La historia de Los Lobos entre los grandes de la música Americana
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DENVER/EFE — El nuevo libro del crítico y etnomusicólogo Chris Morris, “Los Lobos: Dream in Blue”, repasa cuatro décadas de creación musical del emblemático grupo musical mexicoestadounidense.
Morris detalla la larga trayectoria musical tanto del grupo como de sus integrantes y cómo han logrado sintetizar una gran variedad de estilos sin dejar atrás sus raíces mexicoestadounidenses.
El grupo angelino que alcanzó la fama internacional en 1987 con el éxito de “La Bamba” se ha caracterizado por el mestizaje musical de su repertorio, inspirado por el rock, country, blues, punk y, por supuesto, la música tradicional mexicana y los boleros y baladas de la frontera.
Si se toma en el conjunto de su discografía, la música de Los Lobos es difícil de clasificar, sin embargo, Morris destaca que su aporte a la música vernácula americana ha sido considerable.
En efecto, el libro de Morris pertenece a la colección “Música Americana” de la editorial de la Universidad de Texas, dedicada tanto a lectores aficionados a la música como a etnomusicólogos y críticos culturales.
Morris resultó ser el candidato perfecto para escribir esta biografía, no solo como admirador de la banda durante décadas, sino también como periodista y crítico, lo cual le ha brindado una perspectiva histórica tanto del grupo como de sus integrantes.
Aunque muchas personas clasifiquen a Los Lobos como una “banda chicana”, Morris destaca que el término mexicoestadounidense se ajusta mejor a su origen artístico.
Los cuatro de integrantes originales de Los Lobos en la década de los setenta eran hijos de inmigrantes mexicanos y tres de ellos, aclara, Conrad Lozano, David Hidalgo, Louie Pérez, habían nacido y crecido en hogares mayormente anglohablantes de Los Ángeles.
Solo César Rosas se había criado con la música tradicional mexicana en el estado de Sonora, donde vivía con su familia en humildes circunstancias.
Rosas le contó a Morris sus primeros recuerdos de haber escuchado música en vivo.
“Yo crecí en el desierto, no en la ciudad”, le dijo Rosas. “Recuerdo que en ocasiones había algún cumpleaños o celebración especial y aunque no teníamos agua corriente o electricidad, se buscaba un generador para traer a un conjunto norteño”.
Ese primer recuerdo fue el principio de un sueño que tardaría años en realizar.
En 1962, Rosas y su familia emigraron al este de Los Ángeles donde el joven comenzó a seguir la música de los Rolling Stones, The Beatles y Elvis. Más adelante, Rosas ampliaría su apreciación musical como fanático de Cream, Eric Clapton, Led Zeppelin y el R&B de James Brown y Aretha Franklin, pero no sería hasta más tarde que se formaría como músico.
A partir de entrevistas, incluyendo a Frank González, cofundador del grupo, Morris repasa el inicio de Los Lobos y sus primeros años de actuaciones en el barrio.
“Tocamos en un montón de escuelas”, en asambleas estudiantiles y programas culturales, recuerda Hidalgo.
Pero el pan de cada día se ganaba en las bodas.
“Si eras chicano y te casaste entre 1973 y 1980, lo más probable es que hayamos tocado en tu boda”, expresó Pérez.
Lozano, por su parte, recuerda que tocaban hasta en velorios e incluso hasta en un “bar mitzvah”, costumbre judía por la que los padres festejan la madurez de sus hijos adolescentes.
Era también la época dorada del movimiento chicano, cuyo énfasis en la herencia cultural y política de identidad ayudó a impulsar la propuesta musical del grupo.
El momento clave para Los Lobos llegó con la oportunidad de grabar la música de Ritchie Valens para la película de 1987.
Inesperadamente, la película sobre el cantautor mexicoamericano fenecido trágicamente en 1959 resultó un éxito de taquilla, lo cual ocasionó que el disco de la banda sonora sobrepasara los dos millones en ventas.
El éxito fue agridulce, ya que no se trataba de su música original. Sin embargo, fue precisamente este éxito lo que les facilitó la posibilidad de grabar un disco música tradicional mexicana en español con un sello estadounidense como Warner Bros.
Radicalmente diferente al sonido de la banda sonora, “La pistola y el corazón” no fue el éxito comercial que se esperaba.
Sin embargo, Morris aclara que el álbum había sido concebido como una “reexpresión de la autodefinición artística y cultural” del grupo, lo cual les ganó un segundo premio Grammy, esta vez por la mejor interpretación mexicoamericana.
Morris comenta la génesis de cada una de las grabaciones del grupo, su particular estilo, y la renuencia a repetirse en grabaciones posteriores.
El gran acierto de Morris es haber situado a Los Lobos dentro del contexto urbano de Los Ángeles, describiendo la relación simbiótica entre ambos.
El libro está lleno de anécdotas, observaciones críticas y detalles de la geografía musical que deleitarán tanto a fanáticos del grupo como a estudiosos de la música estadounidense.
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