Vargas, después de Toronto 2015, piensa en Olimpiadas de Río 2016
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KISSIMMEE — En lugar de medicinas, el padre de Antonio Vargas pensó que lo que su hijo necesitaba era la oportunidad de pelear.
Vargas, estudiante de último año de la secundaria Osceola, batallaba con un desorden de déficit de la atención desde su infancia en Houston. Su médico le sugirió que tomara medicinas por receta, pero el padre de Vargas, José Esteves, consideró que el cuadrilátero de boxeo era el mejor remedio.
A juzgar por la medalla de oro que Vargas, de 18 años, ganó el mes pasado en los Juegos Panamericanos — la única que un boxeador estadounidense se llevó a casa desde Toronto — el padre tenía toda la razón.
“Yo tenía ADHD [siglas en inglés de Síndrome de Déficit de la Atención e Hiperactividad] y siempre me estaba metiendo en problemas”, dijo Vargas. “El boxeo me mantiene con disciplina, fuera de las calles. Y me mantiene con un objetivo en la mente”, aseguró.
Andre Ward es el más reciente boxeador estadounidense que se colgó del cuello una medalla de oro olímpica, cuando ganó en la división de los pesos pesados ligeros en 2004 en Atenas, Grecia.
Vargas tratará de ser el primer peso mosca (clasificación de las 114 o menos libras de peso) en llegar al podio olímpico desde la época de Steve McCrory, hace 31 años en Los Ángeles.
A Vargas le queda un gran trecho por delante para alcanzar esa meta, comenzando con las pruebas olímpicas en diciembre en Spokane, Washington.
“Conozco a Antonio desde hace un par de años y realmente ha avanzado mucho”, dijo Matt Johnson, director de USA Boxing.
“El tenía un gran potencial. La pregunta era si pasaría de la división juvenil a la división de elite”, dijo Johnson.
Vargas marcó 4-0 en los Juegos Panamericanos, derrotando a dos boxeadores que ya habían clasificado para las Olimpiadas el verano próximo en Río de Janeiro, Brasil. Uno de ellos es el cubano Yosbany Veitía, quien perdió ante Vargas por decisión unánime en un juego del campeonato el 25 de julio.
Vargas avanzó hacia el torneo a pasar de que la pelea le había provocado hinchazón en la mano izquierda.
“En el momento en que gané la medalla de oro me quedé sin palabras”, recordó Vargas. “Estaba agobiado por la alegría. Fue una bendición”.
Para Esteves, que siguió los Panamericanos por la televisión, “fue algo increíble, no pude caer en cuenta sino horas después. Empecé a bailar con mi hija [Ivana]. A ella le encanta bailar, es la pequeña, de 6 años. Estábamos muy orgullosos”.
Vargas tenía 9 años cuando comenzó a boxear, un niño que necesitaba una salida positiva para encauzar su considerable energía.
Pesaba 65 libras, los guantes de boxeo parecían más grandes que él. Ahora aquel niño es un “Golden Boy” con más de 100 peleas de aficionado.
“He entrenado peleadores en Kissimmee desde 1997, y Antonio es especial”, dijo Dan Soto, quien fue entrenador de Vargas por mucho tiempo.
“Él es un [Floyd] Mayweather, un [Manny] Pacquiao... Así es como va a ser. ¿Que si tiene el talento? Sí. Pero, como siempre les digo a los muchachos, hay mucho talento 10 millas a la redonda, pero la disciplina [es clave]”.
Taevien Cuevas, quien ayudó a Vargas a entrenarse para los Panamericanos, dijo que el boxeo grabó un objetivo en su amigo. Todo comenzó con una decisión del padre de Vargas, quien de niño miraba las peleas de boxeo con su padre en Puerto Rico.
“Si él no me hubiera puesto en boxeo, probablemente sería otro vago en la calle, fumando marihuana”, dijo Vargas, cuyo boxeador favorito es Pacquiao.
“Le estoy muy agradecido. Él dio el primer paso. Este hombre cambió mi vida”.
De momento, la vida parece ir bastante bien, y por qué no. El oro hace brillar a cualquier boxeador, y Vargas no es la excepción.
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