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En tiempos de coronavirus, el Rose Bowl nunca se ha sentido más comunitario y lleno de vida

The Pasadena City Council has approved plans for the Arroyo Seco Music and Arts Festival, promoted by Coachella's parent company, AEG. The event will be held in Pasadena at the Rose Bowl.
(Al Seib / Los Angeles Times)

La joven pareja paseaba enérgicamente por el antiguo estadio de futbol en un círculo pavimentado.

“¿Qué hacemos?”, decía el hombre.

“Vamos a caminar”, respondía la mujer.

Delante de ellos había un corredor vestido completamente de bolsas de basura negras.

Detrás de ellos había un corredor con una sudadera de los Dodgers de Brooklyn, una gorra de los Rams y una mascarilla.

Alrededor de ellos hay familias que andaban en bicicleta en fila como patos, adolescentes trotando a carcajadas, un tipo con patines mientras hablaba por su teléfono y un anciano que avanza en pantalones de vestir, una camisa de manga larga y zapatos de cuero.

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En una tarde en que la ciudad que los rodea está cerrada debido a la amenaza del coronavirus, este camino de 3.1 millas está lleno de personas que buscan un profundo aliento de fe.

El Rose Bowl está cerrado, pero nunca se ha sentido más abierto.

El estadio de 98 años es oscuro, pero rara vez ha emanado tanta luz.

El edificio de futbol más famoso del país ha sido sede de 97 Rose Bowls, cinco Super Bowls, cinco juegos de futbol americano de campeonato nacional, dos campeonatos de la Copa Mundial de futbol, un campeonato olímpico, y un mercadito mensual.

Pero, tal vez en su papel más importante hasta el momento, está sirviendo como la pieza central del breve respiro del asedio de un virus. Las personas que no tienen a dónde ir, vienen para recorrer una ruta alrededor del Rose Bowl, a un lado Brookside Country Club.

El camino, que se ha utilizado durante años, es un carril pavimentado rodeado de la belleza más verde de Pasadena. A un lado están las montañas de San Gabriel. Del otro lado están las colinas de Linda Vista. Justo en el medio hay un estadio adornado con una rosa gigante, un lugar de grandes logros deportivos que no puede igualar la fuerza de las personas que lo rodean todos los días, a seis pies de distancia pero conectados.

Pasadena, CALIF. - MARCH 19, 2020: A jogger runs in the rain at the Rose Bowl Loop during the Coronavirus pandemic on Thursday, March 19, 2020 in Pasadena, Calif.. (Jason Armond / Los Angeles Times)
(Jason Armond/Jason Armond/Los Angeles Times)

“Tengo miedo”, decía la mujer, mientras son rebasados por un corredor sin camisa, dos niños en scooters y una madre corriendo detrás de un cochecito.

“Tendremos miedo juntos”, le contestó el hombre.

Creía que estaría vacío. Cuando llegué al Rose Bowl el viernes por la tarde, poco después de que a Pasadena se le ordenara quedarse en casa, pensé que el estadio estaría solo.

Soy algo habitual en el circuito de Rose Bowl, he estado trotando y caminando aquí durante 20 años, y me ha encantado su sentimiento de comunidad, pero pensaba que esta comunidad iba a quedar temporalmente destruida.

Estaba equivocado. Lo noté en el momento en que vi al corredor con un sombrero de vaquero escondido debajo de una sudadera con gorro, mientras era rebasado por un corredor que se había quitado la mascarilla para hablar con su compañero de carrera. Este recorrido circular de Rosemont Avenue, West Drive, West Washington Boulevard y Seco Street está llena de docenas de personas que gozan de un aire fresco y profundo.

“Salir y caminar por aquí te hace sentir que no estás solo”, decía Paige.

Dunbar, una maestra para padres de familia en la cercana La Cañada Flintridge, comenta: “No me sorprende que haya mucha gente aquí porque es el único lugar donde puedes estar”.

