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Hilo La guerra entre israelíes y palestinos

Palestinos enfrentan una decisión imposible: quedarse en casa bajo bombardeos o huir bajo bombardeos; Falta de agua agrava miseria en Gaza

Palestinos huyen del norte de Gaza hacia el sur el viernes 13 de octubre de 2023
Palestinos huyen del norte de Gaza hacia el sur el viernes 13 de octubre de 2023 después que el ejército israelí ordenó el desalojo de la población de más de 1 millón de personas del norte de Gaza y de Ciudad de Gaza.
(Hatem Moussa / Associated Press)

Los 2,3 millones de habitantes de la Franja de Gaza asediada no tienen acceso a agua potable limpia después que Israel cortara el suministro de agua y electricidad

Mientras contemplaba los callejones pulverizados y ahora deshabitados del campamento de refugiados de Jabaliya, en el norte de Gaza, Naji Jamal estaba congelado por la indecisión.

¿Debía acatar la exigencia del ejército israelí de que todos los palestinos desalojen la zona y emprender el arriesgado viaje al sur de Gaza, donde lo único seguro era que se quedaría sin hogar? ¿O debía quedarse en su edificio de varios pisos —dentro de lo que el ejército de Israel ha designado ahora zona objetivo— antes de una probable invasión terrestre israelí?

“Es una pregunta existencial, pero no hay respuesta”, comentó Jamal, un trabajador del sector salud de 34 años. “No hay ningún refugio seguro, no hay ningún lugar que no esté siendo bombardeado y asediado, no hay ningún lugar adonde ir”.

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En una orden sin precedentes dirigida a los civiles del norte de la Franja de Gaza y de Ciudad de Gaza, el ejército israelí dio a 1,1 millones de palestinos 24 horas para decidirse. Era el sexto día de bombardeos israelíes lanzados en represalia por el ataque de Hamas, que mató a más de 1.300 israelíes.

Mientras el reloj avanzaba, cientos de miles de reservistas del ejército israelí se concentraban cerca de la frontera norte de Gaza. Los aviones de combate israelíes rugían sobre la zona y lanzaban bombas a baja altura contra viviendas y rascacielos. Los grupos humanitarios hicieron un llamado a la comunidad internacional para que detuviera lo que denunciaban como un posible crimen de guerra de desplazamiento forzado de la población.

En los hospitales, escasos de personal y mal abastecidos, los médicos palestinos dijeron que no tenían más remedio que quedarse. No había forma de evacuar Shifa, el mayor hospital de Gaza, según declaró su director general, Mohammad Abu Selim. A pesar de que el hospital era un caos —su suministro de electricidad disminuyó por el asedio israelí, sus camas estaban desbordadas, su morgue ya rebasó su capacidad—, Abu Selim dijo que simplemente no había otro lugar seguro en Gaza donde internar a 600 pacientes, muchos de ellos en estado grave por los ataques israelíes.

“Pedirnos que evacuemos es ridículo, es imposible”, dijo Abu Selim.

Pero otros cientos de miles de palestinos de todo el territorio se debatían entre la agonizante elección a medida que se intensificaban las acciones militares israelíes. El ejército de Israel afirma que está bombardeando infraestructura de Hamas, no a civiles, una afirmación que los palestinos refutan.

Muchos huyeron hacia el sur para salvar sus vidas, metiéndose en los coches de sus familiares y avanzando por calles bloqueadas por los escombros, mientras a su alrededor continuaban cayendo bombas. Una fila desordenada de tractores y carretas tiradas por burros se extendía unos 30 kilómetros a través de la franja, convirtiendo lo que normalmente es un viaje tranquilo de 45 minutos en un angustioso —y para docenas de personas, mortal— viaje de dos horas.

Los bombardeos israelíes contra los vehículos de evacuación causaron la muerte de al menos 70 personas, según la oficina de prensa de Hamas.

“No confío en ellos”, dijo Ali Abdul Bari, un residente de 37 años de Ciudad de Gaza, refiriéndose al ejército israelí. “Pero siempre haré lo que pueda para mantener a salvo a mi familia”.

