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Las palabras que inspiraron al poeta laureado de Estados Unidos

Juan Felipe Herrera, quien el próximo mes comienza sus obligaciones oficiales como el nuevo poeta laureado de Estados Unidos, a menudo habla sobre un momento decisivo que sucedió hace 57 años, cuando era un alumno de tercer grado en la escuela primaria Lowell Elementary School en Barrio Logan.

Herrera, hijo de trabajadores agrícolas migrantes, se encontraba en una ciudad nueva, aprendiendo inglés de forma gradual, tratando de averiguar quién era y lo que era capaz de hacer. Un día su maestra, la Sra. Sampson, lo llamó al frente de la clase para cantar “Tres Ratones Ciegos”.

Cuando terminó, ella le dijo, “Tienes una hermosa voz”.

“Había estado batallando hasta ese momento, y ella me dio las palabras mágicas”, dijo Herrera. “Construí toda mi vida alrededor de esa sola frase”.

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Fue un momento tan decisivo para él que escribió un libro para niños sobre esa ocasión, “The Upside Down Boy”, y lo dedicó a la Sra. Sampson. La editorial intentó encontrarla antes de que el libro fuera impreso para incluir algunos datos biográficos, pero no tuvo éxito. Herrera pensó que podría estar muerta.

Eso fue en el 2000, y para entonces no sólo era la Sra. Sapmson quien estaba reconociendo la hermosa voz de Herrera. Como poeta, ha ganado grandes premios y becas, ha publicado versos en revistas y libros, ha dado clases en universidades importantes. Fue el poeta laureado de California durante dos años.

En junio, fue nombrado el principal poeta de la nación. El niño que cantó “Tres Ratones Ciegos” en Lowell se estaba uniendo a las filas de Robert Frost, Gwendolyn Brooks, Billy Collins y Louise Glück.

Después del anuncio, el teléfono de su casa en Fresno sonó durante días. Fue entrevistado por periodistas de todo el país. Estuvo en NPR. Pero ninguna de las llamadas significó tanto como la que recibió de una mujer de 94 años de edad en San Diego.

“Juan Felipe”, dijo la voz al otro lado de la línea, “Esta es la Sra. Sampson”.

Lograr que te pongan atención

Lo cierto es, que ella nunca planeó convertirse en una maestra. “Con el tiempo me aficioné”, dijo Lelya Sampson.

Después de mudarse a San Diego en 1946, ella pensó que sería una impresora de Linotype, una habilidad que había aprendido mientras creció en Texas. Pero para hacer eso tenía que pertenecer al sindicato de tipógrafos, y le habían informado que el sindicato no aceptaba a los afroamericanos.

Había realizado un poco de trabajo como maestra sustituta en Texas, así que también empezó a hacer eso en San Diego. Su esposo, James Sampson, trabajó para el ferrocarril, ocho días continuos de trabajo seguidos por ocho días de descanso, y el ser una maestra sustituta le daba la flexibilidad de estar en casa cuando su esposo lo estaba.

En 1955, comenzó a trabajar de tiempo completo en Lowell, ahora conocido como Perkins. Dio clases a los alumnos de tercer grado de primaria, y le encantaba. “Creo que quizás se debió a que James y yo nunca tuvimos hijos propios”, dijo. “Los estudiantes eran mis hijos”.

Recuerda decirse a sí misma cuando empezó, que no tendría a ningún estudiante favorito en su clase. “Todos eran mis estudiante – los buenos, los malos, cada uno”, dijo. “Todos sabían que los iba a tratar de forma justa”.

Pero eso no significa que no les puso atención a los puntos fuertes y a las debilidades individuales de los niños -- a quien le gustaba jugar deportes, quien odiaba leer en voz alta, o quien adoraba la historia -- y ajustaba sus enseñanzas de forma apropiada.

“Eso es lo que utilizas para lograr que te pongan atención”, dijo Lelya.

Herrera llegó a su salón de clases en 1958 cuando tenía 9 años. Nacido en Fowler, en el valle de San Joaquín, había viajado a lo largo del estado con sus padres trabajadores agrícolas. Su madre le cantaba con rimas, una de sus primeras introducciones al juego de palabras. Su padre tocaba la armónica.

En su primer día en la escuela, pensó que el recreo era la hora del almuerzo y comió mientras todos los demás jugaban. A la hora del almuerzo, como ya había comido, jugó mientras todos los demás comían. Fue un niño al revés.

Sampson utilizó la música muchas veces en su salón de clases. Así que aun cuando no recuerda haberle pedido a Herrera que cantara “Tres Ratones Ciegos”, suena como algo que ella hubiera hecho, dijo, si percibió que era una manera para hacer que el niño saliera de su caparazón tímido y confundido.

“Nunca sentí que fuera capaz de subirme ahí y cantar algo”, dijo Herrera. “Era la última cosa que hubiera hecho. Pero me sacó de la última fila, me dio la vuelta e hizo que cantara esa canción. Y entonces dijo esas palabras, ‘Tienes una hermosa voz’, y desde ese momento me correspondía a mí descifrar lo que eso significaba y aplicarlo para que la magia se pudiera llevar a cabo”.

Para el final del año, Herrera no solo estaba cantando enfrente de la clase, estaba enfrente de toda la escuela, cantando un solo durante la canción “Swing Low, Sweet Chariot”.

Incluso ahora, después de todos estos años, recuerda los versos que eran suyos. “Si consigues estar ahí antes que yo”, cantó suavemente durante una entrevista telefónica realizada la semana pasada, “dile a todos mis amigos que yo también vengo”.

Un sentido claro de quién eres

Todos los maestros esperan poder hacer una diferencia duradera en las vidas de sus estudiantes, pero no siempre saben si eso sucedió.

“Realmente no te das cuenta”, dijo Sampson, “hasta que crecen y te lo dicen”.

Sampson se jubiló en 1976, y se mantuvo en contacto con algunos de sus estudiantes, especialmente con aquellos que todavía permanecen en San Diego y con quienes cruza su camino en Mount Hope, en donde ha vivido en la misma casa desde 1958, o en la Iglesia Bethel Baptist, donde ha sido miembro desde hace mucho tiempo.

Otros la reconocen de un mural de ella y su esposo que se encuentra en la tienda Food 4 Less en Market Creek Plaza, un homenaje a su servicio comunitario. Habían estado casados durante 68 años cuando el falleció en agosto del año pasado.

Todavía tiene todas sus viejas fotografías de sus grupos de estudiantes, guardadas en sus sobres originales. Dijo que está orgullosa de que algunos de sus alumnos crecieron y se convirtieron en doctores, ministros, directores de escuelas y poetas.

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