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El COVID-19 cobra más víctimas jóvenes en EE.UU, y otra vez crecen las muertes

People wait for a COVID-19 vaccination while sitting in socially distanced chairs
La gente espera una vacuna contra el COVID-19 en un evento realizado por Impact Church, el domingo en Jacksonville, Florida. La iglesia perdió a varios miembros a causa de la enfermedad en las últimas semanas, según el pastor George Davis.
(Impact Church vía AP)

Una joven madre acababa de celebrar su primer aniversario de boda; fue una de los seis feligreses de una iglesia de Jacksonville, Florida, que murieron en un lapso de 10 días.

Otra mujer de Florida acababa de dar a luz a su primera hija; pudo sostener a la niña recién nacida solo unos momentos, antes de morir.

Un hombre de California falleció pocas semanas antes de cumplir 53 años, mientras su esposa estaba conectada a un respirador en el mismo hospital, en Oakland, y ni siquiera se enteró de su fallecimiento, el 4 de agosto pasado.

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El número de muertos por COVID-19 comenzó a dispararse nuevamente, a medida que la variante Delta atraviesa a la población no vacunada del país y llena los hospitales con pacientes, muchos de los cuales son más jóvenes que durante las primeras fases de la pandemia.

Estados Unidos ahora tiene un promedio de alrededor de 650 muertes por día, aumentando más del 80% desde hace dos semanas y superando la marca de 600, el sábado, por primera vez en tres meses.

Los datos sobre la edad y la demografía de las víctimas durante el aumento repentino del Delta aún son limitados, pero los hospitales en los epicentros del virus hablan claramente de más admisiones y decesos entre personas menores de 65 años.

Los funcionarios del hospital de Florida notan una afluencia de adultos jóvenes y saludables que llenan sus salas en todo el estado, muchos de los cuales necesitan oxígeno. La semana pasada, el 36% de las muertes ocurrieron en la población menor de 65 años, en comparación con el 17% en la misma semana del año pasado, cuando el estado estaba experimentando un aumento similar de COVID-19. Florida lleva la delantera de decesos por COVID-19 en el país, con un promedio de más de 150 por día en la última semana.

Los pacientes más jóvenes marcan un cambio respecto a las personas mayores y frágiles -muchas de las cuales viven en residencias para adultos- que sucumbieron al COVID-19 hace un año, antes de que los estados dieran prioridad de vacunación a los adultos mayores. Más del 90% de las personas mayores tienen al menos una dosis, en comparación con aproximadamente el 70% de los estadounidenses menores de 65 años.

En una iglesia predominantemente negra en Jacksonville, con un ambiente hipster, música contemporánea y una fuerte presencia en las redes sociales que refleja el estilo de su congregación, joven y enérgica, seis feligreses murieron en un lapso de 10 días desde fines de julio. Todos tenían menos de 35 años.

Estaban “todos sanos, todos sin vacunar”, se lamenta el pastor George Davis, de Impact Church, quien conocía a cada uno personalmente y sufrió con dolor propio en los funerales. Desde entonces, ha realizado dos eventos de vacunación para su congregación, de aproximadamente 6.000 miembros, en los que más de 1.000 se inocularon.

Entre los feligreses que murieron se encontraban un hombre de 24 años, a quien Davis conocía desde que era un niño pequeño, y una mujer de su equipo de adoración, que había celebrado su primer aniversario de bodas solo unas semanas antes de fallecer. El marido de ella se recuperó. Según Davis, la joven era “la viva imagen de la salud; vibrante”.

“Existe la sensación entre la gente joven de que, de alguna manera, son invencibles”, comentó la Dra. Lena Wen, profesora de salud pública en la Universidad George Washington y ex comisionada de Salud de Baltimore. “Sin embargo, desafortunadamente, algunos de los internados van a morir; eso significa más decesos de jóvenes. Tal como se ha visto, en algunos casos se trata de personas que incluso tienen niños pequeños”.

Entre esos padres se encuentra Kristen McMullen, que había decorado la habitación de su bebé con soles y arcoíris, para celebrar su estación favorita -el verano-, nombre que también le daría (en inglés) a su primogénita.

La mujer, de 30 años, se enfermó tres semanas antes de su fecha prevista de parto y fue internada en West Melbourne, Florida, con COVID-19. Después de una cesárea de emergencia, McMullen pudo sostener a su bebé por unos momentos antes de ser trasladada a una unidad de cuidados intensivos, donde falleció poco después. “Decía que estaba asustada, que no quería morir”, comentó su tía, Melissa Syverson, entre sollozos. “Ella luchó para sobrevivir por la bebé”. La mujer expresó que su familia prefería no revelar si McMullen estaba vacunada.

Carlos Reyes se mostraba escéptico con respecto a la vacuna, al igual que su esposa, María, hasta que ellos y sus dos hijos adolescentes tuvieron que ser trasladados de urgencia al hospital de Oakland.

Su hijo de 14 años, Sergio, no necesitó hospitalización después de recibir oxígeno, mientras que Emma, de 19 años, se unió a sus padres en la unidad de cuidados intensivos , mientras que los padres fueron conectados a respiradores.

La otra hija del matrimonio, de 32 años, tiene una enfermedad autoinmune y fue la única que estaba vacunada cuando se enfermaron. “Todos dudamos un poco al principio”, remarcó la hija mayor de la pareja, Jasmine Rivas Fierro, de 34 años.

Los cuatro hijos no quisieron perturbar a su madre diciéndole, mientras ella aún estaba en terapia intensiva, que su esposo, Carlos, había muerto un día después de su 22º aniversario de bodas. “Ella lo amaba mucho”, reconoció Rivas Fierro sobre su madre, quien sigue en el hospital.

La familia ahora pide a quienes deseen ser parte del funeral de Carlos, la próxima semana, que estén totalmente vacunados.

Cindy Dawkins también dejó cuatro hijos, de edades comprendidas entre los 12 y los 24 años. Murió el 7 de agosto, menos de una semana después de celebrar su medio siglo de vida junto con su familia, en Universal Studios en Orlando. Tenía tos y parecía cansada ese día, antes de que su condición se deteriorara rápidamente y tuviera que ser trasladada de urgencia al hospital en una ambulancia.

Su familia cree que contrajo el virus en su trabajo en un bistró de su ciudad natal de Boynton Beach, Florida, donde era mesera y sus compañeros también dieron positivo. La mujer estaba sana y se había hecho pruebas con regularidad, pero seguía dudando de vacunarse. “Quizá la vacuna hubiera ayudado a combatir la enfermedad, pero no sé si la hubiera detenido por completo”, reconoció su hijo de 20 años, Tre Burrows.

Mientras la familia lucha con el dolor y ordena la tutela de los hijos más pequeños de Dawkins, también se entristecen por lo que podría haber sido. Dawkins llegó a EE.UU desde las Bahamas cuando estaba en la preparatoria, y según sus hijos estaba cerca de convertirse en ciudadana estadounidense, un evento que la familia planeaba celebrar con un viaje, durante el Día de Acción de Gracias.

“Por fin todo marchaba bien”, afirmó su hija, Jenny Burrows. “Hasta que sucedió esto”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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