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Preocupa el aumento de camarillas en el Departamento del Sheriff del Condado de Los Ángeles

 A row of sheriff's deputies
Rand Corp. publicó el viernes su muy esperado estudio encargado por el condado sobre subgrupos de agentes. L.A. County.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

Cientos de agentes del Departamento del Sheriff del Condado de Los Ángeles (LASD, por sus siglas en inglés) indicaron que han sido reclutados para unirse a camarillas secretas, a veces parecidas a pandillas, que operan dentro de las estaciones del departamento, según los hallazgos de una encuesta realizada por investigadores independientes.

El estudio anticipado sobre los grupos problemáticos, que los funcionarios del condado le encargaron a Rand Corp. en 2019, encontró que el 16% de los 1.608 agentes y supervisores que respondieron de forma anónima a las preguntas de la encuesta habían sido invitados a unirse a una camarilla, con algunas propuestas recibidas en los últimos cinco años.

Todos los aproximadamente 10.000 empleados juramentados del departamento recibieron una encuesta y la participación fue voluntaria. El informe también incluye entrevistas con algunas docenas de oficiales del sheriff y del condado. Además se encuestaron a 140 líderes comunitarios y miembros del público.

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El estudio concluyó que los grupos, que han existido durante décadas en el Departamento del Sheriff y han sido criticados por glorificar un estilo agresivo de vigilancia policial, tienen más probabilidades de formarse en estaciones “rápidas”, las que patrullan áreas con niveles más altos de delitos violentos, y, también, que las camarillas son divisivas dentro del departamento. Los investigadores no preguntaron a los agentes si alguna vez habían pertenecido a uno de estos grupos.

“Nuestra investigación sugiere que varias de estas camarillas todavía estaban agregando miembros activamente en el momento de nuestras entrevistas”, señala el informe.

Más de un tercio de los oficiales encuestados, el 37%, señaló que estos grupos deberían estar prohibidos, incluida casi una cuarta parte de quienes habían sido invitados a unirse a una.

El Departamento del Sheriff ha luchado durante mucho tiempo para frenar a las camarillas de agentes tatuados que exhiben aquello que los críticos han denominado, durante mucho tiempo, como tácticas violentas e intimidatorias similares, en algunos aspectos, a las utilizadas por las bandas criminales.

El sheriff Alex Villanueva ha negado que existan “pandillas” dentro del departamento, pero también se ha atribuido el mérito de abordar el problema con una política que prohíbe a los agentes unirse a cualquier grupo que cometa conductas nocivas. Los observadores han criticado la política, argumentando que carece de fuerza y no se aplica realmente.

Villanueva no respondió de inmediato a una solicitud de comentarios.

El estudio de Rand recomendó reforzar la política del sheriff definiendo más específicamente lo que está prohibido y requiriendo que los agentes revelen su membresía de organizaciones.

También sugirió que el Departamento del Sheriff establezca un programa de capacitación entre iguales para ayudar a los agentes a intervenir cuando sean testigos de la mala conducta de otros oficiales.

El inspector general, Max Huntsman, comentó el viernes que Villanueva se presentó esta semana para una entrevista después de resistirse inicialmente a una citación para responder preguntas sobre camarillas de agentes. Sin embargo, el sheriff se opuso a testificar bajo juramento, siguiendo las instrucciones de su abogado, por lo que Huntsman indicó que se negó interrogarlo y ahora planea pedirle a un juez que ordene a Villanueva que rinda testimonio bajo juramento.

Respecto al estudio, Huntsman señaló que recomienda que “las sociedades secretas sean prohibidas e investigadas”.

Dos supervisoras del condado de Los Ángeles, Sheila Kuehl y Kathryn Barger, se negaron a realizar comentarios a través de sus portavoces porque no se les había informado completamente sobre el estudio. Otros tres no respondieron de inmediato a las solicitudes de comentarios. Se espera que el informe sea discutido en una reunión a finales de este mes.

