Españoles en San Diego navegan entre identidades: latinos, europeos o gallegos
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Mucho han cambiado las cosas en San Diego desde que los españoles arribaron en 1542 a las órdenes del marinero Juan Rodríguez Cabrillo. Casi cinco siglos después, la comunidad española en estas tierras ya no surca las aguas californianas fundando misiones ni llega a bordo de grandes galeones. Ahora utilizan el avión, vienen con un título universitario bajo el brazo y, nada más aterrizar en el Nuevo Mundo, se ven obligados a torear un debate identitario que les resulta completamente nuevo. ¿Son hispanos, europeos o gallegos?
Desde los años setenta se ha ido configurando en este condado una colonia española que, pese a ser muy reducida, ha ido creciendo por décadas. En la actualidad, el Consulado Honorífico de España en San Diego tiene registrados oficialmente a entre 1800 y 2000 ciudadanos, si bien estima que hay muchos más no inscritos. Esta cifra no supone ni el 0.20 por ciento de la población latina de la zona, que la Oficina del Censo estima en más de un millón de personas.
“Somos pocos, pero también es cierto que muchos españoles no se apuntan en nuestra base de datos”, alega María de los Ángeles O’Donnell, cónsul honoraria de España en San Diego. “Dentro de este grupo hay mucha diversidad. Tenemos jubilados, profesores con visado de trabajo, investigadores y estudiantes, sobre todo. No hay un perfil único”, detalla.
Dentro de la familia hispana, este colectivo presenta sus propias particularidades. Por lo general, según relata O’Donnell, el español que emigra a los Estados Unidos viene con los papeles en regla y con una oferta de empleo calificada. Sin embargo, esto ha cambiado ligeramente desde que en 2008 comenzó la crisis en Europa.
Llegar a California es sencillo para los españoles, gracias a que pueden visitar este país durante 90 días sin visado. “Una vez aquí, como en este estado no hacen demasiadas preguntas, algunos logran un trabajo y se quedan, pero ilegalmente”, admite la cónsul.
Esta situación empieza a quedar recogida en cifras oficiales. Según un informe del Departamento de Seguridad Nacional, del casi millón de españoles que debió abandonar el país en el año fiscal 2017, un 1.38 por ciento no lo hizo en plazo, es decir, unos 13 780 se quedaron de forma irregular.
Esto supone un “riesgo”, alerta la diplomática, ya que si la policía los intercepta pueden acabar deportados. “Gracias a Dios no son muchos casos”, tranquiliza O’Donnell, y lo califica como un “fenómeno reciente”, que afecta “como mucho a cuatro o cinco españoles al año en la zona”.
Esta barcelonesa de nacimiento, pero criada en Madrid, está a punto de jubilarse a sus 77 años. Llegó a San Diego en 1972 y, en este tiempo, ha tenido que afrontar varias veces el dilema identitario, con sus perjuicios y ventajas.
“En los años ochenta mi hermana vino de luna de miel a San Diego y le prestamos un auto. Se les averió en La Jolla y fueron a un taller, hablando inglés con acento español. Cuando el mecánico la escuchó, le dijo que el vehículo tardaría días. Tras mencionar ella que venían de España, el operario los mandó a una cafetería y entonces les dijo que solo le llevaría unas horas”, relata O’Donnell.
La cónsul asegura que “hoy en día, por suerte, esto ya no pasa” y ahora pertenecer a la minoría hispana puede incluso reportar beneficios a la hora de acceder a programas educativos.
“El gobierno federal nos considera hispanos por hablar español”, abunda. En su opinión, esto es compatible con sentirse europeo, aunque “habría que preguntar a cada español cómo se identifica”.
Ni hispano ni latino
“Yo no me considero ni latino ni hispánico, sino español”. Es la respuesta de Jesús Soriano, guitarrista madrileño de 69 años que llegó a San Diego en 1973. En aquella época, según rememora, en los documentos oficiales “te daban a elegir entre blanco o hispano”.
