeño público, está la viuda del dirigente popular Arturo Hernández Cardona, a quien José Luis Abarca torturó y asesinó, con una cerveza en la mano, en presencia del jefe de la policía municipal y otros sicarios. Abarca fue alcalde de Iguala de 2013 a 2014, es acusado de ser uno de los responsables de la desaparición de los 43 normalistas, y hoy enfrenta juicios por otros crímenes desde la cárcel. Afuera del auditorio unos policías municipales vestidos de azul se asoman a la proyección y mandan mensajes incesantemente desde sus teléfonos.

También está en primera fila, muy atenta, Gregoria Mora, integrante de “Los otros desaparecidos” y mamá de Joel Mauro Galicia, “Gali”, quien se esfumó luego de que tres sujetos se apersonaron en su taller de hojalatería y lo subieron a una camioneta Ford Lobo color vino, que partió con rumbo al municipio de Cocula. Gregoria se quita las lágrimas y los mocos del rostro con un pañuelo de papel durante casi toda la proyección. Al terminar la película, ella es la primera en tomar el micrófono:

“¿Por qué? ¿Cuál es la respuesta? ¿Qué daño le hacía mi hijo al gobierno o a quien haiga (sic) sido? Él trabajaba, no tomaba, no fumaba. Era mi brazo derecho para apoyarme con sus hermanos porque su padre se fue...”

Retiene el llanto y continúa:

“¡Hemos encontrado tantos cuerpos! ¡Y por qué no nos entregan los nuestros! ¡Qué están haciendo! ¿Qué están haciendo? Nuestros cuerpos han de estar allá amontonados, mosqueados. Pero son de nosotros ¡Tienen dueño esos cuerpos! ¿Por qué no hay presupuesto? ¿Cuántos años quieren que viva para que yo vea a mi hijo? ¡Que nos los entreguen! ¡Todos esos tienen familia! Y a esa familia también le duele, como a mí me duele. Me duele en el alma. ¡Y siento el dolor de mis compañeros! ¡Si supieran qué impotencia siento! ¡Qué rabia! ¡Qué odio! Me gustaría que a uno del gobierno le quitaran un hijo… ¡Y se lo quemaran y se lo mataran vivo y le sacaran los ojos y lo despedazaran!”

“Gali” fue unas de las 179 personas que desaparecieron durante 2014 en Guerrero, antes del 26 de septiembre. Un minuto de silencio por cada uno de ellos equivaldría a un mutismo luctuoso de casi tres horas. Pero esos minutos sólo se guardan para los muertos; cuando se tiene un desaparecido, el terror es continuo.

Además de la constante incertidumbre –que a Gregoria la despierta todas las noches- sobre la suerte y el paradero de las víctimas, las familias deben sortear enormes obstáculos administrativos y continuas estigmatizaciones, que intentan vincular a los desaparecidos con cárteles del narcotráfico para denegar así, la justicia, la falta de resultados en las investigaciones. Para hacer creer que se lo merecían. Porque “en algo andaban”. La desaparición forzada se vuelve para las familias una muerte en vida, como dice Mónica Veytia.

En mayo pasado el grupo halló, a casi 20 centímetros de profundidad, cuatro cuerpos en una fosa clandestina en el predio “El maizal”, y lo anunció en su página con una extraña sensación de alegría, de que aquellos cuerpos volverían a casa aunque no fueran los suyos. Días más tarde, el sitio web amaneció con una publicación que resalta entre todas las demás, una imagen que dice: “En las mañanas no se despierta, se renace.” Es uno de los textos de aliento que algunos cibernautas dirigen a quienes cada domingo en la mañana se levantan a buscar a sus seres queridos entre la tierra.

A los que cada mañana, renacen.

Anuncio