El estudio encontró que no hubo un esfuerzo coordinado entre los supervisores en el extenso departamento para disuadir a los oficiales de unirse a este tipo de organizaciones, y el 28% de los encuestados respondió que los supervisores no consideran que los grupos sean problemáticos.

También se encontró que los propósitos de las asociaciones varían. “Algunos son grupos de bebedores. Otros están más cerca de las camarillas o, como los llamó uno de los encuestados, ‘chicos populares’. Y algunos fomentan una cultura de vigilancia policial agresiva”, indicó el estudio”.

En las entrevistas, algunos en el departamento criticaron a los agentes que se “esforzaban demasiado” para conseguir una invitación para unirse a un grupo, lo que según el estudio podría conducir a una mala conducta. Por ejemplo, los oficiales podrían usar fuerza innecesaria para mostrar cuán agresivos son con la esperanza de recibir una propuesta, arrojó el informe. Casi un tercio de los encuestados indicó que los miembros de las camarillas obtienen privilegios especiales en el trabajo.

Aproximadamente una cuarta parte de los encuestados indicó que cree que los grupos de agentes pueden ser una influencia positiva, al motivar al personal de una estación o a los miembros de una unidad en particular, mientras que un número similar sintió que pueden dañar la moral y alienar a otros oficiales, según el estudio. Casi la mitad de los agentes entrevistados señaló que los grupos tatuados no tienen ningún impacto en las estaciones del departamento ni en las operaciones diarias de las unidades.

“La exclusividad y el secreto de los subgrupos entre algunos agentes del Departamento del Sheriff de Los Ángeles plantea varios riesgos y desafíos para la organización, así como a las comunidades a las que sirve”, indicó en un comunicado Samuel Peterson, investigador de políticas de Rand y autor principal del estudio.

Muchas personas de la comunidad que fueron entrevistadas expresaron su preocupación de que los oficiales de las camarillas se involucren en novatadas, encubran a sus compañeros agentes, hostiguen a los residentes de la comunidad y usen fuerza excesiva.

El condado de Los Ángeles ha pagado al menos $55 millones en acuerdos, para casos en los que se alega que los agentes del sheriff pertenecen a una sociedad secreta, según muestran los registros. La cifra proviene de una lista de casos compilada por abogados del condado.

Varios casos que involucran a oficiales con grupos tatuados acusados de glorificar un estilo agresivo de policía siguen pendientes. Entre ellos se incluye uno presentado por ocho agentes que alegan que fueron acosados habitualmente por los Banditos, una pandilla de oficiales, predominantemente latinos, en la estación del este de Los Ángeles y que tienen tatuajes de un esqueleto con sombrero, bandolera y pistola.

Volviendo a 2016, alega la demanda, los Banditos se negaron repetidamente a enviar refuerzos en llamadas peligrosas a los agentes que presentaron la demanda, los presionaron para que abandonaran la estación y enviaron mensajes hostiles en las computadoras del trabajo. También sostiene que una vez este grupo adquirió en secreto municiones de la escopeta de otro oficial.

Últimamente presentaron documentos judiciales con nuevas acusaciones de que los Banditos recientemente tuvieron una fiesta en la que se tatuaron 10 agentes, lo que elevó el número total de miembros a 100.

Vincent Miller, un abogado que representa a los ocho oficiales, comentó que el estudio confirma lo que sus clientes han estado alegando durante casi tres años.

“No sé qué más necesita el condado para reconocer finalmente la profundidad real del problema y poner fin a las bandas de agentes, de una vez por todas”, señaló. “Las filas están creciendo, no disminuyendo. Esto muestra que lo comentado por LASD es una mentira descarada”.

Miller puntualizó que transferir a los agentes problemáticos a diferentes estaciones, como Villanueva afirmó que hizo en el este de Los Ángeles, hace poco para resolver el problema.

“No se propaga el cáncer para curar la causa de la enfermedad”, enfatizó Miller.

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