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Mientras persiste la sequía, los incendios forestales más grandes y destructivos plantean nuevas amenazas para el suministro de agua

Los bomberos limpian el material combustible donde comenzó el incendio Dixie
Los bomberos limpian el material combustible donde comenzó el incendio Dixie, cerca de Janesville, California, el 20 de agosto.
(Luis Sinco / Los Angeles Times)

Los incendios forestales están aumentando el caudal de los arroyos en todo el oeste de Estados Unidos, lo que plantea nuevas amenazas para la seguridad pública y la gestión del agua, según los investigadores.

Ya disminuido por la sequía y el calor extremo, el suministro de agua de California enfrentará otro peligro mientras los incendios forestales continúen devastando áreas cada vez más grandes de tierras boscosas, según una nueva investigación.

En un estudio dirigido por la UCLA y publicado el lunes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, los investigadores determinaron que el aumento de los incendios forestales está “desquiciando” el caudal de los arroyos del oeste de EE.UU de su previsibilidad histórica. En zonas donde más de una quinta parte del bosque se había quemado, el volumen de esos cuerpos de agua creció 30% en promedio durante los seis años posteriores al fuego.

En su superficie, el incremento de la corriente, la velocidad a la que los ríos y arroyos transportan el agua, podría verse como una bendición para la región afectada por la sequía, pero demasiada cantidad conlleva peligros, como una mayor erosión, inundaciones y flujos de escombros.

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“El agua es algo realmente pesado y destructivo, así que cuando hay en exceso, o cuando nos sorprende una gran porción a la vez, definitivamente no es bueno”, señaló Park Williams, profesor asociado de geografía en UCLA y uno de los autores principales del estudio.

Los hallazgos subrayan cómo los incendios forestales extremos pueden alterar los ciclos del agua establecidos desde hace mucho tiempo. Ahora, a medida que el estado avanza hacia una nueva era de calor, llamas y sequedad impulsada por el cambio climático, la conversación sobre el líquido en el oeste debe tener cada vez más en cuenta el fuego. “Necesitamos adaptarnos rápidamente, porque las deflagraciones están aumentando en tamaño e intensidad, a pesar de nuestros mejores esfuerzos para controlarlos”, enfatizó Williams. “Nosotros, y nuestra infraestructura hidrológica, no estamos realmente preparados para enfrentarlo”.

Las tres grandes cuencas hidrográficas de Sierra Nevada —Sacramento, San Joaquín y Tulare— “deberían estar al borde de haber experimentado suficientes incendios forestales recientes como para causar flujos de agua demasiado altos”, agregó.

Según el estudio, el área anual de quemas boscosas en el oeste de Estados Unidos creció en más de un 1.100% entre 1984 y 2020, el año de la peor temporada de incendios forestales en la historia moderna de California.

Con esa explosión en la actividad del fuego llegó un nuevo mundo de peligros y amenazas, incluidos pueblos enteros arrasados por las llamas y el surgimiento de un nuevo comportamiento, como los dos incendios en 2021 en la Sierra.

Aunque la relación entre los incendios forestales y el agua apenas comienza a entenderse. Gran parte de la infraestructura y el sistema de gestión hídrica del estado se diseñaron teniendo en cuenta el clima y los bosques del siglo anterior, y son menos adecuados para las realidades de la era actual.

Ahora, los incendios cada vez más grandes y severos de California están arrasando árboles, arbustos y copas que normalmente absorben la humedad, dejando que fluya más agua hacia los arroyos, según el estudio.

Además, las quemas intensas pueden “hornear” el suelo, haciéndolo más ceroso y repelente al agua. Y con menos vegetación para mantener en buen estado la capa superior de la tierra, hay más inundaciones y erosión, a veces con consecuencias catastróficas, como en el letal flujo de lodo de Montecito, en 2018, que mató a 23 personas.

La escorrentía, particularmente después de un potente incendio, también suele ir acompañada de grandes cargas de sedimentos que pueden reducir la calidad del agua, destacó Bill Short, gerente de geología forestal y de cuencas hidrográficas del Servicio Geológico de California, que no participó en el estudio.

Aerial view of the burnt remains of Paradise, Calif., after the Camp fire.
Paradise, California, en noviembre de 2018, después de que el severo incendio Camp arrasara el condado de Butte.
(Carolyn Cole / Los Angeles Times)

La ciudad de Paradise, que fue devastada por el incendio Camp en 2018, ha estado plagada de productos químicos y contaminantes que ingresaron al suministro de agua durante y después de la quema forestal, incluidas cenizas y suelos carbonizados, así como tuberías de plástico y otros materiales sintéticos que fueron abrasados.

El impacto del crecimiento de la corriente también creará nuevos desafíos más allá del potencial de más escombros y erosión.

Para los administradores del agua del estado, que cada año deben calibrar los suministros críticos de California, liberar demasiada antes de un diluvio anticipado podría resultar contraproducente, lo cual daría lugar a menos abastecimiento del necesario durante el verano, caluroso y seco.

Por otro lado, no dejar salir suficiente agua podría ser igualmente desastroso, como en la crisis de la represa de Oroville en 2017, que provocó que más de 100.000 personas huyeran de una posible oleada desbordada.

