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Amado y odiado, el rockero argentino Andrés Calamaro está de regreso, y con nuevos amigos

Argentine singer-songwriter Andrés Calamaro performs in 2020.
El cantautor argentino se presenta durante el festival Vive Latino 2020 en la Ciudad de México, en 2020.
(Alejandro Meléndez / AFP / Getty Images)

Ciertos artistas musicales requieren solo un nombre para evocar su presencia mítica: Elvis, Beyoncé, Shakira, Morrissey. Pero pocos apodos pueden igualar la hermosa peculiaridad, la extraña simetría, del nombre del iconoclasta rockero argentino Andrés Calamaro, conocido por sus fanáticos simplemente por su apellido, tan cercano al nombre de un marisco.

Al igual que su cefalópodo homónimo, Calamaro, a lo largo de sus 40 años de trayectoria, demostró ser experto en cambiar sutilmente los colores -desde el rock, el funk y el reggae hasta el jazz, los boleros y los tangos- con una voz que puede ser sedosamente seductora o ronca como el papel de lija, mientras agita constantemente las aguas de la cultura popular sudamericana. Esa combinación le permitió ser un solista pionero que también prestó su talento a dos bandas imprescindibles del movimiento del rock en español.

Aunque indiscutiblemente un ídolo del género, Calamaro desarrolló una especie de relación de amor/odio con muchos latinoamericanos y latinos, que comienza con sus enigmáticas declaraciones, su insistente devoción al deporte sangriento de las corridas de toros, sus opiniones contundentes y siempre polémicas sobre el género, la política, los problemas ambientales y lo que sea.

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“Hay gente que discute y se ríe conmigo, y si es necesario, los dejo llorar en mi hombro”, afirmó Calamaro, de 60 años, durante una reciente entrevista vía Zoom desde Madrid, donde ahora pasa la mayor parte de sus días.

“El mundo occidental está dividido a la mitad. Soy un feminista de toda la vida, pero ahora hay un feminismo muy agresivo. Hay ideas extrañas sobre los animales, el medio ambiente, las razas. Siempre he sido una persona tolerante, liberal, para nada autoritaria, y creo que se están llegando a extremos que no tienen más utilidad que dividir a la gente, que generar enfrentamientos.

“Discuten conmigo cuando tengo razón, y yo no voy a dejar de tener razón porque discutan conmigo”.

Algunos dirían que esta actitud huele a la arrogancia de un dios del rock. Y, sin embargo, cara a cara, Calamaro sorprende a muchos colegas e interlocutores como encantador, afable y de mente abierta.

Que es exactamente lo que diría Calamaro sobre sí mismo.

“No tengo coche ni manejo; sería un angelino horrible. Tampoco tengo reloj. Sin embargo, ‘tomo la temperatura’ de la calle. Si me siento con cuatro amigos, todos piensan de manera diferente a mí”.

Ese tal vez sorprendente talento para llevarse bien con los demás se manifiesta en su último disco, ”Dios los cría”, 15 versiones a dúo de sus propias canciones que traspasan fronteras generacionales y geográficas. Entre sus colaboradores se encuentran veteranos ídolos del pop español, como Julio Iglesias y Raphael, representantes más jóvenes del sonido latino, como Sebastián Yatra y Mon Laferte, y la indigenista neotradicional oaxaqueña Lila Downs.

El nuevo disco le ofrece a un artista singular, de probada capacidad de permanencia, la oportunidad de revisitar sus grupos anteriores, vidas y yoes anteriores.

Nacido en Buenos Aires, el cantante-pianista hizo sus pininos musicales en un formidable número de bandas poco recordadas: Raíces, Dickinson Power Trío, Chorizo Colorado Blues Band, Elmer’s Band, Morgan y Stress.

Luego, a principios de la década de 1980, fue llamado por el legendario cantante bonaerense Miguel Abuelo para unirse a la alineación reconstituida de la ya popular Los Abuelos de la Nada, que en su nuevo formato se convirtió en una de las bandas más exitosas de América Latina dentro de su género.

Con Los Abuelos (como empezaron a llamarse), Calamaro grabó tres discos de estudio y compuso varios temas que viven como himnos de fiesta, entre ellos “Mil horas”, con su inmortal estribillo “Tengo un cohete en el pantalón/Vos estás tan fría”. Después de su salida del grupo, dio sus primeros pasos como solista y lanzó cuatro álbumes que, a pesar de las bendiciones de la crítica, prácticamente se derrumbaron a nivel comercial.

Todo eso cambiaría con su traslado a Madrid y la fundación de Los Rodríguez, un clan formado por dos argentinos y dos españoles, que conquistó primero América Latina y luego la patria hispanohablante. Una pista de Calamaro, “Mi enfermedad”, se convirtió en la melodía característica del semidiós del fútbol argentino Diego Maradona, quien en ese momento estaba empezando a consumir drogas duras.

Los Rodríguez en sí demostraron estar destinados a no perdurar, y se separaron después de seis años. Un guitarrista murió por complicaciones de sida; el bajista se suicidó. Pero su influencia audazmente experimental continúa.

“Lo que Andrés hizo en España con Los Rodríguez es extremadamente importante, porque combinó rock, flamenco y rumba para crear un formato que ahora está completamente incorporado al rock”, consideró Gustavo Santaolalla, músico, compositor y productor argentino residente en Los Ángeles, en una entrevista.

“Se dio cuenta que no solo era necesario escribir en nuestro idioma, sino también tocar en nuestro idioma, incorporando cosas que tuvieran que ver con nuestra identidad”, agregó Santaolalla, él mismo pionero del rock argentino con el Rainbow Fusion Group; productor de artistas como Café Tacvba, Maldita Vecindad, Molotov y Julieta Venegas, y doble ganador del Oscar por las bandas de sonido de “Brokeback Mountain” y “Babel”.