Para él, este término no representa a los españoles. Ni siquiera la palabra ‘Spanish’. “En cierto modo —argumenta—, los mexicanos han asumido nuestra identidad. Cuando aquí alguien habla de ‘Spanish’ piensan en México. Pasa con el ‘Spanish rice’, por ejemplo, que no se refieren a la paella”.
Este músico actúa cada martes y jueves en el Costa Brava, restaurante español que sirve de punto de encuentro a esta comunidad, especialmente cuando hay futbol.
Allí también acude a veces Alicia Muñoz Sánchez, de una generación más joven. A sus 46 años, esta madrileña trabaja como supervisora del Programa de Español en la Universidad de California San Diego (UCSD). Tras 24 años viviendo en el condado, ella ha experimentado la evolución contraria. “Cuando llegué me sentía más europea, pero con el tiempo me reconozco más como latina porque la sociedad estadounidense nos percibe así”, precisa.
A su juicio, hay pros y contras. “La identidad europea aporta prestigio y algunas ventajas, pero también tiene su lado negativo. Por ejemplo, dentro de la comunidad hispana nos pueden ver aún como conquistadores que quieren imponer sus normas lingüísticas y culturales al resto”, precisa.
Ya no hay venancios
Dejando de lado este dilema, hay una tercera personalidad con la que tambéin debe lidiar la colonia española en este continente: la de gallegos. Así se les denomina en los chistes sobre Venancios y Manolos que los presentan como inmigrantes de poco entendimiento.
“Esa caricatura responde al perfil de español de cierta clase social y poca formación que emigró a América hace mucho tiempo”, explica Muñoz Sánchez. En la actualidad, aclara, el español que llega a California está en el extremo opuesto.
Ese precisamente es el caso de Jon Gangoiti, bilbaíno de 50 años. Se dedica a la investigación de las enfermedades congénitas en UCSD. “Aquí vienen muchos españoles a terminar sus postdoctorados y a formarse. De ellos, entre un cinco o un diez por ciento se queda”, afirma.
Desde que él llegó en 2002, como otros compatriotas, ha estado navegando entre varias identidades. “Cuando dices que eres Spanish, muchos estadounidenses lo entienden como hispano. Desgraciadamente decir aquí que eres europeo te puede aportar más prestigio que declararte latino”, lamenta.
No obstante, advierte de que la presencia de investigadores latinoamericanos no tiene nada que envidiar a la de europeos. “Si te paras a contarlos, hay bastantes argentinos, colombianos y brasileños. Creo que la cosa está equilibrada”, señala.
Recuperación de Cabrillo
Más allá de las cuestiones identitarias, lo que parece compartir toda la comunidad española es el carácter reivindicativo que les llevó hace dos años a devolver la españolidad al marinero Juan Rodríguez Cabrillo, al que Portugal disputa como nacional luso.
“Justo cuando se inauguró en San Diego la réplica de su buque, el San Salvador, nos llegó la información documentada de que Cabrillo era español, concretamente de la localidad cordobesa de Palma del Río”, recuerda la cónsul O’Donnell. Aquel hallazgo permitió colocar una placa en su monumento reivindicando el origen hispano de este navegante, junto a otra antigua que sostiene que es portugués.
En la hazaña participó también la Casa de España, una asociación constituida a finales de los setenta por un grupo de inmigrantes. Uno de sus miembros más veteranos, Joaquín Anguera, recuerda el largo camino que ha recorrido esta institución desde su nacimiento hasta que en los noventa logró permisos para levantar una casita en el Parque de Balboa, dentro del conjunto House of Pacific Relations International Cottages, donde distintas naciones tienen una delegación.
“Aún hay mucho por hacer y queremos también atraer a nuevos socios más jóvenes”, comenta este catalán de 75 años, que repasa las tareas que quedan por delante: difundir quién fue el explorador Vasco Núñez de Balboa, por qué hay una estatua del Cid en el parque y, en general, cuál fue el papel de España en la formación de California. En resumen, culturalmente hablando, una reconquista de San Diego.
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