OPINIÓN: Con la Muerte de Edén Pastora, Nicaragua pierde a un gran líder
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Al amanecer, después de varias horas de contactos, traslados y una larga travesía por el corazón de la selva esmeralda del sur de Nicaragua, el día y noche anteriores, desperté con la impresión de que estaba soñando.
La imagen de jóvenes guerrilleros, hombres y mujeres, iniciando todo tipo de actividades del día, desde preparar café y alimentos, hasta vigilar, limpiar armas y preparar mochilas, me hicieron ver que no estaba soñando.
Con los primeros rayos del sol, despertaba este campamento de la Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE), el nuevo frente en el que Edén Anastasio Pastora Gómez, el legendario Comandante Cero, regresó a las montañas en 1981, tras luchar décadas contra la dictadura de Anastasio “Tachito” Somoza.
La nueva lucha armada encabezada por Pastora, en el mismo momento en que se levantó Fernando El Negro Chamorro, en el Norte, Steadman Fagot Mueller, en la Costa Atlántica y otros, se debía a marcadas diferencias ideológicas con Daniel Ortega, quien ha permanecido en el poder desde hace más de 35 años.
Para mí la experiencia fue especial, porque después de múltiples intentos, logré, no sólo una entrevista exclusiva con él, sino además acompañarlo durante 4 semanas en algunos de sus operativos, o escribir historias de las razones por las que muchos jóvenes y gente de todas las edades siguieron al carismático líder, que pasó a la historia como un ícono y el rostro amable de la revolución sandinista.
Aún conservo un pequeño radio de onda corta que me regaló cuando vio que el mío ya no funcionaba.
Conocer a Edén Pastora fue toda una experiencia. Siempre de buen humor, con un tinte mexicano, interesado en la historia, siempre dispuesto a ayudar a toda su gente y a quienes se cruzaban en su camino, el Comandante Cero era un patriota leal y soñador, que, desde pequeño, tuvo grandes razones para combatir a Somoza.
Nacido el 22 de enero de 1937 en Ciudad Dario, Pastora perdió a su padre a los 7 años, asesinado por agentes al servicio de los Somoza.
Su madre tuvo que vender sus tierras para financiar las necesidades familiares y la educación de Edén, quien ingresó a la escuela de Medicina de la Universidad Autónoma de Guadalajara, a principios de los 60s, de donde regresó, no con el título de médico que planeaba, sino con una esposa y un hijo, Álvaro, quien lo acompaño en esta nueva lucha armada desde finales de los 60s.
Cuando la mayoría de los dirigentes del Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, habían sido arrestados, planeó un golpe que fuera espectacular para revivir la lucha contra los Somoza.
Después de mucho pensarlo se decidió por un asalto al Palacio Legislativo y dedicó días enteros a la planeación y preparación del operativo, que involucró un minucioso estudio de la “avanzada militar” que llegaba minutos antes, anunciando el arribo de Somoza.
Analizó el número de soldados, el lenguaje corporal, movimientos, tipo de armamento, vehículos y todos los detalles de los militares encargados de la seguridad de Somoza. Y replicó todo: uniformes, vehículos, insignias, etc.
En coordinación con la dirigencia del FSLN, puso en práctica el operativo el 22 de agosto de 1978, denominándolo “operación Chanchera”, que le permitió capturar a 3.000 rehenes, entre ellos José Somoza, medio hermano del presidente, legisladores y empresarios y que terminó tras una negociación de dos días, con la liberación de la dirigencia del FSLN, el pago de una recompensa de 500.000 dólares y un avión que los llevaría a Panamá, lo que hizo que se proyectara como uno de los grandes héroes de la revolución nicaragüense.
El éxito mundial de la “Operación Chanchera” en que participó también Doris Tijerina, humilló a Somoza.
Luego, orgulloso, el Comandante Cero asumió el mando del Frente Sur -Benjamín Zeledón- de la Revolución Sandinista.
