Más hombres negros y latinos del condado de L.A. se vacunan contra el COVID-19, pero la desconfianza persiste
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Drew Bullock ha escuchado las mismas preocupaciones una y otra vez, de hombres que no están seguros acerca de las vacunas contra el COVID-19. Algunos tienen temores sobre el posible riesgo para su sistema inmunológico y sobre la rapidez con la que se desarrollaron las vacunas. Otros hacen referencia al experimento de Tuskegee, cuando se negó el tratamiento para la sífilis a cientos de hombres negros en Alabama.
“Creo que, cuando se trata específicamente de varones negros y nuestra desconfianza en la industria médica, al no vacunarnos estamos causando un Tuskegee 2.0”, afirmó Bullock.
Con el objetivo de ser “divertido pero preciso”, decidió combatir la desinformación y las falsedades tan alarmantes que encontraba en las redes sociales convirtiendo su página de YouTube, que tiene 26.000 suscriptores, en una fuente de datos para los escépticos de las vacunas.
Después de un comienzo extremadamente lento, el condado de Los Ángeles en los últimos meses logró un progreso significativo en las tasas de vacunación entre los hombres negros y latinos de 12 años o más. Entre el 9 de mayo y el 24 de octubre, los datos más recientes disponibles, el porcentaje de varones negros vacunados en esos grupos etarios aumentó del 36% al 54%, y del 39% al 60.8% entre los latinos de los mismos grupos.
Los varones negros continúan teniendo la tasa de vacunación más baja del condado entre todas las razas y géneros. Solo el 39% en el grupo de 18 a 29 años ha recibido al menos una dosis de la vacuna; para sus pares latinos la cifra es del 52%.
La situación se vuelve más urgente a medida que los funcionarios de salud pública anticipan otro aumento de coronavirus, ya que las disparidades raciales y étnicas a menudo empeoran.
Los trabajadores de salud pública temen que los varones negros y latinos sigan esperando para vacunarse hasta que sus vidas corran riesgo severo por COVID-19 o vean morir a gente conocida. Los hombres de color alegan que esta desconfianza surge de la frustración de que solo reciben la atención de los funcionarios de salud pública en tiempos de crisis.
“Es una situación triste no poder confiar en las agencias gubernamentales, que son realmente responsables de ayudarnos a todos a estar seguros”, reconoció la directora de Salud Pública del condado de Los Ángeles, Bárbara Ferrer, en una rueda de prensa la semana pasada. “Todos tenemos que reconocer parte de la razón por la que ese sentimiento es tan frecuente, y la mejor manera de hacerlo es solucionarlo, estar presente y asegurarse de que las personas tengan los recursos que necesitan para estar saludables”.
Eso significa responder las preguntas todas las veces que sean necesarias, destacó Ferrer, además de establecer lugares convenientes para la vacunación, tocar puertas y trabajar con organizaciones comunitarias confiables.
Los trabajadores del condado y de la comunidad han ido a reuniones de intercambio, mercados de granjeros, iglesias, campos de fútbol, Home Depot y tiendas de autopartes. Los hombres de color que son médicos o trabajadores de la salud pública también han estado presentes para abordar las preocupaciones sobre si la vacuna puede afectar la virilidad y la fertilidad.
El condado trasladó las clínicas de vacunación y los eventos informativos a las horas posteriores al trabajo y dejó de asumir que todos tienen un médico de atención primaria con el que pueden hablar sobre la vacuna.
Tracey Veal, una trabajadora de salud pública del condado que se enfoca en la distribución de vacunas en la comunidad, afirmó que algunos hombres de color se sienten incómodos en la atención médica tradicional o en entornos gubernamentales debido a cómo pueden ser percibidos, ya sea por sus tatuajes o porque estuvieron encarcelados.
Los datos y la desinformación que reciben algunos hombres a menudo proviene de familiares y amigos. Veal expresó que la “presencia de los defensores de la vacuna” es esencial. “Si uno de los líderes de ese grupo obtiene respuestas suficientes a las preguntas, se crea una mentalidad de grupo”, afirmó.
Veal se encontró con personas en los eventos del condado con listas de regímenes caseros que, según ellos, los están ayudando a evitar el COVID-19, como tomar vitamina C, Emergen-C, vitamina D, zinc, aceite de cannabidiol, aceite de coco o la hierba equinácea.
“El hecho de que la gente haya aceptado la idea de que las vitaminas son como medicamentos, que en realidad las equiparen a una vacuna, me dice que no hay suficiente información” compartida en la comunidad, expuso Veal. “El hecho de que las personas crean que están lo suficientemente sanas, que hacer eso es suficiente, me asusta de alguna manera”.
Keith Parker se vacunó hace meses porque “no podría vivir” si le contagiara el virus a su madre de 82 años. Pero incluso como director del Proyecto Paternidad, una iniciativa que apoya a los papás en Los Ángeles, no quiere presionar a los hombres del grupo para que se vacunen.
La organización contrató a expertos en salud pública para abordar las preocupaciones que tienen los varones sobre el corto tiempo que llevó crear las vacunas, sus efectos secundarios y su contenido. “Se requiere tiempo para generar confianza en nuestras comunidades; no solo pueden acudir a nosotros cuando necesitan algo”, enfatizó Parker. “Deben escuchar cuáles son nuestras necesidades”.
Bullock inicialmente se sintió motivado para vacunarse a fin de protegerse a sí mismo y a sus padres, que tienen alrededor de 60 años. También quería volver a los clubes, fiestas y al evento de su alma mater, la Universidad Estatal Técnica y Agrícola de Carolina del Norte, calificado en línea como el “mejor evento de regreso a la universidad en la Tierra”.
