Los capitanes de barco del sur de California dicen que nunca han estado más ocupados enterrando gente en el mar.
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Años antes de su muerte, el verano pasado, a los 85 años, Lois Woodburn acorraló a un empresario funerario en una fiesta para preguntarle si podía ser enterrada en el océano.
Mucha gente quiere que sus restos cremados sean dispersados en el mar, pero eso no es lo que Woodburn, una artista comercial amante de la diversión, tenía en mente. “Ella me dijo: ‘Todo mi cuerpo. Sólo tírame al océano. Eso es lo que quiero’”, relató su hija, Teresa Stremcha.
El funerario le explicó que un arrojar un cuerpo completo al mar es un poco más complicado que simplemente lanzar un cadáver por la borda. Pero es posible, y legal, siempre que se sigan ciertos protocolos.
A medida que la salud de Woodburn empeoraba, Stremcha le preguntaba a su madre una y otra vez si quería que su cuerpo fuera al mar, o si prefería un entierro más tradicional en un cementerio de Inglewood.
Woodburn nunca titubeó. Amaba el océano y no quería quedarse atrapada en el suelo. Cuando llegó su momento, comentó Stremcha, quería que la enterraran con su traje de baño negro favorito. “Esa era mi abuela”, dijo el hijo de Stremcha, Daniel Reffner. “Ella siempre se vestía para la ocasión”.
Y así, una mañana de agosto pasado, alrededor de 30 familiares y amigos de Woodburn tomaron un yate desde el puerto de Long Beach hasta un lugar a seis millas de la costa para ver a la tripulación en un segundo bote deslizar el ataúd de acero inoxidable de Woodburn hacia el océano. Éste se balanceó en el agua durante unos momentos y luego se inclinó hacia adelante, deslizándose silenciosamente bajo las olas.
Ahora, el esposo de Stremcha y su hija esperan ser enterrados de la misma manera. “Después de ver eso, todos quieren ir al mar”, afirmó.
Los entierros de cuerpo completo en el mar no son nuevos, pero son inusuales. Ken McKenzie, un director funerario que dirige McKenzie Mortuary Services en Long Beach y recientemente adquirió Armstrong Mortuary en Los Ángeles, afirmó que de los 27.000 entierros que ha facilitado en los últimos 32 años, alrededor de 175 de ellos han sido de cuerpo completo en el mar. En 2020, 162 californianos eligieron esa opción, según datos recopilados por la Agencia de Protección Ambiental.
“Eso no es porque la gente no lo quiera. No saben que se puede hacer”, agregó McKenzie, quien preparó el ataúd para el servicio de Woodburn. “Piensan que es solo para los militares”.
Hay muchas razones por las que la gente quiere ser enterrada en el mar. Para algunos, la decisión es financiera: un servicio en el mar que incluye un ataúd o un sudario hecho a medida y el alquiler de un bote puede costar entre $5000 y $10.000, mientras que un entierro en un cementerio cuesta al menos $20.000, destacó Judah Ben-Hur, propietario de Argos Cremation and Burials (hacer que las cenizas sean esparcidas en el mar es aún más rentable: alrededor de $2500 para los servicios de cremación y para alquilar un bote).
Para otros, la decisión está motivada ambientalmente. “Se acepta más que los cementerios ocupan mucho espacio y que, ecológicamente, hay mejores formas de deshacerse de los cadáveres”, comentó Natasha Mikles, profesora de religión en la Universidad Estatal de Texas, que está escribiendo un libro sobre los rituales de la muerte en tiempos de COVID-19.
Algunas personas quieren ser enterradas en el océano porque es un lugar que les trajo alegría. A Woodburn le encantaba ir a la playa para hacer picnics y recoger conchas, comentó Strecha. Ben-Hur ha enterrado a antiguos buceadores y pescadores, así como a personas de otras partes del país que siempre se sintieron atraídas por el Pacífico.