En 1983, inconforme con el rumbo marxista leninista que siguió Daniel Ortega, Pastora regresó a la selva de Nicaragua en 1983, para continuar luchando por un gobierno Social Demócrata.
En 1984, fue víctima de un atentado en La Penca, en la frontera con Costa Rica, por parte de Sandinistas. En 1986, decidió abandonar la lucha armada y refugiarse en Costa Rica, para luego volver a Managua y buscar la candidatura presidencial.
El encuentro con Pastora
Aún recuerdo el memorable día en que el Comandante Cero, su inseparable asistente Johnny y otros guerrilleros, nos dieron la bienvenida, primero a bordo de su pequeña lancha de motor roja, que parecía de juguete y nos informó de las reglas de seguridad.
“Buenos días, hermano”, saludó.
¿Durmieron bien?, preguntó.
Cálido y afectuoso conversó sobre su decisión, planes, sueños, su admiración por Emiliano Zapata, Francisco Villa y otros líderes de la revolución mexicana, al igual que anécdotas de su paso por México y sus estudios de medicina.
Uno de los días en que íbamos conversando, concentrado en la plática, al pasar por mi hamaca, estiré el brazo para tomar una bota española de cuero, que llevaba con agua, a manera de cantimplora. Al acercarla a mi cuerpo, mientras usaba expresivamente los brazos, sentí un fuerte piquete a la altura del pulmón izquierdo que me quitó el aliento.
“¿Qué te pasa, hermano?”, me dijo Edén Pastora.
Siento como si alguien me hubiera clavado un pica-hielo en el pecho, le dije.
Tiré la bota de cuero y busqué donde sentarme, sentía un intenso dolor, un gran calor y tenía claras señales de envenenamiento.
Uno de los guerrilleros alcanzó a ver en la bota a un alacrán negro y grande. Pastora también. Movió la cabeza de un lado a otro, para luego decirme serio y en tono sarcástico, “hermano, ya te cargo putas. ¿Te picó? ¿Qué sentís, hermano?”
El piquete me dejó confundido, temeroso, asustado cada vez más, a medida que experimentaba dificultad para respirar, y un intenso calor que me envolvió, al tiempo que me dejaba seca la boca; mareado y debilitado, imaginando lo peor.
En mi natal Durango, los piquetes de alacrán son habitualmente mortales, a menos que el afectado llegue a un hospital para que se le aplique un antídoto anti-alacrán.
El guerrillero que vio el arácnido, lo cogió, lo abrió con su cuchillo y lo quiso aplicar en el área del piquete, diciéndome que “absorbería el veneno”.
“¿Cómo se llamaba el colochito (de cabello rizado) aquél al que también le picó un bicho de éstos?”, preguntó. “Se murió, ¿verdad?, decía sarcástico, jugando con mi ansiedad, alimentada por los efectos del veneno.
Y lo hacía de una forma en que dejaba claro que no había mucho qué hacer. Lo cierto es que, fuera de problemas menores a causa del veneno del alacrán después supe que el veneno de ese tipo de alacrán, era menos potente que el de las hormigas bala.
Con un “Kit contra víboras” con el que hice una incisión en la zona del piquete y succioné con las ventosas el veneno, así sobreviví a ese incidente.
Durante los 3 años siguientes, tuve el privilegio de acompañar al Comandante Cero en varios operativos, viviendo todo tipo de experiencias. La última, la toma de San Juan del Norte al cabo de una semana de intenso combate.
Como el pueblo nicaragüense, siempre recordaré la memoria de ese patriota valiente, leal, todo el tiempo dispuesto a hacer el mayor sacrificio por su país.
Rosario Murillo, esposa de Daniel Ortega y vicepresidenta de Nicaragua, reconoció finalmente la apasionada entrega de Edén Pastora a la lucha por el bienestar de su pueblo.
“Mientras crece la leyenda del Comandante Cero, Edén Pastora renace hoy en el paraíso eterno de los héroes”.
Descanse en Paz Edén Anastasio Pastora Gómez.
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