“Cada vez que cambiamos el tiempo y la tasa de escorrentía de lo que históricamente se podría esperar (resultados de incendios forestales, suelos secos, alza de las temperaturas, etcétera), desafiamos las prácticas de gestión del agua y tenemos que adaptarnos”, expresó David Rizzardo, gerente de la sección de hidrología del Departamento de Recursos Hídricos de California, vía correo electrónico.

Según el funcionario, los efectos de los recientes megaincendios en los suministros de agua siguen siendo un “fenómeno relativamente nuevo”, que los meteorólogos están trabajando para entender. “Las llamas no queman de manera uniforme, por lo cual, sus impactos varían mucho dentro de una cuenca”, dijo. “Es bastante complejo; llevará tiempo comprenderlo y aprender de los expertos”.

Jeffrey Mount, científico del agua del Instituto de Políticas Públicas de California, considera que aún no existe una estrategia definitiva sobre cómo lidiar con las consecuencias de los fuegos en el suministro del líquido porque “realmente no lo entendemos muy bien”.

“Hay inundaciones espectaculares después de las deflagraciones”, indicó Mount, quien no participó en el estudio. “Sí, es posible que haya más agua, pero también que la haya cuando no la deseamos, y puede venir con una gran cantidad de sedimentos y escombros, que crean un nuevo dolor de cabeza para su gestión”.

Una de las preguntas más apremiantes tiene que ver con la escala del problema. Si una pequeña cuenca se quema y su escorrentía aumenta en un 30% es un número razonable, explicó Mount, pero no es necesariamente lo que está sucediendo.

De acuerdo con el Departamento Forestal y de Protección contra Incendios de California, los cinco fuegos en zonas boscosas más grandes registrados en el estado ocurrieron en los últimos cinco años.

Y algunas áreas están viendo mucho más de una quinta parte de su superficie quemada. Desde 2018, más del 54% de la cuenca del río Feather ardió en incendios como el Dixie, el llamado North Complex y el Camp, comentó el gerente del programa de protección de la cuenca de Cal Fire, Drew Coe.

Aunque los investigadores utilizaron principalmente datos de flujo de corrientes de cuencas más pequeñas en el oeste de EE.UU, los resultados sugieren que las áreas quemadas pronto crecerán lo suficiente como para afectar las corrientes a una escala mucho mayor.

Williams, el autor de la investigación, agregó que los incendios forestales se están volviendo lo suficientemente grandes como para que “consideremos que deben crear una diferencia en el presupuesto de agua de regiones enteras”.

Maureen Kissick, sitting in the rubble of her home, looks through what is left of her china.
Maureen Kissick, sentada en su comedor, mira lo que queda de su porcelana Noritake Tahoe, después del incendio Carr, en Redding, California, el 4 de agosto de 2018.
(Gary Coronado / Los Angeles Times)

El estudio encontró una caída en la escorrentía aproximadamente seis años después del incendio, aunque Williams dijo que se necesitará más análisis para estudiar los efectos a largo plazo.

Los fuegos de hoy son tan intensos también debido a la acumulación de vegetación densa y seca en los bosques del estado. Algunos especialistas creen que las condiciones crearán desafíos para los ecosistemas fluviales y forestales, muchos de los cuales se están volviendo más cálidos y carentes de humedad.

“Con el calentamiento del clima, estas áreas boscosas están al borde del precipicio”, destacó Coe. “Y un megaincendio más grande, junto con la sequía, puede forzarlo a un tipo de vegetación completamente diferente. Cada uno de esos tipos de flora tiene un régimen hidrológico característico asociado”.

Jay Lund, codirector del Centro de Ciencias de Cuencas Hidrográficas de UC Davis, coincidió. “Tendremos algunas dificultades muy importantes para operar estos sistemas para respaldar los ecosistemas nativos, los forestales y los acuáticos”, comentó, y señaló que las especies invasoras mejor adaptadas al calor, al fuego y a las condiciones de sequía pueden comenzar a reemplazar a las originarias.

Pero la posible avalancha de agua no es del todo mala, y tampoco lo es tener más fuego, añadieron los expertos. California evolucionó con los incendios forestales y, en muchos sentidos, se adaptó a sus ritmos.

Las herramientas de gestión forestal, como las quemas prescritas, pueden ser una pieza clave del rompecabezas, porque los fuegos en bosques tratados con ellas y otras prácticas de aclareo podrían arder a una intensidad más baja y tener un efecto menos nocivo en los flujos de agua, según varios especialistas.

Short, del Servicio Geológico de California, cree que la preparación también ayudará. “Bajo este régimen climático nuevo y en evolución, hay megaincendios y el número de ellos aumenta”, expuso. “Los administradores del agua y los gestores del suministro deberían evaluar sus propios sistemas de tratamiento y ver si pueden limpiar la que se vio afectada por estos incendios, ya sea con sedimentos o subproductos de cenizas o casas quemadas”.

Si bien la noción de un aumento del flujo de la corriente podría verse como una anomalía bienvenida para el oeste, muy seco, Williams advirtió que raramente será justo “lo suficiente”. “Por lo general, o es insuficiente o es demasiado a la vez”, afirmó.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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