Incluso si no tiene una afinidad particular por el mar, un entierro en el océano puede ser profundamente simbólico, señaló Olivia Bareham, partera de la muerte y fundadora del Sacred Crossings Institute and Funeral Home en Los Ángeles, que empezó a hacer entierros en el mar hace 10 años.
“Escucho cosas como: ‘Me gusta la idea de convertirme en una gota de lluvia un día, y si estoy en el océano, puedo ser lluvia en la cima de la montaña’”, relató. “Si pensamos que somos una gota en el océano de la felicidad, tiene sentido volver al océano”.
Los entierros en el mar también brindan un sentido de ritual que puede ser especialmente atractivo para las personas que no están afiliadas a una institución religiosa.
El viaje en bote al lugar del entierro sirve como transición al espacio sagrado. La extensión infinita del océano evoca la idea de la eternidad. Y después de que el cuerpo va al mar, la mayoría de los capitanes giran el área en sentido contrario a las agujas del reloj tres veces para simbolizar el tiempo detenido mientras los seres queridos se despiden por última vez y arrojan flores al agua.
Cuando el bote regresa a la costa, las familias generalmente reciben las coordenadas exactas de dónde fue depositado su ser querido para que puedan visitar el lugar nuevamente.
Algunos de los clientes mayores de Bareham todavía piensan que sus seres queridos necesitan un espacio físico para poder recordarlos: una lápida, una parcela en un cementerio. Ella piensa que la generación más joven se está dando cuenta de “la ridiculez de poseer una propiedad durante 1000 años”. “En esta era digital, tiene más sentido tener coordenadas que un espacio físico real”, destacó.
Fueron las preocupaciones ambientales las que llevaron al marinero y activista comunitario John Berol, de 73 años, a ser enterrado en el mar, el 1º de abril.
“Como capitana de barco profesional que ha navegado alrededor del mundo, soy una ecologista semirradical”, remarcó su esposa, Diane Berol. “Le dije a John: ‘Cuando muramos, tenemos que eliminar nuestros cuerpos de la manera más ecológica posible’”.
Ella y su esposo decidieron no llevar a cabo una cremación porque no parecía racional a nivel ecológico. “La cremación requiere quemar; eso pone CO2 en el aire y no está bien”, destacó. “Queríamos tomar la mejor decisión para el futuro de la vida en el planeta”.
Diane tiene la longitud y latitud exactas de donde el ataúd de su esposo entró al océano. Cuando llegue su momento, tiene la intención de descansar en el mismo lugar.
Cualquier persona puede ser enterrada en el mar siempre que el entierro ocurra al menos a tres millas náuticas de la costa y en al menos 600 pies de agua, de acuerdo con las regulaciones federales.
Si una persona quiere ser enterrada en el océano sin un ataúd, la EPA recomienda envolver el cuerpo en una mortaja biodegradable y colocarle pesas, para garantizar que caiga rápidamente al fondo del océano y permanezca allí. “Lo último que alguien querría es que el cuerpo de un ser querido quede flotando sobre el océano”, expresó Ben-Hur.
Si se utiliza un ataúd, lo mejor es el acero inoxidable, sin todos los materiales plásticos. Debe tener 20 orificios de 2 pulgadas de ancho perforados para permitir que se inunde y hunda, y debe asegurarse con bandas de metal. También se pueden usar pesos adicionales (arena o cemento) para compensar la flotabilidad del cuerpo.
La mayoría de los barcos que realizan entierros en el mar tienen una plataforma en la parte trasera para que los portadores del féretro, o la tripulación, puedan empujar fácilmente el ataúd o el sudario al agua.
No se necesita un permiso por adelantado para un entierro en el mar, pero se debe notificar a la EPA dentro de los 30 días posteriores al servicio.
Poner un ataúd en el océano puede parecer como tirar basura, pero McKenzie, que también planea ser enterrado en el mar, no lo ve así. “Tomamos barcos viejos y los ponemos a descansar en el fondo del océano, y eso inicia un ecosistema”, dijo. “Los ataúdes también hacen eso. Se convierten en un arrecife. No importa si estás en la tierra o en el mar, todos volvemos al lugar de donde venimos”.