“Incluso en las charlas que he tenido en Clubhouse para que la gente entienda cómo funciona la vacuna, me dicen: ‘Nunca nadie me lo explicó así. Está bien, lo haré’”, expuso Bullock.
Por lo tanto, decidió publicar videos en YouTube sobre por qué se vacunó, los efectos a largo plazo del COVID-19 y una respuesta a los jugadores de la NBA no vacunados. También comparte clips y responde preguntas en Twitter.
Bullock perdió la cuenta de cuántas personas le han tuiteado o enviado mensajes diciendo que ellos o sus hijos se vacunaron después de ver sus videos. Pero recuerda las dos veces que tuvo un ataque de asma y no podía respirar. Al escuchar cómo el COVID-19 afecta la respiración, Bullock se dio cuenta de que el virus era diferente a la gripe o al resfriado común. La mayoría de sus amigos recibieron las dosis de Pfizer-BioNTech, pero varios otros aún no están vacunados.
“Soy un tipo normal y corriente que investigó”, manifestó Bullock. “Puedo entender el miedo y las luchas y, a veces, es bueno decir: ‘No, esto es así, hermano’. Creo que realmente se necesita comprender cuán peligroso es este virus, particularmente para nosotros, como hombres negros”.
Según el Dr. Efraín Talamantes, director de operaciones de AltaMed Health Services, que administra clínicas comunitarias en los condados de Los Ángeles y Orange, muchos de los hombres jóvenes con los que ha hablado sobre las vacunas “no ven al COVID-19 como una amenaza inmediata para sus vidas”.
Algunos todavía piensan que es fatal principalmente para los adultos mayores o las personas con problemas de salud crónicos, agregó, y los trabajadores de la salud deben encontrar mejores formas de describir a los varones jóvenes de lo que es capaz el COVID-19 sin estigmatizarlos o culparlos.
“Existe una [idea de] masculinidad que, de alguna manera, la atención médica ha perpetuado. Sé, al hablar con algunos de nuestros pacientes que son hombres jóvenes, que quieren saber que pueden acudir a la atención médica sin que sea una sorpresa o algo malo”, relató Talamantes. “Quieren ser incluidos en un enfoque más holístico y saludable, similar al que abordamos con las mujeres, y no estoy seguro de que hayamos hecho lo suficiente al respecto”.
En Koreatown, José De León y su esposa dejaron de salir con sus tres hijos cuando el COVID-19 azotó el año pasado, excepto para comer y caminar al exterior con mascarillas. De regreso al auto, todos usan desinfectante de manos, y cuando vuelven a su casa se quitan la ropa y la guardan en una bolsa hasta que la puedan lavar.
Pero De León no quiere vacunarse. “Aún tienes la posibilidad de contraer la enfermedad, estés vacunado o no”, expuso. “Creo que lo importante es la forma en que te cuidas, lo seguro que estás y lo cuidadoso que eres con los demás”.
Su esposa contrajo COVID-19 después de ser vacunada por su trabajo. Ha tenido varios amigos que también enfermaron. El padrastro de uno de ellos murió a causa del virus. El hombre recordó cuando su madre y su tía contrajeron COVID-19, y todo lo que la familia pudo hacer fue dejar Pedialyte y batidos de proteínas en la puerta de su casa durante dos semanas.
Pero entre el “miedo” a las agujas, su desconfianza en la vacuna, el temor a experimentar complicaciones relacionadas con ella y ver a otras personas recuperarse del COVID-19, De León no planea vacunarse hasta que sea obligatorio. “He estado rodeado de personas que tenían COVID y no me contagié”, afirmó. “Y si me toca enfermarme, pues me enfermo. No tengo miedo”.
Si bien la vacuna no garantiza que alguien no contraiga COVID-19, los expertos en salud pública del condado señalaron recientemente que las personas no vacunadas tienen siete veces más probabilidades de infectarse y 27 veces más de ser hospitalizadas que aquellos que sí lo han hecho.
Cuando Jaime Sámano recibió su primera dosis, en marzo, pensó en su papá. Sus padres, ambos diabéticos, se habían quedado en casa desde el comienzo de la pandemia, lavándose las manos y usando mascarillas. Su padre, nacido en México, era un hombre cariñoso y “un ejemplo de padre, el papá que cualquiera quisiera tener”. Estaba ansioso por vacunarse, recordó Sámano, pero murió dos semanas después de enfermar de COVID-19, el 2 de enero. Tenía 70 años.
Entonces Sámano se preguntó a sí mismo: Si la vacuna va a ayudar aunque sea un poco, ¿por qué no aplicársela? “De alguna manera pensé en lo que le pasó a mi papá. Yo también trabajo en el campo, soy de alto riesgo y estoy expuesto a contraer [COVID-19], así que quiero vacunarme tan pronto como pueda”, pensó.
Sámano añadió que hablar con Talamantes, que es su médico, y su esposa, que también trabaja en el área de la salud, lo tranquilizó sobre la seguridad de la vacuna. La mayor parte de su familia, incluidos sus hermanos y su madre, ya están vacunados. Cuando conversa con amigos, los anima a hacer lo mismo.
Todavía escucha a personas, que no se han vacunado, asegurar que no lo harán hasta que sus empleadores lo requieran, que no saben qué hay en la vacuna e incluso que es una artimaña del gobierno. “Nunca pensé: ‘Eso podría ser una trampa y el gobierno me va a controlar’”, comentó Sámano. “Para mí, esas son puras tonterías”.
El redactor de The Times Rong-Gong Lin II contribuyó con este artículo.
Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.
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