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Pensó que era una cita. En cambio, cayó en una trampa mortal de la MS-13

A roadside view of La Tuna Canyon Road in Sunland.
El cuerpo de Bryan Cojón Tuyuc, de 20 años, fue encontrado el 19 de enero en un barranco de La Tuna Canyon Road en Sunland, a media milla al oeste de la autopista 210.
(Myung J. Chun / Los Angeles Times)

Creía que iba a encontrarse con una mujer con la que se había estado mensajeando por Internet. Pero Bryan Cojón Tuyuc cayó en una trampa tendida por la banda callejera MS-13, según los detectives.

Algunos vienen al Cañón de la Tuna para deshacerse de lo que no quieren.

Esparcidos por las laderas justo al lado de la autopista Foothill, entre los matorrales y unos pocos árboles ennegrecidos por los incendios forestales, hay patas de muebles rotas, contenedores de aceite de motor, un portabebés, neumáticos, cubetas naranjas llenas de cristales rotos y baldosas.

Algunos vienen aquí a buscar algo de valor entre las cosas que otros desechan. Poco antes de las 8 de la mañana del 19 de enero, alguien que rebuscaba entre la basura se encontró con el cadáver de un joven.

Bryan Cojón Tuyuc, de 20 años, murió, al parecer, como vivió: inocentemente. Creyendo que iba a encontrarse con una mujer con la que se había estado mensajeando por Internet, condujo el auto de su tío y cayó en una trampa. Cojón Tuyuc, un trabajador de la construcción sin antecedentes penales, fue robado y apuñalado hasta la muerte, y luego arrojado al cañón, dicen los investigadores.

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Su vida contrasta con la de una de las personas acusadas de engañarlo. Para Gabriel Orellana, su detención el mes pasado como sospechoso del asesinato de Cojón Tuyuc fue la culminación de una cadena de violencia y miseria.

A lo largo de un año, Orellana, al que la policía ha identificado como miembro de la pandilla MS-13, ha estado implicado en la golpiza a una mujer transexual en MacArthur Park, en un secuestro e intento de asesinato en Griffith Park y en un violento robo en una licorería en Fontana. Sin vínculos aparentes con su familia ni nada más allá de la pandilla, el joven de 19 años vivía como indigente en las calles de Los Ángeles.

El retrato de Orellana que se desprende de los expedientes judiciales y de las entrevistas ilustra la existencia desvinculada y precaria que comparten los miembros de la MS-13, definida por delitos burdos y de subsistencia y salpicada por destellos de violencia extrema.

Muchos miembros de la MS-13 se conocen entre sí solo por sus apodos. En cada camarilla, o subgrupo, de la pandilla, casi seguramente habrá un ‘Gruñón’ y un ‘Tonto’, un ‘Flaco’ y un ‘Pelón’. También hay ‘Killers’ (asesinos) y ‘Diablos’.

Orellana, según las actas judiciales, era conocido como ‘Chaparro’ y ‘Ordinario’.

Nacido en El Salvador, no está claro cuándo ni cómo llegó Orellana a Estados Unidos, según escribió un agente de libertad condicional en un informe. Vivió en diferentes momentos en tiendas de campaña cerca de MacArthur Park y en una hilera de chozas improvisadas en Park View Street, dijo la agente Christabel Youssef, que ha investigado a la MS-13 desde su puesto en la División Rampart del Departamento de Policía de Los Ángeles.

Las raíces de la MS-13 se remontan a la década de 1980, cuando los salvadoreños, desplazados por la guerra civil y la pobreza, se asentaron en los distritos de Westlake, Pico-Union y Rampart, al oeste del centro de Los Ángeles. En estos barrios -algunos de los más pobres y concurridos de la ciudad-, adolescentes y jóvenes salvadoreños con un interés común por la música heavy metal y la necesidad de protegerse de las arraigadas bandas mexicanoamericanas se unieron en grupos de “stoner”, según las autoridades. Con el tiempo, los grupos se fusionaron en una única banda, La Mara Salvatrucha, o MS-13.