El apartamento de Bari, en el extremo noroeste de Ciudad de Gaza, fue arrasado por un enorme bombardeo a última hora del jueves. Aturdido y cansado por las noches en vela, llegó a Jan Yunis, ciudad del sur de Gaza, tras la orden de desalojo, pero no cabían todos los miembros de su familia en el coche. Prometió a sus tíos que volvería a por ellos el sábado. Bari señaló que la decisión era sencilla para él.

“Soy responsable de mis padres, mis hermanos y mis hermanas”, dijo.

Cuando se le preguntó cómo podrían los civiles ponerse a salvo mientras continuaban los intensos bombardeos, el contralmirante Daniel Hagari, portavoz militar israelí, dijo a los periodistas: “Intentaremos asegurarnos de que así sea”.

A pesar del peligro, algunos se negaron obstinadamente a abandonar sus hogares. Veían pasar los convoyes, recordando anteriores mareas de refugiados palestinos que huían de otras guerras sólo para no poder regresar nunca a sus hogares. Algunos palestinos recuerdan lo que llaman la Nakba, o “catástrofe”, de la creación de Israel en 1948, cuando unos 700.000 huyeron o fueron expulsados de sus hogares en lo que hoy es Israel. Los dirigentes de Hamas en Gaza también han instado a la población a no huir, y calificaron la orden de Israel de “guerra psicológica” para romper su solidaridad.

“Esto es la Nakba, todos nuestros traumas, otra vez”, manifestó el activista Yasser Hasouneh, en Ciudad de Gaza. “No nos dejaremos intimidar”.

Otros no tuvieron los medios o la previsión de hacer las maletas y marcharse.

Jamal, del campamento de Jabaliya, simplemente no tenía coche. La idea de apilar a su hijo pequeño, a su madre enferma y a otros 30 miembros de la familia en una carreta y enviarlos a través de una zona de guerra lo hizo estremecerse. Dijo que estaba resignado a lo que Dios le tuviera reservado.

“Así estaremos juntos y podremos leer el Corán y orar”, dijo.

Para muchos, la noticia del desalojo se propagó lentamente, debido al colapso de las redes de telefonía móvil e internet en gran parte de Gaza.

En el corazón de Ciudad de Gaza —un distrito antaño vibrante que ha quedado vacío por los intensos bombardeos— Saeb al-Jarz, un ingeniero de 27 años, esperaba noticias de su padre, quien resultó herido en un bombardeo de Israel contra su torre residencial a última hora del jueves. Tres de sus vecinos murieron y la casa de su familia quedó destruida.

Todavía conmocionado por las escenas que presenció, Al-Jarz se enteró por primera vez del ultimátum de desalojo del ejército israelí por un periodista de The Associated Press. El pánico se apoderó de él y se apresuró a decidir qué hacer con sus 25 familiares.

“Quizá nos quedemos, porque si morimos, moriremos juntos”, dijo.

Le temblaba la voz. Cambió de opinión.

“En realidad, quiero vivir”.

Un grupo de palestinos revisan los escombros
Un grupo de palestinos revisan los escombros de un edificio destruido por un ataque aéreo israelí en Rafah, en la Franja de Gaza, el sábado 14 de octubre de 2023.
(Hatem Ali/AP)

Falta de agua agrava miseria en Gaza; Israel continúa ataques aéreos

DEIR AL-BALAH, Franja de Gaza (AP) — Al tiempo que Israel azota la Franja de Gaza con ataques aéreos, Laila Abu Samhadaneh, de 65 años, está preocupada por el agua.

Los 2,3 millones de habitantes de la Franja de Gaza asediada no tienen acceso a agua potable limpia después que Israel cortara el suministro de agua y electricidad al enclave al intensificar sus ataques aéreos en respuesta a un sangriento atentado de Hamas la semana pasada.

Los grifos se han secado en todo el territorio. Cuando sale agua de las tuberías, el flujo es escaso, no dura más de 30 minutos al día y está tan contaminada con aguas residuales y agua de mar que no se puede beber, afirman los residentes.

