A medida que incrementan las infecciones, el Valle de San Joaquín se convierte en la tierra del eterno aumento de COVID
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Así se ve la pandemia del COVID-19 en la zona de California donde el aumento de la variante Delta se niega a ceder.
En el condado de Fresno, los hospitales con escasez de personal han estado tan congestionados que los equipos de ambulancias han dejado de transportar personas a menos que tengan una emergencia que ponga en peligro la vida.
En el condado de Tulare, un hospital de Visalia, que ha estado tratando a más pacientes con COVID-19 en los últimos días que cualquier otra instalación médica en la entidad, declaró un desastre interno la semana pasada en un día en que 51 pacientes en la sala de emergencias esperaron hasta que se desocupara una cama.
Y esta semana, el condado de Kings, escasamente poblado, que tiene una de las tasas de vacunación más bajas de California, tuvo uno de los índices de hospitalización por COVID-19 per cápita más altos del estado.
Durante el último año y medio, el valle rural y agrícola de San Joaquín ha sido un punto activo y perpetuo para el virus, la tierra del eterno aumento de COVID-19.
El número de casos y las hospitalizaciones se desplomaron en todo California, incluso en Los Ángeles y el Área de la Bahía de San Francisco, después del apogeo del verano. Pero no en el Valle de San Joaquín.
“Nos hemos sentido como el área olvidada de California al leer que, en toda la entidad, las cosas están mejorando”, explicó Gary Herbst, director ejecutivo de Kaweah Health Medical Center en Visalia, al Times. “Es casi como si estuviéramos en un país diferente, aunque estemos aquí en medio del estado”.
El Valle de San Joaquín esta semana tiene la tasa más alta de hospitalizaciones por COVID-19 en la entidad. Por cada 100.000 habitantes, la región tenía 24 personas hospitalizadas con COVID-19. En comparación, el sur de California tenía ocho de cada 100.000 residentes hospitalizados con el virus. El Área de la Bahía de San Francisco tenía cuatro.
En el condado de Fresno, el más poblado de la región, la gran mayoría de los pacientes actualmente hospitalizados con COVID-19 no están vacunados. En su mayoría son personas de entre 30, 40 y 50 años y, a menudo, son los principales proveedores financieros de sus familias.
Hay muchas razones que causan que la región esté continuamente asediada, pero el principal culpable, indican los funcionarios de salud pública y los administradores de hospitales, es una baja tasa de vacunación.
El condado de Kings tiene el tercer índice de inoculación más bajo del estado, con solo el 39% de sus 150.000 residentes completamente vacunados, en comparación con el 63% de todos los californianos.
El martes, el condado tuvo la tasa de hospitalización por COVID-19 per cápita más alta de la entidad, con 34 pacientes por cada 100.000 habitantes. En comparación, el condado de Los Ángeles, que tiene el 64% de sus 10 millones de residentes completamente inoculados, tenía 6.5 pacientes por cada 100.000 personas.
También está la política. El Valle de San Joaquín es en gran parte conservador y, a nivel nacional, los residentes rurales y los republicanos se encuentran entre las personas con menos probabilidades de vacunarse contra el COVID-19, según muestran las encuestas.
El concejal de la ciudad de Fresno, Garry Bredefeld, que ha tuiteado “Let’s go Brandon”, una forma codificada de decir “F— Joe Biden”, varias veces en los últimos días, indicó que él y sus electores creen que el gobierno ha sobrepasado sus límites con cierres de empresas, escuelas e iglesias, así como con los mandatos de uso de cubrebocas y vacunas.
Bredefeld señaló que está inoculado y que anima a las personas a vacunarse si así lo desean. Pero lo calificó de “experimental” y argumentó que el gobierno o sus empleadores no deberían obligar a nadie a hacerlo.
“Esto sigue siendo Estados Unidos, la tierra de los libres, y eso significa libertad para tomar sus propias decisiones para usted, sus hijos y su familia”, subrayó.
Los trabajadores esenciales del valle en la agricultura y el procesamiento de alimentos, que son principalmente latinos, a menudo viven en hogares hacinados y nunca pudieron trabajar de forma remota, se han visto muy afectados por el virus.
El Valle de San Joaquín está plagado de una escasez crónica de médicos y hay menos hospitales, así como farmacias, en vastas áreas rurales.
Y la región tiene un alto nivel de pobreza. Con eso, agregan los funcionarios médicos, vienen los altos niveles de afecciones crónicas de salud que hacen que los residentes sean más vulnerables a la hospitalización y la muerte por COVID-19: diabetes, insuficiencia cardíaca congestiva, asma y obesidad.
“Estamos lidiando con décadas de disparidades en la salud, y tratamos de arreglarlo todo durante una respuesta de emergencia, pero no ha habido resultados, para ser francos”, enfatizó a los reporteros el oficial de salud interino del condado de Fresno, Rais Vohra, la semana pasada.
El mes pasado, los funcionarios de salud se mostraron optimistas de que las tendencias iban en la dirección correcta después de que el aumento de la variante Delta alcanzó su punto máximo en agosto.
En el condado de Fresno, algunos miembros del personal de salud pública planearon vacaciones para noviembre, con la esperanza de un breve respiro antes de un incremento anticipado del invierno.
Como la tensión en las salas de emergencia parecía estar disminuyendo a principios del mes pasado, los funcionarios de salud pública suavizaron una política que limitaba los viajes en ambulancia a pacientes gravemente enfermos o heridos.
Pero las hospitalizaciones por COVID-19 volvieron a subir.