Orellana ha dado a la policía diferentes nombres durante varias detenciones: Gabriel Orellana en algunos casos, Antonio Orellana o Juan Hernández en otros, según los registros de libertad condicional. Los detectives utilizaron sus huellas dactilares para confirmar su identidad. En algún momento de sus roces con la ley, Orellana fue etiquetado con un “código de manejo especial” de “perturbado mental”, según su informe de libertad condicional.

Su abogado no respondió a las peticiones de comentarios.

La primera vez que Orellana aparece en los registros judiciales fue en enero de 2021, cuando los detectives de la policía de Los Ángeles estaban rastreando un teléfono tomado de un hombre que había sido secuestrado en el sur de Los Ángeles.

Después de forzarlo a entrar en un auto a punta de cuchillo, los secuestradores se dieron cuenta de que se habían equivocado de persona, escribió el detective Christian Mrakich en una declaración jurada para solicitar una orden de registro. Llevaron al hombre, cocinero de un restaurante mexicano, a Griffith Park, donde lo apuñalaron en el estómago y lo golpearon con un bate de béisbol, según la declaración jurada. Creyendo que estaba muerto, dejaron al cocinero en una ladera, llevándose su teléfono.

Los detectives lo rastrearon hasta una cuadra de la avenida Ardmore en Koreatown, según la declaración jurada. A las 10 de la mañana del 7 de enero, estaban vigilando un refugio improvisado cubierto con una lona azul cuando salieron Orellana y un adolescente. Orellana llevaba el teléfono del cocinero, que tenía guardadas fotografías del cocinero atado y amordazado, escribió Mrakich.

Orellana no fue acusado del secuestro, y la policía no ha presentado ninguna prueba que indique que estuvo involucrado más allá de la posesión del teléfono.

Diez semanas más tarde, dos agentes de la policía de Los Ángeles fueron llamados a un hospital, donde a una mujer le estaban cosiendo un corte en la cabeza.

La mujer, que es transexual, dijo que estaba paseando por el parque MacArthur cuando Orellana y otra persona le preguntaron qué estaba haciendo en el parque. Orellana exigió a la mujer que se marchara y luego le dio varios puñetazos en la cara, según el informe. Ella cayó al suelo, y él la pateó antes de huir, informó la mujer.

MacArthur Park
El parque MacArthur es una importante fuente de ingresos para la banda MS-13.
(Jason Armond / Los Angeles Times)

La policía encontró a Orellana en una tienda de campaña en el extremo occidental del parque y lo detuvo. La fiscalía le acusó de agredir a la mujer, alegando que se trataba de un delito de odio.

La mujer fue atacada en la época en que miembros de la MS-13 habían estado extorsionando a mujeres transexuales en el Parque MacArthur. Cinco meses antes, una mujer que dijo haber pagado a la banda 20 dólares a la semana para poder entrar en el parque, fue apuñalada casi hasta la muerte por tres miembros de la MS-13.

La víctima de Orellana, sin embargo, declaró a la policía que había sido golpeada “sin razón”, dijo Youssef, la oficial de Rampart que investigó el ataque.

Orellana estuvo en la cárcel durante tres meses. El 6 de julio, se declaró inocente de un cargo reducido de detención ilegal, según la transcripción de la audiencia. Un juez le concedió crédito por los 108 días que había estado encerrado y lo puso en libertad para someterse a un programa residencial de tratamiento contra las drogas. Se le ordenó que se mantuviera a 30 metros del Parque MacArthur y de su víctima, que se inscribiera en un programa de Homeboy Industries y que completara 12 horas de “formación cultural y de sensibilidad transgénero” impartida por el Centro LGBT de Los Ángeles, según la transcripción.

No era el castigo que había recomendado un agente de libertad condicional. Aunque Orellana no tenía antecedentes penales y “puede tener problemas de salud mental que deben ser tratados”, su crimen fue “cometido por odio” y su víctima era “particularmente vulnerable”, escribió el oficial en un informe presentado al tribunal.

“El acusado tomó la decisión de agredir a la víctima y debe ser considerado responsable de sus atroces acciones”, dice el informe. Si es condenado, Orellana debe ser enviado a prisión, escribió el agente de libertad condicional.