Dunbar camina con una amiga, la fotógrafa Stephanie Wiley. No se habían visto desde que comenzó la pandemia. Estaban poniéndose al día. Eso es lo que la gente hace aquí: rodean sus vidas mientras rodean el Rose Bowl, a 3.1 millas de distancia.

“Es la distancia perfecta, puedes hablar sobre tu vida en una vuelta”, comentaba Dunbar.

Pero en este día, después de que las dos mujeres terminaron su vuelta, pasaron junto a sus autos estacionados en el lote K y siguieron.

“Hoy”, declaraba Dunbar, “necesitábamos un poco más”.

A juzgar por las sudorosas sonrisas de alivio en los rostros del viernes por la tarde, todos necesitaban un poco más.

“Esto muestra que el simple hecho de caminar en un círculo realmente hace la diferencia”, dice Carl Pierleoni, un residente de Pasadena en su segunda visita del día. “El Rose Bowl es más que un estadio de futbol. Es un lugar para que la gente venga y se escape “.

Si bien el Rose Bowl no mantiene formalmente el circuito, casi siempre mantiene un estacionamiento abierto para la gente que lo usa. Hace un par de años, con el dinero recaudado por la Fundación Rose Bowl Legacy, incluso construyó un pequeño recorrido circular interno en la propiedad del Rose Bowl que cubre siete décimas de milla en el pintoresco extremo sur del estadio.

“Es refrescante e inspirador ver esta gran diversidad en nuestra sociedad”, decía Darryl Dunn, director ejecutivo y gerente general de Rose Bowl.

Pasadena, CALIF. - MARCH 19, 2020: A jogger and her dog go for a run at the Rose Bowl Loop during the Coronavirus pandemic on Thursday, March 19, 2020 in Pasadena, Calif.. (Jason Armond / Los Angeles Times)
(Jason Armond/Jason Armond/Los Angeles Times)

El circuito principal solo se cierra durante los partidos de futbol o los grandes eventos, pero incluso entonces, a menudo se ve a la gente caminando o trotando en la oscuridad.

“Siempre hay alguien ahí, siempre”, comentaba Dunn. “En la lluvia, en el calor, miras hacia afuera y siempre hay alguien ahí”.

La popularidad del recorrido en circulo ocurrió orgánicamente. Después de todo, es esencialmente un viaje natural de 5 km alrededor de un hito nacional. La leyenda dice que se convirtió en un recorrido histórico local después de que se levantaron cercas altas alrededor del campo de Brookside en preparación para el torneo de golf abierto de L.A. de 1968.

Hoy en día, puedes caminar por el circuito sin temor a ser golpeado con una pelota de golf, aunque algunos de los clientes de Brookside son tan malos para jugar que las bolas ocasionalmente se desvían del camino. Pero con las cercas vino una sensación de seguridad, y lo que ha sucedido desde entonces ha creado una sensación de unión en el vecindario.

“Se ha convertido en su propia comunidad”, mencionaba Dunn. “La gente viene al Rose Bowl y se siente parte de algo”.

Ese vínculo se ha vuelto más importante en estos días de distanciamiento. Los recuerdos de los alaridos del último juego importante aquí, la victoria de Oregon en el Rose Bowl sobre Wisconsin, se han ahogado por la risa entre una madre y su hija mientras intercambian historias a lo largo del circuito. El campo de golf está sorprendentemente vacío, pero el lugar nunca se ha sentido más lleno.

Luis Mas, un científico de Caltech, se estira a un lado de su automóvil en el lote K el viernes por la tarde cuando se le pregunta por qué ha llegado a este camino en estos momentos de problemas. ¿Es para el ejercicio? ¿Es para escaparse?

Antes de que pueda responder, tres hombres de mediana edad pasan en medio de una gran carcajada. Detrás de ellos, una madre trotando está regañando a sus dos hijos adolescentes para que disminuyan la velocidad.

Por encima de ellos se encuentra el enorme Rose Bowl, anfitrión del tazón más importante, vistiendo lo que uno se imagina hoy como una sonrisa de abuela.

“Vengo aquí porque está lleno de gente”, señalaba Mas. “Vengo aquí por la vida”.

For the original story in English, please click here.

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