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Los latinos y los musulmanes tenemos mucho en común

Hace unos años fui a una llantera a remplazar un neumático de mi auto. El hombre que me atendió era medio moreno, medio barbón y con un acento del Oriente Medio. Mientras cambiaba la llanta, nos enganchamos en una buena conversación sobre nada, compartimos un par de carcajadas y cuando llegó la hora de pagar el tipo me ofreció un descuento reservado “para paisanos”.

Mientras firmaba el recibo de la tarjeta, el señor me preguntó: “Hiram”, me dijo, “¿de qué parte de Persia eres?”

“¿Persia?”, le contesté sorprendido. “Yo no soy de Persia. Soy de Tijuana… ¿todavía me vas a dar ese descuento?”.

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Los dos volvimos a reírnos, él un poco apenado por pensar que yo era del Oriente Medio. No era la primera vez que alguien me confundía con alguien de esa parte del mundo. A final de cuentas, muchos latinos tenemos sangre árabe gracias a la invasión musulmana de España que duró más de ocho siglos, y cuya influencia perdura hasta hoy en los bisnietos de los bisnietos de la conquista del Nuevo Mundo.

Esta anécdota siempre me ha hecho gracia, en parte porque la cultura latina es tan diferente de la cultura del Oriente Medio; particularmente, difiere de la musulmana. En ella, por ejemplo, se requiere que las mujeres se cubran todo el cuerpo cuando están en público. Entre los latinos, a falta de tales tradiciones sucede casi totalmente lo opuesto. El contraste es igual o mayor cuando se habla de fiestas, alcohol y muchas otras cosas más.

Sin embargo, tenemos más en común de lo que pensamos.

Los ataques terroristas en París por parte de fanáticos musulmanes han desatado manifestaciones fuertes en países como Alemania en contra de la cultura musulmana. Acusan a los inmigrantes de no asimilarse, de no hablar el idioma natal del país, de tener una cultura diferente, de evitar asociarse con las personas que viven en sus alrededores, etcétera.

¿No te suena esto familiar?

Aquí en Estados Unidos, los musulmanes han sido víctimas de la intolerancia por muchos años, al igual que nosotros los latinos. Para muchos, ellos son una bola de terroristas de la misma forma que nosotros somos una bola de ilegales.

Nosotros sabemos cómo se siente cuando una pequeña minoría de tu gente arruina la reputación de todos. Estoy seguro que durante las manifestaciones antiinmigrantes de la década pasada, yo no era el único que agachaba la cabeza cuando escuchaba en la televisión que un latino había cometido algún delito como traficar drogas, asaltar o provocar un trágico accidente por manejar borracho.

De por sí es difícil combatir los estereotipos como para que las acciones de una pequeña minoría de tu gente nos haga a todos empezar de cero nuevamente, convencer a la sociedad que no todos son así. Yo los entiendo.

Los ataques terroristas de Francia ponen a prueba no solo la libertad de expresión en todo el mundo, sino también nuestra propia tolerancia hacia otros grupos. Nosotros, como latinos, debemos entender bien qué los malos son la minoría de la minoría.

Así como a ellos los detienen más en los aeropuertos, a nosotros nos para más la policía. Así como el racismo les cierra las puertas a las mujeres musulmanas tapadas de pies a cabeza, a nosotros se nos niegan empleos con base en el color de nuestra piel y nuestro lugar de origen.

Así como ellos hablan con acento, así nos escuchamos nosotros cuando hablamos en nuestro inglés descompuesto. Muchos del Oriente Medio son cristianos, como muchos de nosotros.

Así como ellos tienes a los terroristas, nosotros los cristianos tuvimos las cruzadas en España y a los Cristeros en México.

Yo nunca podría practicar una religión como el islam, y conociendo cómo somos los latinos, supongo que habría muy pocos que estarían dispuestos a seguir una religión tan extremadamente conservadora.

Sí, las diferencias son muchas. Pero las similitudes parecen ser iguales o mayores.

De otra forma, nunca me hubieran ofrecido ese descuento en la llantera.

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