Gang-related graffiti mark territory in MacArthur Park.
Grafitis relacionados con las bandas en MacArthur Park, donde los miembros de la MS-13 “cobran” -extorsionan- a los vendedores de drogas, a los jugadores y a las trabajadoras sexuales.mblers and sex workers.
(Jason Armond / Los Angeles Times)

En una entrevista, el fiscal adjunto Richard Ceballos, que procesó el caso, manifestó que no tenía otra opción que reducir los cargos contra Orellana porque la víctima no iba a testificar.

Ceballos dijo que había aceptado la propuesta del abogado de Orellana de que fuera al programa de tratamiento de drogas y se inscribiera en el entrenamiento en parte porque le ofrecía a Orellana un lugar para dormir. Sabía que Orellana había estado sin hogar y que, a falta de una alternativa ordenada por el tribunal, probablemente volvería a vivir en MacArthur Park.

“Lo único que no quería era que estuviera cerca del parque”, expresó Ceballos. En cuanto a los esfuerzos de rehabilitación, “uno espera y reza para que funcionen”, comentó.

Cuatro meses después de salir de la cárcel, la policía de Fontana detuvo a Orellana como sospechoso de haber robado en una licorería de esa ciudad del Inland Empire, dijo el sargento Christian Surgent, portavoz del Departamento de Policía de Fontana. Un cliente fue golpeado con una pistola y un empleado recibió un disparo en la cara con una pistola de aire comprimido durante el atraco del 23 de noviembre, según Surgent. Orellana y los otros sospechosos -tres menores- habían estado viviendo en un Motel 6 de Fontana cuando fueron detenidos, añadió.

Una portavoz de la oficina del fiscal del condado de San Bernardino dijo que Orellana no ha sido acusado de ningún delito.

Bryan Cojón Tuyuc dijo a su padre que iba a salir un rato y que volvería pronto. No avisó a dónde iba, pero parecía feliz, emocionado por algo, recordó su padre, Edgar Cojón, en una entrevista.

Alguien había chocado su camioneta unas semanas antes, así que Bryan pidió prestada la camioneta Honda Odyssey de su tío y se fue.

Una hora y media después, Cojón llamó a su hijo. Bryan acababa de conseguir trabajo en un grupo de construcción que ayudaba a construir la línea de metro al aeropuerto, y tenía que salir a trabajar a las 4 de la mañana.

La llamada se fue directo al buzón de voz. Volvió a llamar media hora después. Esta vez, el teléfono estaba apagado.

“Nunca hace eso”, pensó Cojón. “Siempre me contesta”.

Cojón había dejado su Guatemala natal para venir a Estados Unidos cuando su hijo tenía 7 años. Bryan se quedó en Guatemala con su madre y su hermano antes de partir para reunirse con su padre a los 12 años. Cuando lo atraparon intentando cruzar a Estados Unidos, le permitieron, por su edad, reunirse con su padre en el sur de Los Ángeles, donde vivían en una modesta casa de tres habitaciones.

Bryan pasaba el tiempo como muchos adolescentes, jugando al fútbol con sus amigos, montando en la patineta, jugueteando con los autos y conduciendo camionetas y cuatrimotos en el desierto, dijo su padre. Hablaba casi todos los días con su madre y su hermano en Guatemala. Después de graduarse en la Locke College Preparatory Academy en 2020, le dijo a su padre que quería trabajar en la construcción, como él. Trabajó en varias obras hasta conseguir un empleo en el proyecto del aeropuerto a finales del año pasado.

El 17 de enero era un lunes. No era común que Bryan estuviera fuera de casa cuando tenía trabajo a la mañana siguiente, pensó Cojón. Tomó una silla y se sentó a esperarlo frente a su casa. Esperó allí toda la noche.

A la mañana siguiente, condujo hasta la obra en construcción en el aeropuerto de Los Ángeles. “Tenía la esperanza de que estuviera allí”, dijo.

Cojón fue a la comisaría del sureste de la policía de Los Ángeles. Los agentes dijeron que era habitual que los jóvenes pasaran la noche fuera y no avisaran a sus padres, recordó. Le preguntaron si su hijo fumaba o bebía alcohol. Cojón respondió que no lo hacía, que no era propio de él no contestar el teléfono o no volver a casa. Los agentes no quisieron reportarlo como desaparecido, dijo, pero tomaron nota de la matrícula y la descripción del Honda Odyssey. Le sugirieron que comprobara en los hospitales si su hijo había sufrido un accidente.

