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Las escuelas del condado se esfuerzan para ayudar a prevenir suicidios

San Diego Union-Tribune

Han pasado seis meses desde que Jacob Peterson, un estudiante de primer año de la preparatoria Torrey Pines, murió en el plantel escolar. Eso le ha dado al director Rob Coppo mucho tiempo para reflexionar sobre lo que hace la escuela de Carmel Valley para prevenir el suicidio y qué más podría haber hecho para ayudar a Peterson de 15 años de edad.

Descrito como inteligente, tímido y divertido, Peterson fue asesinado a tiros en mayo después de llamar a la policía a la escuela a las 3 a.m. y confrontarlos con lo que parecía ser un arma de fuego. El arma resultó ser una pistola de aire comprimido, y la muerte de Peterson fue considerada “suicidio por medio de la policía”.

“Impactante fue la única forma de describir” lo que sucedió, dijo Coppo.

Una nueva ley estatal podría darle a Coppo, y al demás personal educativo, las herramientas que necesitan para detectar a los estudiantes en problemas y comunicarse con ellos, antes de que decidan que la muerte es la única opción.

La ley AB 2246, aprobada en 2016, exige que las escuelas con estudiantes del 7 al 12 grado adopten políticas de prevención de suicidio a partir de este año escolar. Los programas enseñan al personal de la escuela — desde maestros y consejeros hasta conductores y guardianes — a reconocer y actuar en alerta por indicios de suicidio.

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“Buscamos entrenar a todos para buscar factores de riesgo, para poder intervenir temprano y evitar que alguien haga algo perjudicial, como quitarse la vida”, expresó Heather Nemour, especialista en proyectos de salud mental y bienestar estudiantil de la Oficina de Educación del Condado de San Diego.

En el condado de San Diego el año pasado hubo 12 suicidios entre jóvenes de 12 a 17 años, según el médico forense del condado. Eso es más que los nueve en 2015, seis en 2014, nueve en 2013, siete en 2012 y cinco en 2011.

La Oficina de Educación realiza talleres para ayudar a los distritos a desarrollar planes que alisten a todos el personal, para vigilar las señales de problemas y tomar medidas si los ven. Al mantener más los ojos en los estudiantes, esperan que puedan disuadir los intentos de suicidio.

“Les estamos pidiendo que presten atención, que solo escuchen sin prejuicios y creen un entorno escolar positivo y afectuoso donde los estudiantes puedan hablar con un adulto comprensivo”, afirmó Nemour. “Mucho de esto son realmente cosas simples, pragmáticas”.

Las señales de problemas incluyen regalar posesiones preciadas, cambios repentinos en el estado de ánimo o demandas de privacidad, o perder interés en una actividad favorita y no reemplazarla con otros pasatiempos, señaló. El abuso de sustancias y la autolesión, como el cortarse, también son factores de riesgo.

“Realmente estamos buscando un ensimismamiento más extremo y cambios dramáticos en el estado de ánimo”, dijo Nemour. “Dormir todo el tiempo o no poder dormir del todo, estar ansioso o agitado”.

Cualquier mención de suicidio indica una amenaza real, mencionó.

“Cada incidente en el que un alumno habla sobre quitarse la vida o lo insinúa, tiene que tomarse muy en serio”, dijo.

Durante el entrenamiento, los miembros del personal practican preguntando directamente a los estudiantes: “¿Estás pensando en matarte?”.

“Va muy directo al punto intencionalmente”, dijo Nemour. “Con los jóvenes, el suicidio no siempre resuena como permanente”.

Brennan escribe para el U-T.

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