Bertha Loaiza: En el camino hacia la claridad después de la tragedia
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Una cosa es saber que tu madre se suicidó saltando del puente San Diego-Coronado y otra muy distinta es saber que saltó llevándote con ella.
Bertha Loaiza sobrevivió a la caída de 246 pies hace más de 32 años. En aquel entonces tenía 3 años. Los medios la llamaron un milagro, la primera persona en caer y sobrevivir. Personas, incluso de lugares tan lejanos como Mississippi, le enviaron tarjetas, cartas, muñecas y animalitos de peluche mientras se recuperaba de las lesiones sufridas en un ojo y las piernas.
Las heridas emocionales todavía están sanando.
Ahora la residente vitalicia de South Bay quiere promover la seguridad del puente y concientizar a la población sobre la salud mental. Mientras ella habla del caso, Caltrans realiza un estudio de viabilidad para colocar barreras en el puente, donde más de 400 personas se han suicidado desde que se abrió en 1969.
“Quiero ser la voz de los que no pueden hablar”, dijo Loaiza en una entrevista reciente, “y el rostro de aquellos que se sientan con vergüenza”.
Creció pensando que su madre había muerto en un accidente automovilístico, lo que en parte era correcto. Había un automóvil involucrado, un Ford Pinto verde que Angélica Gómez, de 24 años, estacionó en el puente a la mitad del tramo aproximadamente a las 5 p.m. el 4 de agosto de 1985. Luego, tomó a su hija en brazos y se arrojó a la bahía.
Dos pescadores en un barco las sacaron del agua y comenzaron a darles los primeros auxilios. La niña volvió a respirar; su madre ya no. Las autoridades más tarde sacaron conjeturas de que Gómez había sufrido la mayor parte de la caída, protegiendo a su hija al golpear primero el agua.
También dijeron, después de una investigación forense, que Gómez había sufrido depresión y que estaba pasando por un divorcio. Encontraron la tarjeta de presentación de un psicólogo en el Pinto.
Su hija sufrió una catarata traumática en el ojo derecho y una fractura en la cadera derecha. Durante meses llevó un parche en el ojo y yeso corporal.
Al principio, no recordaba nada acerca de la caída, lo que llevó a algunos a creer que pudo haber estado dormida en los brazos de su madre. Para explicar sus heridas, le decía a la gente que había tenido un accidente en un parque cerca de su casa.
Criada por sus abuelos maternos, creció en una casa llena de fotos de su madre, así que nunca se le trató de ocultar esa parte de su pasado, comentó. Pero hubo cosas que no se le dijeron, y los niños tienen una imaginación activa. Así fue como llegó a creer que su madre había muerto en un accidente automovilístico, tal vez uno en el que se involucraba a un conductor ebrio.
Cuando tenía alrededor de 17 años, encontró una cinta VHS con noticias de la prensa tratando el incidente del puente. “Debo haberlo visto 100 veces”, señaló. “Seguí diciendo: ‘esa se parece a mí’. Ahí fue cuando todo cobró sentido”.
‘¿Por qué me llevaste?’
Ella estuvo asistiendo a terapia para sobreponerse al dolor y al sentimiento de sentirse traicionada. Se enteró del capítulo local de Supervivientes de Pérdida por Suicidio y comenzó a asistir a reuniones mensuales.
El pasar tiempo con otras personas que entendían algo de lo que estaba pasando le ayudó, comentó, pero también hubo ocasiones en que la gente recordó su historia por la cobertura que le dieron los medios y eso la hacía sentir incómoda. Entonces se mantuvo alejada de las reuniones por un tiempo y fingió que tal vez el suicidio nunca sucedió.
El momento crucial llegó cuando tuvo que decidir acerca de qué pensar de su madre. “No me gustaba demasiado”, dijo Loaiza. “Seguía preguntando, ‘¿Por qué me llevaste?’”.
Tomó años, pero finalmente llegó a esta conclusión:
“Mi madre me amaba. Las personas con depresión severa están en un mundo realmente oscuro y feo y creo que me llevó con ella porque creía que era la única que podía cuidarme mejor. Y en cierto modo lo hizo. Ella me protegió al final, tomando la mayor parte del impacto. Me lastimó, pero también me salvó”.
Ella sabe que otros quizá no lo vean de esa manera, pero a ella le funciona. Le permitió sentirse más cómoda hablando sobre lo que pasó con su familia y amigos, para ir más allá de la vergüenza que a menudo rodea el suicidio, comentó.
“La depresión está muy malentendida por la gente”, expresó. “Solía ser uno de ellos”.
Foto de la familia de Bertha Loaiza en 1984 cuando tenía tres años, con su madre, Angélica Gómez. Bertha estaba a punto de cumplir cuatro años el 4 de agosto de 1985, cuando su madre, sosteniéndola, saltó del puente San Diego-Coronado.
Ahora, incluso piensa liderar a su propio grupo de sobrevivientes, utilizando sus habilidades bilingües para ayudar a las personas que hablan español y que de otra manera no pudieran participar.
Hace varias semanas, Loaiza vio un documental sobre Kevin Hines, quien a los 19 años sobrevivió a un suicidio en el puente Golden Gate en el 2000.
Diagnosticado con trastorno bipolar, Hines es ahora defensor de la salud mental y realiza presentaciones en todo el país.
Inspirada por la película, Loaiza se puso en contacto con la Colaboración para la Prevención del Suicidio del Puente Coronado San Diego, que ha liderado el esfuerzo para instalar barreras, para lo cual ella se ofreció a compartir su historia.
Ella se encuentra en el programa para ser la oradora principal en una próxima conferencia de prensa de la Colaboración del Puente Coronado.
“Creo que puede crear conciencia de una manera en que nadie más puede hacerlo”, dijo Rhonda Haiston, una de las fundadoras de la Colaboración. “¿Qué podemos hacer para asegurarnos de que lo que le sucedió nunca vuelva a suceder?”.
Loaiza sabe que hay personas que piensan que las vallas u otras instalaciones estropearían la belleza del puente mientras se atraviesa la bahía. Sabe que hay personas que piensan que aquellos que intentan suicidarse irán a otra parte (aunque las investigaciones muestren lo contrario).
Pero incluso una demora de cinco minutos en un intento de suicidio podría marcar la diferencia, dijo. Tal vez van al puente y una barrera los frustra y luego ven un letrero con el número de la línea de ayuda para suicidarse (888-724-7240).
Y luego levantan el teléfono.
‘Nunca lo sabré’
Loaiza cumple 37 años más adelante este año. Trabaja para un proveedor local de servicios de salud, está casada y tiene dos hijos, un niño de 10 y una niña de 6.
Recientemente les contó cómo murió su abuela y su hijo tuvo la misma pregunta que durante mucho tiempo la atormentó: “¿Por qué tenía que llevarte?”
Cuando el niño tenía 3 años, la edad que Loaiza tenía cuando su madre saltó del puente, tuvo un año difícil. “Yo era un desastre de paranoia”, explicó.
Recuerda haber ido a McDonald’s, haber visto jugar a su hijo y haberse preguntado: ¿qué habría sido tan difícil de criar a un niño de esa edad para que su madre hiciera lo que hizo?
“Quería que tuviera sentido”, expresó. “Todavía no estaba en la posición de entender que nunca tendría sentido. Nunca tendré una respuesta de por qué lo hizo. Nunca lo sabré”.
“Todo lo que podemos hacer es seguir adelante, trabajar con lo que tenemos y tratar de hacer del mundo un lugar mejor”.
Wilkens escribe para el U-T.
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