Durante los dos días siguientes, Cojón fue a ocho hospitales de Los Ángeles y sus alrededores, relató, rogando a la gente de la recepción que le dieran información. Cada vez que le decían que su hijo no estaba allí, se sentía “muerto en vida”, manifestó.

Un empleado de un hospital le dijo que enviara una fotografía de su hijo, para que pudieran subirla a un sistema interno y notificarle si lo habían registrado. Cuando Cojón se disponía a enviar la fotografía, dos detectives y dos policías llamaron a su puerta. Su hijo llevaba dos días desaparecido.

Durante una hora y media, relató, le interrogaron: ¿Qué llevaba su hijo cuando lo vio por última vez? ¿Se llevaban bien? ¿Su hijo se drogaba? Solo cuando Cojón les dijo que pensaba seguir buscando en los hospitales, recordó, uno de los detectives le informó que no era necesario seguir buscando. Su hijo había sido encontrado muerto en un cañón.

La última noche de su vida, Bryan había conducido la camioneta de su tío hasta el cruce de Laurel Canyon Boulevard y Terra Bella Street en Pacoima, dijo la detective Sharon Kim en una entrevista. Había estado intercambiando mensajes en las redes sociales con Kathia Julissa Coreas López, presuntamente miembro de la MS-13, señaló Kim.

Coreas López, de 20 años, es apodada ‘Traviesa’, según los registros judiciales. Su abogado no quiso hacer comentarios.

A juzgar por los mensajes, parece que ella estaba “seduciendo” a Cojón Tuyuc, atrayéndolo a una trampa con la promesa de favores sexuales, dijo Kim. Una vez que llegó a la intersección en Pacoima, Coreas López, Orellana y un joven de 17 años trataron de robar a Bryan su dinero, expuso Kim.

Los detectives creen que se defendió y fue apuñalado en el forcejeo. Sus asaltantes lo metieron en la camioneta y condujeron unas 10 millas, hasta una zona de La Tuna Canyon, cerca de la autopista 210, que se utiliza como vertedero ilegal, y dejaron su cuerpo en una ladera, dijo Kim. Los detectives creen que Bryan estaba muerto cuando llegaron al cañón.

A ravine off La Tuna Canyon Road in Sunland.
El cuerpo de Bryan Cojón Tuyuc fue encontrado en un barranco junto a La Tuna Canyon Road en Sunland.
(Myung J. Chun / Los Angeles Times)

Dos días más tarde, alguien que buscaba en el vertedero cosas para vender encontró su cuerpo. La policía localizó la camioneta de su tío más tarde ese mismo día, a media milla de donde había conducido para encontrarse con Coreas López, dijo Kim.

Coreas López, Orellana y el adolescente fueron detenidos seis días después. Kim no quiso describir las pruebas que llevaron a los detectives a identificarlos como sospechosos.

En los registros de fichaje, Coreas López y Orellana declararon no tener trabajo y vivir en una casa en Pacoima a la vuelta de la esquina de la intersección donde Cojón Tuyuc pensó que iba a encontrarse con Coreas López.

Uno de los sospechosos indicó a los detectives que creía que Cojón Tuyuc era un miembro de la 18ª, rival acérrimo de la MS-13. Kim, sin embargo, dijo que no había visto ninguna prueba de que estuviera afiliado a una pandilla y que no tenía antecedentes penales.

Coreas López se ha declarado inocente de los cargos de asesinato y robo. Orellana, que está acusado de los mismos delitos bajo el nombre de Antonio Orellana, aún no se ha declarado.

Cojón se sentó una tarde reciente frente a su casa, en el mismo lugar donde había esperado a su hijo durante toda la noche. Miró las fotos de su teléfono. Una de ellas mostraba a su hijo de pie, orgulloso, delante de su camioneta. Otra era un selfie que Cojón había tomado en el desierto, padre e hijo sonriendo a la cámara.

“Él es todo lo que tenía aquí”, dijo en voz baja. “Lo era todo para mí”.

La escritora del Times Brittny Mejía contribuyó a este informe.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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