El peruano Javier Pérez de Cuéllar, dos veces secretario general de la ONU muere a los 100 años
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LIMA, Peru — Javier Pérez de Cuéllar, el secretario general de las Naciones Unidas en dos períodos que negoció un alto al fuego histórico entre Irán e Irak en 1988 y más tarde salió de su retiro para ayudar a restablecer la democracia en su tierra natal peruana, murió el miércoles, dijo el Ministerio de Relaciones Exteriores de Perú. Tenía 100 años.
Su hijo, Francisco Pérez de Cuéllar, dijo que su padre murió en su casa por causas naturales. El ex diplomático era “un destacado peruano, un demócrata, que dedicó su vida y su trabajo a hacer grande a nuestro país”, tuiteó el presidente peruano, Martín Vizcarra, el miércoles por la noche.
La muerte de Pérez de Cuéllar pone fin a una larga carrera diplomática que lo llevó a un círculo completo desde su primer cargo como secretario en la embajada peruana en París en 1944 hasta su posterior trabajo como embajador de Perú en Francia.
Cuando asumió el cargo de secretario general de las Naciones Unidas, el 1 de enero de 1982, era un diplomático peruano poco conocido, que surgió como un candidato alternativo en una época de cierto desprestigio del organismo internacional.
Su desempeño previo como subsecretario general para asuntos políticos especiales le permitió emerger como el candidato sorpresa en diciembre de 1981, después de una elección estancada por seis semanas entre el austriaco Kurt Waldheim, que en ese momento encabezaba el organismo, y el canciller de Tanzania Salim Ahmed Salim.
Una vez electo, Pérez de Cuéllar rápidamente imprimió su huella perturbado por la disminución de la efectividad de las Naciones Unidas, trató de revitalizar la defectuosa maquinaria de mantenimiento de la paz del organismo mundial.
Su primer paso fue “sacudir la casa” con un informe muy crítico en el que advirtió: “Estamos peligrosamente cerca de una nueva anarquía internacional”.
Con la invasión israelí de Líbano en 1982, con los conflictos en Afganistán y Camboya y entre Irán e Irak, se quejó ante la Asamblea General de que las resoluciones de la ONU “son cada vez más desafiadas o ignoradas por aquellos que se sienten lo suficientemente fuertes para hacerlo”.
“El problema con las Naciones Unidas es que los países miembros no lo usan o mal usan”, dijo en una entrevista al final de su primer año como secretario general de la ONU.
Durante su década como jefe de la ONU, Pérez de Cuéllar se ganó una reputación por su diplomacia diligente y tranquila más que por el carisma.
Enfrentado tempranamente en su primer periodo a una amenaza de Estados Unidos de recortarle fondos al organismo ante un eventual despojo de Israel, Pérez de Cuéllar trabajó tras bambalinas para bloquear los esfuerzos árabes de privar al estado judío de su asiento en la asamblea general. En el lado árabe hubo críticas de que Pérez de Cuéllar le dio a Washington el derecho de ingreso en el Medio Oriente.
Al manejar temas de derechos humanos, el funcionario peruano escogió el camino de la “discreta diplomacia”. Se abstuvo de hacer pública una llamada de atención a Polonia por no permitirle a su representante especial en ese país investigar supuestas violaciones a esos derechos durante la violenta represión del régimen comunista de Varsovia al movimiento sindical Solidaridad en 1982.
Pérez de Cuéllar pasó gran parte de su segundo mandato trabajando en la liberación de rehenes occidentales detenidos en el Líbano, incluido el último y más antiguo rehén estadounidense, el periodista Terry Anderson, quien fue liberado el 4 de diciembre de 1991.
La diplomacia de Pérez de Cuéllar ayudó a poner fin a los combates en Camboya y la guerra Irán-Iraq de 1980-88, y al retiro de las tropas soviéticas de Afganistán.
Poco después de la medianoche del 1 de enero de 1992, salió de la sede de la ONU a su limusina en espera, ya no era el secretario general, pero había alcanzado su objetivo final después de horas de duras negociaciones: un pacto de paz entre el gobierno salvadoreño y los rebeldes de izquierda.
Pérez de Cuéllar se casó con Marcela Temple. Tenía un hijo, Francisco, y una hija, Cristina, de un matrimonio anterior.
Su funeral se llevará a cabo en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Perú el viernes.
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