“No sé qué vamos a hacer mañana”, dijo Abu Samhadaneh desde su casa de tres habitaciones en la ciudad meridional de Rafah, que se convirtió en un refugio de facto luego que Israel exigiera la evacuación de todos los habitantes de Gaza hacia el sur. La mujer dijo que raciona sólo unos pocos litros entre docenas de amigos y familiares cada día. “Nos estamos volviendo locos”.

Las privaciones han sumido a la población de Gaza en una miseria aún mayor a medida que los bombardeos de Israel se intensifican una semana después que combatientes de Hamas irrumpieran en la valla de separación de Israel, matando a 1.300 israelíes y secuestrando a docenas de personas. Los ataques de represalia de Israel han destruido cientos de estructuras en Gaza y han cobrado la vida de más de 2.200 palestinos.

Incluso cuando familias aterrorizadas huyen de sus hogares —apretujadas en refugios de Naciones Unidas o en los pasillos sangrientos y caóticos del hospital más grande de Gaza, temiendo por su seguridad— la búsqueda desesperada de agua sigue siendo una constante.

La agencia de la ONU para los refugiados palestinos calificó la crisis del agua como una “cuestión de vida o muerte”.

Si el combustible y el agua no llegan pronto, advirtió el comisionado general de la agencia, Philippe Lazzarini, “la gente empezará a morir de deshidratación severa”.

En épocas normales, el enclave costero depende de Israel para un tercio de toda el agua potable disponible, señala la autoridad del agua del territorio.

Sus otras fuentes de agua incluyen plantas desalinizadoras en el mar Mediterráneo y un acuífero subterráneo, drenado y dañado por años de uso excesivo. Cuando Israel cortó el suministro eléctrico a Gaza, todas las plantas desalinizadoras cerraron, al igual que las estaciones de tratamiento de aguas residuales.

Esto ha dejado a todo el territorio sin agua potable. La gente compra jarras cada vez más escasas en las estaciones sanitarias municipales, busca botellas en los supermercados o bebe cualquier líquido fétido que gotee de sus tuberías.

Saciar la sed se ha vuelto más difícil en los últimos días, incluso para aquellos que tienen los medios para pagar por agua embotellada. El sábado, Noor Swirki, de 35 años, requirió dos horas para encontrar una caja con seis botellas que intentará estirar durante los próximos días. El sábado se duchó por primera vez en una semana, usando una taza de agua del grifo contaminada y salpicándola sobre su marido y sus dos hijos antes de frotar la humedad restante en su piel.

“Es como si estuviéramos en la edad de piedra”, dijo Khalil Abu Yahia, de 28 años, en el poblado de Deir al-Balah.

Los expertos señalan que beber agua sucia y un saneamiento deficiente debido a la falta de agua potable puede provocar enfermedades terribles, como el cólera, la disentería, la fiebre tifoidea y la polio. Desde hace una semana, el agua a lo largo de la costa de Gaza sabe a sal, dicen los residentes.

La Organización Mundial de la Salud afirma que se necesitan de 50 a 100 litros por día por persona para garantizar una hidratación y un saneamiento adecuados. Las Academias Nacionales de Ciencia y Medicina de Estados Unidos establecen que los hombres necesitan beber alrededor de 3,7 litros (125 onzas) y las mujeres alrededor de 2,7 litros (91 onzas) al día para estar adecuadamente hidratados.

Entre las docenas de palestinos con heridas de metralla en piernas y brazos por ataques aéreos que el médico Husom Safiyah atendió el sábado en el norte de Gaza, había 15 niños, incluyendo bebés, con disentería bacteriana causada por la escasez de agua, dijo.

“La situación es desastrosa y lo será aún más después de dos o tres días”, sostuvo Safiyah, médico de MedGlobal, una organización que envía grupos médicos a regiones en desastre. Habló al tiempo que estallaban explosiones afuera y los médicos a su alrededor se apresuraban a atender la última afluencia de víctimas.

Dijo que tenía que ir y ayudarlos.

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