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‘Doctor Strange’ lleva a la pantalla a un superhéroe poco conocido, pero de todos modos fascinante

A estas alturas, sería fácil perder la paciencia con las películas de superhéroes, que han copado el mercado de los estrenos comerciales y parecen a veces quitarle el oxígeno a las producciones independientes de menores presupuestos pero mayor complejidad. Sin embargo, cada vez que pensamos eso, Marvel nos sorprende con un nuevo prodigio.

No siempre lo hace, claro; todavía se recuerda con pesar lo ocurrido en el 2015 con “Fantastic Four”, que tuvo críticas desastrosas. Pero ese mal paso fue subsanado con creces este año por “Deadpool” y ”Captain America: Civil War”, otras dos cintas surgidas de los cómics de la misma compañía; y la eficiente ruta se prolonga ahora con “Doctor Strange”, un trabajo en el que no habíamos puesto muchas esperanzas, pero que nos ha complacido particularmente.

Si no esperábamos mucho es simplemente porque no conocíamos al personaje, lo que nos llevaba a imaginar que se estaba rebuscando en historias poco conocidas para tratar de sacarle el jugo a algo que no lo merecía, aunque esa misma idea hubiera descalificado de antemano las versiones fílmicas de ”Deadpool” y “Ant-Man” (que fue también muy buena).

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Lo cierto es que los resultados de “Doctor Strange” son altamente positivos, y muchas veces incluso brillantes, debido sobre todo a la evidente dedicación puesta en su elaboración, empezando por la labor de su director y coguionista Scott Derrickson (“Sinister”) y siguiendo por los méritos de un estupendo reparto encabezado por el excelente actor británico Benedict Cumberbatch, quien se dio a conocer por su papel protagónico en la serie teleserie “Sherlock” y que impresionó luego en la película “The Imitation Game”.

Cumberbatch es un intérprete tan dotado que su simple aparición en la pantalla llama la atención, pero no hay que desmerecer la presencia de una orientación correcta en el plató y de unos diálogos adecuados, lo que le permite otorgarle a su creación una personalidad especialmente exuberante en la que se combinan de modo verosímil la arrogancia y la vulnerabilidad necesarias como para que un tipo de capa y bigotito no resulte simplemente ridículo.

El inglés hace de Stephen Strange, un neurocirujano aclamado por sus habilidades en el quirófano pero distinguido igualmente por su arrogancia que, luego de sufrir un accidente automovilístico, termina con sus preciosas manos inutilizadas. Empeñado en curarse con los aportes de la ciencia tradicional, el doctor descuida el naciente romance que tiene con su colega Christine Palmer (la siempre correcta y hermosa Rachel McAdams) y se convierte en un hombre huraño y descuidado, hasta que la vida lo pone en contacto con una alternativa en la que nunca hubiera pensado en otras circunstancias.

Se trata de una escuela de misticismo oriental que lo traslada a Nepal para conocer a Ancient One, una maestra espiritual interpretada por Tilda Swinton (pese a que en los cómics el papel era masculino), quien le enseña que debe dejar de lado sus prejuicios para poder acceder de eso modo a formas de sanación imposibles de encontrar en la medicina oriental, lo que le da un aspecto novedoso a una cinta perteneciente a un género en el que los participantes suelen distinguirse por habilidades físicas.

Tras cruzar la barrera del escepticismo y luego de un arduo entrenamiento (porque esta es una historia de orígenes), Strange se encuentra capacitado para enfrentar el peligro que representa un viejo discípulo de Ancient One que se salió del rebaño (sí, ya sabemos que suena a algo de “Star Wars”), apelando a unos poderes que permiten generar círculos de fuego interdimensionales, deformar edificios y hasta manipular el tiempo.

Todo esto, llevado de la mano del director Derrickson, se muestra a través de unas imágenes que, sin dejar de lado la espectacularidad propia de las producciones de esta clase, adquiere un carácter diferente debido a la premisa de la historia, convirtiendo de paso al filme en el título más “locochón” de superhéroes que hayamos visto. En otras palabras, vale la pena apreciarlo en la versión de 3D, aunque esta sea más cara, porque en este caso, la técnica no deja nunca de impresionar y es parte del encanto.

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