Tras separarse de Los Rodríguez, a finales de los 90, Calamaro regresó como solista con “Alta suciedad” (1997), un disco decisivo en su carrera gracias a la inclusión de “Flaca”, el confesionario mordaz de un enamorado, que se hizo ineludible en todo el Cono Sur. Poco después inició su etapa más prolífica e impactante con “Honestidad brutal” (1999), que contiene 37 canciones, y “El salmón” (2000), un asombroso CD quíntuple con más de 100 temas.

El irreprimible efluvio creativo de Calamaro de hace dos décadas fue seguido por una sequía temporal, pero desde entonces, grabó nueve álbumes de estudio adicionales, incluido “Cargar la suerte” (2019), que ganó el Grammy Latino al Mejor Álbum de Pop/Rock.

Ahora, el cantautor argentino volvió al mercado de la música con “Dios los cría”, gran parte del cual se grabó entre 2016 y 2018. Aunque el disco se extrae del prodigioso cancionero de Calamaro, sus composiciones fueron reconcebidas en un formato novedoso. Firmemente alejadas de sus orígenes rockeros, los temas adoptan un estilo considerablemente más suave, y sus múltiples voces reconocibles se inclinan hacia el bolero.

Aunque Calamaro ha minando esta vena musical por un tiempo, parece atraído por cómplices capaces de elevar sus ambiciones a un nivel casi wagneriano.

En 2016, lanzó un álbum construido solo con arreglos para piano de Germán Wiedemer, quien también es el pianista y arreglista de “Dios los cría”. Pero en el nuevo disco, trabaja con una alineación estelar de cantantes y también seleccionó al productor Carlos Narea, quien supervisó espectáculos tan elevados como una versión del “Himno a la alegría”, de Beethoven, con 40 cantantes, una orquesta y el guitarrista de Queen Brian May, y un tributo en Guadalajara a Plácido Domingo que llenó un estadio de fútbol con 80 músicos y una banda de mariachis.

Las conexiones iniciales de Calamaro con la mayoría de sus colaboradores en “Dios los cría” provienen de encuentros en los premios Grammy Latino. Una de las presencias más inesperadas del nuevo álbum, como colaborador en una versión de “Algún lugar encontraré” que evoca el rock sureño de Estados Unidos, es Carlos Vives.

El medio preferido del cantautor colombiano del vallenato moderno, una música folclórica con acento caribeño y orientada a la danza, parecería muy alejado del rock híbrido angloandino de Calamaro. Sin embargo, vale la pena recordar que Vives describió una vez su propio estilo como “rock de mi pueblo”. “Empecé a escuchar Calamaro a los 19 o 20 años, cuando descubrí el rock en mi idioma, y marcó mi vida”, reconoció Vives durante una sesión de Zoom desde Bogotá. “Es uno de los íconos de ese movimiento, como lo son Charly [García] y Fito [Páez], y como lo fue Luis Alberto [Spinetta]”, nombrando a otros integrantes del panteón del rock argentino. “Es parte de un mundo que amo profundamente, que los sudamericanos disfrutamos mucho y que debería ser mucho más apreciado en Estados Unidos”.

El más joven de todos los invitados de “Díos los cría” es otro colombiano, Yatra, una nueva sensación del pop latino que se siente cómodo haciendo incursiones en el reguetón.

Calamaro y Yatra se conocieron en Las Vegas, y este último se ofreció a cantar la balada de guitarra “Paloma” en lo que Calamaro describe con aprobación como “una manera voluble, con gran humildad. Y los modales y la humildad merecen una respuesta positiva de mi parte, así que lo cantamos juntos”.

Yatra comentó que la pista era la favorita de sus padres, y que fue “un honor que el maestro me haya dado la oportunidad de hacer esto”. En su ciudad natal de Medellín hay mucha influencia de la cultura musical argentina, desde el tango hasta el rock, agregó.

A fines de 2020, Netflix estrenó la serie documental “Rompan todo: la historia del rock en América Latina”, de la cual Santaolalla fue productor ejecutivo y en la cual Calamaro efectúa comentarios. Naturalmente, la serie despertó todo tipo de pasiones en el mundo latino, por sus inclusiones y omisiones. Los enemigos de Calamaro se desataron en las redes sociales; el artista los enfrentó sobre todo con buen humor, sin rebajarse con falsa modestia ni preocuparse demasiado por quién podría ofenderse.

“En Buenos Aires se usa mucho el sarcasmo, la ironía, hablar mal, y no siempre nos entienden”, comentó el artista. “Soy un músico de rock, y por mandato, el rock tiene que ofender, pisar todos los charcos. Además, crecí en una familia donde hablaban seriamente de política, música, cultura, las vanguardias. Algunas de mis ideas están adelantadas muchos años”.

“En Argentina hay un escenario de división; en Chile, hay otro; en Perú, otro. En Colombia también, ahora mismo. Y también en España. Tenemos diferentes mapas fracturados, y la cuestión cultural está muy alterada. Siempre fui parte de las minorías. Lo que está pasando ahora son caprichos de la clase media; no voy por la vida abrazando árboles”.

Santaolalla no ignora que su compatriota no es del agrado de todos. “Es un tipo muy obstinado y, como todo ser humano, puede decir algo ahora y otra cosa en dos años; no porque sea inconsistente, sino porque la gente cambia”. Finalmente, agregó, “Calamaro es una persona especial, un artista. Tómalo o déjalo”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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