Solo tres semanas después de que se relajó la política de las ambulancias, se volvió a promulgar la semana pasada porque las salas de emergencia estaban tan abarrotadas que con frecuencia tomaba de dos a cuatro horas descargar a los pacientes, según el Departamento de Salud Pública del condado de Fresno.
Los paramédicos que responden a las llamadas al 911 ahora evalúan a los pacientes y, si no están en una condición lo suficientemente crítica como para ser transportados, los derivan a sus médicos de atención primaria, atención de urgencia o telesalud.
A pesar del extenso alcance, la tasa de inoculación sigue siendo obstinadamente baja en el condado de Fresno, en parte debido a la desinformación generalizada sobre la vacuna, comentó Vohra.
“Simplemente no estamos teniendo conversaciones productivas sobre cómo mantener a las personas seguras, cómo planificar sus vacaciones, cómo hablar sobre refuerzos y niveles de riesgo”, señaló.
Una señal preocupante para las próximas semanas, agregó, es que la demanda de inyecciones de refuerzo ha sido baja.
“Nos hemos endurecido un poco ante la realidad de que nos espera un invierno complicado. Hay un nivel de agotamiento que no he visto en toda mi carrera entre el personal médico y mis colegas”.
Gurvinder Kaur, el oficial médico de Adventist Health en el Valle Central, que incluye cuatro pequeños hospitales comunitarios en los condados de Kings, Tulare y Fresno, señaló que los problemas de personal que ya existían antes de la pandemia se han agravado por el aumento de pacientes con COVID-19.
El reclutamiento ha sido, durante mucho tiempo, un desafío en las áreas rurales del Valle de San Joaquín y más allá, indicó. Y ahora, durante la pandemia, es un desafío incluso atraer enfermeras viajeras al Valle Central porque prefieren trabajar en lugares como Los Ángeles o San Francisco.
“Podemos tener una cama, pero si no tienes a la enfermera para cuidar al paciente, esa cama no sirve”, señaló Kaur.
El jueves, informó Kaur, había 51 pacientes con COVID en Adventist Health Hanford, un centro médico de cuidados intensivos de 173 camas que es el más grande de los hospitales adventistas de la región.
En comparación, el Centro Médico del Condado de Los Ángeles + USC de 600 camas ha tenido un promedio de 21 pacientes con coronavirus durante la última semana.
En el condado de Tulare, donde solo el 47% de los residentes están completamente inoculados, el Kaweah Health Medical Center de 435 camas, en Visalia, ha tenido un promedio de 111 pacientes con COVID-19 durante la última semana, más que cualquier otro hospital del estado.
El nosocomio declaró un desastre interno, llamado Code Triage, durante dos días la semana pasada, antes de que la entidad enviara enfermeras adicionales para ayudar al personal sobrecargado.
Durante el aumento repentino de la variante Delta, algunos pacientes han esperado en el departamento de emergencias durante días a que se abran las camas, señaló Herbst. Varios pacientes recibieron tratamiento durante uno o dos días en la sala de espera.
Incluso antes de la pandemia, la región tenía muchas personas hospitalizadas debido a enfermedades crónicas, agregó Herbst. Tener alrededor de 100 pacientes con COVID-19 durante semanas ha llevado al personal al límite, detalló.
Los agotados trabajadores de la salud han renunciado en masa en los últimos meses y el hospital depende en gran medida de las enfermeras que viajan.
El sistema Kaweah Health emplea a 5.100 personas y actualmente hay 700 vacantes, agregó Herbst. Tiene solo 80 solicitantes.
“Hay un cartel de ‘Se busca ayuda’ frente a prácticamente todos los departamentos de nuestra organización”, comentó Herbst.
Alrededor del 80% de los empleados de Kaweah están vacunados, indicó Herbst. El atribulado personal médico ha luchado contra el agotamiento y la fatiga por compasión, agregó. Casi todos los pacientes de COVID-19 en el hospital no están inoculados, subrayó.
El Valle de San Joaquín, explicó, “es mayormente conservador en creencias políticas y religiosas” y muchos residentes no confían en el gobierno ni en el antígeno.
Bredefeld, el concejal de la ciudad de Fresno, mencionó que el mensaje del gobierno se ha centrado demasiado en la inoculación, sin suficiente énfasis en tratamientos como los anticuerpos monoclonales.
“No se va a salir de esto con la vacunación”, sostuvo Bredefeld.
Pero Hernán Hernández, director ejecutivo de la Fundación de Trabajadores Agrícolas de California con sede en Delano, argumentó que se necesitan más mandatos para los empleados en el Valle de San Joaquín, especialmente entre los trabajadores agrícolas y los latinos, que se han visto afectados de manera desmedida.
“Los trabajadores agrícolas no son diferentes a los maestros, ni a las enfermeras”, mencionó. “Son humanos. No van a cambiar de ocupación si han trabajado durante 15 o 20 años y se sienten cómodos allí. Van a recibir la vacuna”.
El impacto del virus entre los latinos en zonas rurales de la región ha sido devastador, enfatizó Hernández. En estos días, cada trabajador agrícola con el que habla tiene una historia sobre alguien de su familia que ha muerto o se enferma.
Estaba frustrado por lo que él identifica como la razón inequívoca que ocasiona que la región siga viendo aumentos repentinos de coronavirus, incluso cuando otras áreas mejoran.
“En este punto, es la tasa de vacunación”, señaló. “No hay otra explicación”.
Los redactores del Times, Rong-Gong Lin II, Luke Money y Sean Greene contribuyeron a este artículo.
Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.
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