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De adictos y adicciones: Soy un adicto sin droga

Archivo. EFE

“Me quedé sin nada, no era dueño ni de mi cuerpo ni de mis pensamientos, todo lo que hacía y lo que pensaba era en función de la próxima cura, todo venía de ella e iba hacia ella”. Así resume José su adicción a la heroína.

José probó de todo, empezó con alcohol y cigarrillos, después marihuana y algunos polvos, pero al final la heroína lo esclavizó. “Crecí en Long Beach y terminé viviendo en las calles del centro de Los Ángeles”, dice José, haciendo memoria de aquel tiempo, “De los amigos de aquellos días, algunos están en la cárcel, otros han fallecido y otros pocos aún andan muertos en vida; tuve que alejarme de todos y empezar de nuevo”.

“A veces pienso que me quise burlar de la heroína, porque a mis 23 años la probé y me retiré, claro, estaba joven y en buena condición física, las malillas aunque duras pasaron rápido y durante los siguientes diez años me mantuve alejado de ella”. José toma aire, respira profundo y mueve la cabeza reprobándose a sí mismo, “me sentía muy orgulloso, porque, según yo, la había podido dejar; lo que no sabía entonces, es que me estuvo esperando agazapada entre mis demonios.

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“Muchas veces escuché que quien es adicto, lo es para toda la vida; en más de una ocasión me dijeron que la adicción es una enfermedad que se puede detener pero no curar; para mí aquello eran tonterías, el mejor ejemplo era yo mismo, que había logrado dejarla.

“La primera vez que dejé la heroína, simplemente dejé de consumir, no fui a ningún programa ni trabajé en mis defectos de carácter, me dediqué a ganar dinero. Me sentía muy orgulloso de mí, formé una familia, ganaba bien, tenía una linda esposa y dos hermosos hijos, la vida parecía perfecta”.

Estimado lector, querida lectora, como tal vez usted sepa, toda adicción está considerada como un trastorno de la personalidad, la adicción a las drogas, por ejemplo, desarrolla en la mayoría de los casos, una dependencia física a la sustancia, además de un trastorno conocido como: trastorno obsesivo compulsivo.

Como en toda relación, con el tiempo fueron apareciendo las diferencias, la esposa de José empezó a trabajar, los horarios eran extenuantes y quedaba muy poco tiempo para la familia. “Sin darme cuenta, nos fuimos distanciando mi esposa y yo, hasta que descubrí que ella tenía una aventura, no lo pude soportar, me quería morir, mi machismo no me dejó considerar la posibilidad de una reconciliación, me sentía ofendido y mancillado en mi honor.

“Ahora puedo ver muchas cosas, pero en aquellos días estaba cegado por los celos, quería llamar su atención y calmar ese dolor que me quemaba por dentro, ¿Qué hice? Salí a buscar heroína, ese fue mi peor error, perdí todo, mis hijos se alejaron de mí, me quería morir, pero no tenía el valor para matarme.

“Estuve enganchado ocho años, en ese tiempo conocí el infierno; mientras estaba drogado no me importaba nada, dejé de pensar en ella y en mis hijos, a mi familia la visitaba de vez en cuando, me alejé de mis amigos y solo vivía para la siguiente dosis.

“A mí me rescataron de la calle, me llevaron a un centro de rehabilitación cristiano, no puse resistencia, estaba tan flaco y cansado que lo único que quería era darme un buen baño, tomar un alimento caliente y dormir. Por desgracia, las cosas no fueron tan fáciles, las primeras tres semanas fueron terribles, pero con el apoyo de los compañeros logré superar la primera etapa; luego vinieron los días obsesivos, donde lo único que piensas es en volver a drogarte, afortunadamente en el centro había mucho que hacer. Pasé un año internado y después me ofrecí como voluntario otro año más, solo así pude salir”.

Columna de Adictos y Adicciones

De sus días de adicto solo quedan los recuerdos, pero estuvo tocando las puertas del infierno ocho largos años hasta que se venció ante Dios, “si no lo hubiera hecho, ya estaría muerto”, dice. En su rostro no hay amargura ni señales de aquellos días, solo sus ojos revelan la mirada de quien ha visto la muerte de cerca.

José cierra nuestra conversación con estas palabras: “Gracias a Dios y a las personas que me ayudaron estoy aquí, a veces pienso que un poder superior me quiere para algo y, la única razón que encuentro, es que tengo que pasar el mensaje: Las drogas son una muerte a pausas, acabas con tu vida y haces sufrir a quienes te quieren. Cuando me preguntan sobre mi experiencia les digo que ‘sigo siendo un adicto, lo seré toda la vida, pero no volveré a usarla jamás por la gracia de Dios’”.

Escríbame, recuerde que su testimonio puede ayudar a otros. Todos los nombres han sido cambiados.

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