Milton Love, biólogo investigador de UC Santa Barbara que estudia la vida marina que se congrega alrededor de las plataformas petroleras, coincidió en que un ataúd sumergido se convertiría en un hábitat para los animales del océano, pero si eso es bueno para el medio ambiente depende del punto de vista personal. “Las cosas a las que les gusta vivir en un hábitat duro como el coral o la anémona de mar serán felices, pero si el ataúd cae sobre el lodo, es posible que no seas tan feliz si eres un gusano o un cangrejo”, comentó. “Personalmente, no creo que sea una buena idea tirar cosas al agua”.
Un cuerpo envuelto en un sudario tendría menos impacto en el medio ambiente, especialmente si no fue embalsamado, dijo, pero llevará un tiempo su degradación. “Dependería de dónde estuviera situado”, añadió. “Los bajos niveles de oxígeno y las bajas temperaturas podrían retrasar el proceso de descomposición”.
La mayoría de los líquidos de embalsamamiento están hechos de formaldehído, que no es bueno para la vida marina, pero para Love esa no es una gran preocupación.“Hay un efecto local, pero el océano es un lugar grande y la dilución es un factor muy importante”, agregó.
Mikles, profesor de la Universidad Estatal de Texas, destacó que la mayoría de las religiones del mundo permiten el entierro en el mar, “pero generalmente solo en situaciones extremas donde no hay otra opción sobre qué hacer con el cuerpo”. Por ejemplo, si un marinero muere en el agua y no es factible traer el cuerpo a tierra.
Los rituales de boda cambian rápidamente y, a menudo, están influenciados por lo nuevo y moderno, destacó. Las prácticas funerarias tienden a ser más conservadoras. Sin embargo, como menos estadounidenses están afiliados a instituciones religiosas como nunca antes, hay más libertad para rehacer la experiencia funeraria. “Mi madre quiere que la conviertan en un diamante, mi papá quiere que lo entierren en algo que se convierta en un árbol”, dijo Mikles.
Una semana antes de su muerte por cáncer, el otoño pasado, Regine Verougstraete yacía en la cama mientras su amigo cercano, Kato Wittich, leía las opciones de entierro en el sitio web de la funeraria alternativa Sacred Crossings.
Verougstraete quería que su cuerpo permaneciera en casa unos días después de su muerte para que su familia tuviera tiempo de despedirse, pero no había decidido qué pasaría después. “Cuando escuchó sobre el entierro de cuerpo completo en el mar, sus ojos se iluminaron por completo”, recordó Wittich. “Ella amaba el océano. Siempre estaba dispuesta a meterse en los océanos más fríos y salía radiante”.
A Verougstraete le gustó la idea de una mortaja biodegradable, que no daña el medio ambiente ni agota preciados recursos. Y la cuestión de cuerpo completo también era importante para ella. Le diagnosticaron cáncer de mama 15 años antes y se sometió a quimioterapia, radiación y varias cirugías.
“Para Regine, saber que su cuerpo se iba al mar intacto, después de haber sido tan cortado y herido, era muy importante”, agregó Wittich.
Nueve días después de su fallecimiento, 20 amigos y familiares de Verougstraete zarparon del puerto de San Pedro para enterrar su cuerpo; luego lo envolvieron en un sudario blanco y lo rodearon de flores.
Después de casi una hora, el barco se detuvo y comenzó un sencillo funeral. Algunas personas hablaron. Odeya Nini, artista de performance y cantante de voz profunda e inquietante, cantó acerca de volver al agua. Mientras cantaba, los seres queridos de Verougstraete arrojaron el cuerpo al mar. Después de obtener el permiso del capitán ese mismo día, uno de sus hijos saltó detrás de ella, su cuerpo cálido se cernió sobre el frío de ella: un último adiós.
Wittich sintió que su amiga ahora se estaba convirtiendo en parte de todo. Y ahora, cada vez que va al océano, sabe que ella está allí.
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