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Las comidas gratis ‘no ayudan’ a los indigentes, considera experta

People line up for a free meal at one of the regular street-feedings in downtown San Diego.
(David Brooks/Union-Tribune file photo)
San Diego Union-Tribune

Reunidos en el mismo lugar varios de los principales expertos de San Diego en combatir la falta de vivienda recibieron la misma pregunta: ¿qué debemos hacer?

Amy Gonyeau, directora de operaciones de Alpha Project, tuvo una respuesta que muchos encontraron sorprendente:

“Dejen de dar dinero a los vagabundos sin hogar”, les dijo a 380 personas reunidas recientemente en un foro en el centro de San Diego. “Dejen de alimentarlos. No está ayudando”, señaló.

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Gonyeau no estaba siendo indiferente al problema. Su organización sin fines de lucro, fundada hace más de 30 años, es una de las agencias de asistencia para indigentes más antigua y más grandes de la ciudad, con programas que brindan alojamiento, tratamiento de drogas y alcohol, capacitación laboral y otros servicios.

Su punto es que la caridad, por bienintencionada que sea, no llevan a las personas sin hogar a soluciones permanentes. Le facilita quedarse donde están, dijo ella. Es mejor que vayan a lugares donde puedan ser empoderados, no que les faciliten.

Con sus comentarios, Gonyeau incursionó en una controversia actual sobre la mejor manera de ayudar a las personas sin hogar, especialmente en lo que respecta a la comida. Más de 70 ciudades en todo el país propusieron leyes que limitan la alimentación en las calles, de acuerdo con un conteo que tiene la Coalición Nacional para las Personas sin Hogar, que se opone a las restricciones.

“Las comidas no deberían ser un intercambio de favores”, dice el grupo de defensa con sede en Washington, D.C. en su sitio web. “Una necesidad tan básica debe abordarse de cualquier manera”.

Hay docenas de iglesias y caridades que distribuyen alimentos regularmente en la ciudad de San Diego, donde de acuerdo con un conteo callejero en enero, casi 62 por ciento de las 9116 personas sin hogar del condado se congregan.

Eso hace que la gente sin hogar sea más visible para muchas personas y ayuda a estimular los esfuerzos para alimentarlos.

Hay programas que reparten burritos los domingos por la mañana y otros que hacen enchiladas los lunes por la noche. Iglesias que abren sus puertas para servir espagueti. Voluntarios que caminan por el centro y reparten sándwiches. Algunas personas sin hogar dedican sus días y semanas para encontrar comida.

Para aquellos que proporcionan comidas, especialmente iglesias, ayudar a los pobres es parte de su vocación, parte de su misión. Otros ven sus programas como una forma práctica de retribuir a la comunidad o para enseñar a los jóvenes la empatía por los menos afortunados.

La Coalición Nacional para las Personas sin Hogar dice que es un mito que los programas de alimentación permitan que las personas sin hogar permanezcan en las calles. “Los programas de repartición de alimentos a menudo representan la única forma en que algunas personas sin hogar tendrán acceso a comida sana y segura en un día determinado”, dijo en un informe de 2014.

“Debido a enfermedad, discapacidad o falta de acceso al transporte, muchos dependen de la distribución de alimentos en las áreas cercanas a ellos”.

Mientras que el debate acerca del valor que esto tiene continúa, la repartición de comida sigue siendo popular entre las personas sin hogar. Como parte del conteo callejero en todo el condado en enero, los voluntarios encuestaron a más de mil personas que no tenían techo. Se les preguntó qué servicios usaban regularmente. El 32 por ciento dijo que atención médica; el 16 por ciento usó pases de autobús; 14 por ciento llegó a centros de servicios sin cita previa; y 10 por ciento, a los refugios de emergencia.

Una gran mayoría, el 61 por ciento se refirió a las comidas gratuitas.

Wilkens escribe para el U-T.

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