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Nancy Reagan llevó su fervor por el lujo a Washington

En esta foto del 16 de noviembre de 1988, el presidente Ronald Reagan, a la izquierda, y la primera dama Nancy Reagan, segunda de la derecha, posan con la primera ministra británica Margaret Thatcher y su esposo, Dennis, en una cena de estado en la Casa Blanca, en Washington. Nancy Reagan murió el domingo 6 de marzo del 2016. Tenía 94 años. (AP Foto/Charles Tasnadi, Archivo)
(Charles Tasnadi / AP)

Al igual que su emblemático rojo intenso, Nancy Reagan abordó siempre la moda y el estilo con audacia.

Para bien o para mal, trajo con ella a la Casa Blanca su afición imperturbable por el lujo y la alta costura, representada en el vestido que lució en la toma de posesión de su marido en 1981: un brillante traje blanco de una sola manga bordado de cristales, diseñado por John Galanos.

Ese vestido se exhibe en el Smithsonian Institution, no lejos del traje de una manga que lució otra primera dama con gran estilo, Michelle Obama, durante la investidura de su esposo, apunta Lisa Kathleen Graddy, curadora del Museo Nacional de Historia Estadounidense.

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“Nancy Reagan tenía un sentido de elegancia muy claro”, dijo Graddy. “Disfrutaba la moda y creía que era parte de su trabajo promover la moda estadounidense. Sabía que era observada, que la gente se fijaba en qué llevaba puesto y de QUIÉN. Sentía que esta era una posición muy pública y a menudo formal, y que debía vestirse consecuentemente”.

A menudo, eso se tradujo en opulentas creaciones de Oscar de la Renta, por ejemplo, o de Galanos. También favoreció a Bill Blass. Pero la primera dama no solo estaba interesada en su propio estilo individual, apunta Graddy. “Ella creía en darle un cierto estilo para la Casa Blanca”, dijo Graddy. “Tenía una visión precisa de cómo la Casa Blanca y la presidencia, y Estados Unidos, debían presentarse a nivel internacional”.

No resulta sorpresivo que una de las secciones de la exhibición en “Las primeras damas en el Smithsonian” que incluye a la señora Reagan se titule “Primeras damas a la moda”. Su vestido allí no es rojo, pero muchas de sus conocidas fotos la muestran en ese color.

“Un poco de respeto para la mujer que de algún modo logró apropiarse de todo un color”, dijo la actriz Alison Fraser, quien interpretó a la primera dama recientemente en el musical off-Broadway “First Daughter Suite”, en el Public Theater.

En el espectáculo de Michael-John La Chiusa, Fraser apareció apoltronada junto a una piscina en un traje de baño y bata rojos. Dice que pese a sus reservas sobre la primera dama en otras áreas no relacionadas con la moda, su investigación para el papel la hizo darse cuenta de que “la mujer tenía estilo. ... Cuando estaba en el escenario usando el fabuloso traje de baño y bata rojos diseñados por Toni-Leslie James, absolutamente sentí que podía dominar al mundo”.

“En su caso”, agrega Fraser, la frase “‘vestida para triunfar’ adquirió todo un nuevo significado”.

Claro, el gusto de la señora Reagan por el lujo también la metió en problemas. Junto con sus esfuerzos para engalanar la Casa Blanca y renovar su vajilla de porcelana con fondos de una fundación privada, su elegante vestuario le mereció un apodo indeseado: “Reina Nancy”. Fue criticada por sus gustos caros, dice Carl Anthony, historiador de la Biblioteca Nacional de Primeras Damas, quien también escribió discursos para la señora Reagan.

“Creo que eso la desconcertó”, dijo. “Con todos esos años en Sacramento (como la esposa del gobernador) sin que nadie criticara su ropa, pensó que estaba preparada, que la transición no sería tan difícil. Aquí va ella a la capital y ... su gusto personal se convierte en un tema de debate”.

Anthony dice que cree que la primera dama “no entendía del todo lo que exhibir ese tipo de lujo decía cuando había una crisis de indigencia y desempleo”.

“Pensó que estaba haciendo algo bueno al mejorar el estatus de la Casa Blanca”, dijo Anthony. “Pensó que la gente quería lo mejor para la Casa Blanca. Pero aprendió que incluso el tipo de decisiones más personales tienen el potencial de ser una carga política”.

La primera dama también se vio en problemas por aceptar ropa de diseñadores, violando así — inconscientemente, dice Anthony — la entonces nueva Ley de Ética Gubernamental de 1978.

Pero la señora Reagan ayudó a su propia causa al burlarse de su propia imagen con la canción “Second-Hand Clothes” (Ropa de segunda mano), una parodia de “Second-Hand Rose”, en el homenaje humorístico Gridiron de 1982 en Washington, lo que le mereció el aplauso de los periodistas presentes.

“Hasta mi nueva gabardina con cuello de piel, Ronnie la compró por 10 centavos de dólar”, cantó la primera dama.

“Ese fue un punto de inflexión”, dijo Anthony. “Pero ese primer año y dos meses fueron duros”.

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