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Muchos hombres latinos siguen sin vacunarse; la desinformación, el miedo y la falta de tiempo son factores clave

Jose Jaimes receives the Moderna COVID-19 vaccine
La asistente médico Licelda Pérez le aplica a José Jaimes la vacuna Moderna contra el COVID-19, en la Clínica Romero.
(Carolyn Cole / Los Angeles Times)

Cuando Crystal Rodríguez hizo una cita para aplicarse la vacuna Pfizer en una clínica local, su esposo no se atrevió a acompañarla, aunque cedió después de un pequeño empujón.

Ambos recibieron su primera dosis, con pocos efectos secundarios. Rodríguez sintió alivio mientras realizaba sus rutinas diarias con sus tres hijos.

Pero cuando debían programar su segunda dosis, el esposo de Rodríguez había sido influenciado por sus compañeros o por las redes sociales, ella no estaba segura exactamente de qué. “Alguien le metió algo en la cabeza”, afirmó la residente del este de Los Ángeles, de 33 años. Su esposo, finalmente, se negó a ir.

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A nivel nacional, un tercio de los latinos no vacunados afirman querer hacerlo lo antes posible, una proporción mucho mayor que la de los negros o blancos no inmunizados, según una encuesta de la Kaiser Family Foundation. Están ansiosos por poner fin a la pandemia que afectó de manera desproporcionada a su comunidad con altas tasas de enfermedad y muerte, así como con problemas financieros.

En St. John’s Well Child & Family Center, en el East Los Angeles Civic Center,
En St. John’s Well Child & Family Center, en el East Los Angeles Civic Center, el área de espera lucía vacía el pasado 12 de mayo.
(Carolyn Cole/Los Angeles Times)

Sin embargo, muchos están preocupados por faltar al trabajo debido a los efectos secundarios, tienen dificultades de transporte o creen erróneamente que podrían tener que pagar por la aplicación de sus dosis, según la encuesta de Kaiser.

Las tasas de vacunación son especialmente bajas entre los varones latinos. En el condado de Los Ángeles, el 39% había recibido al menos una inyección, en comparación con el 59% de los hombres blancos, hasta el 9 de mayo pasado. Según los datos demográficos, las mujeres tienen más probabilidades de vacunarse que los hombres, y aproximadamente el 46% de las latinas lo han hecho.

Los activistas de la salud se están enfocando en los problemas que impiden que los hombres latinos se vacunen, que van desde la desinformación hasta los horarios ocupados, la falta de familiaridad con el sistema de salud y el miedo a los efectos secundarios.

Iniciativas como #VacunateYa, en las redes sociales, tienen un objetivo pedagógico. El jueves pasado, el alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti, anunció una campaña de vacunación bilingüe, con la participación de celebridades como el actor Danny Trejo, la leyenda de la música Pepe Aguilar y la estrella de telenovelas Angélica María.

Como los latinos representan casi la mitad del condado de Los Ángeles y el 39% de la población del estado, mucho depende de esos esfuerzos. Los latinos de ambos sexos tienen tasas de vacunación más bajas que los blancos y los asiáticos y están a la par de los residentes negros en todo el estado.

Para Ilan Shapiro, un médico involucrado en #VacunateYa, difundir información al público latino implica no solo traducir al español, sino conectarse culturalmente con ellos y ganarse su confianza.

Los varones latinos tienen menos probabilidades de tener seguro médico o de ser conscientes de su salud en comparación con las mujeres latinas y los hombres de otros grupos demográficos, añadió. Las mujeres necesitan con mayor frecuencia atención de emergencia durante el embarazo, para sus hijos o por otros problemas de salud, lo cual establece una conexión con el sistema médico. Para los hombres ello no siempre ocurre, por lo cual una visita al doctor a menudo suele ser el último recurso. “Los varones no suelen ver a sus médicos por cuestiones preventivas”, consideró.

Tanya Mitchell goes over information with Raul Ayala, 18, of East Los Angeles, before giving him a vaccine.
Tanya Mitchell, asistente médico certificada, repasa información junto con Raúl Ayala, de 18 años, del este de Los Ángeles, antes de aplicarle la vacuna.
(Carolyn Cole/Los Angeles Times)

Aura Ortiz, asistente médica de una clínica de vacunación en el este de Los Ángeles, se hizo eco de esas preocupaciones. Entran bastante más mujeres que hombres, explicó. Muchos de ellos llegan con sus esposas o familias.

Es común que los varones latinos no tengan seguro médico, añadió. Cuando les pregunta sobre su última visita al médico, suelen responder que no han ido en dos o tres años. Ello contrasta con las respuestas que suelen darle los residentes blancos, la mayoría de los cuales ven a sus doctores con regularidad y tienen seguro médico, incluso si no padecen afecciones graves.

Según Ortiz, otros factores son la desinformación y la desconfianza generalizada a la vacuna, debido a su rápido desarrollo. “Escuchan todos esos locos rumores, que no son ciertos”, incluso que las vacunas causan infertilidad en ambos sexos, comentó Ortiz.

Rigoberto Aguiña, un residente de Long Beach, de 43 años, no está seguro de aplicarse su segunda dosis. La primera le lastimó el brazo de manera significativa y el dolor se expandió hasta su corazón. La experiencia lo dejó asustado. “No sabes lo que te están inyectando en el brazo”, afirmó.

Aguiña cree en una teoría de la conspiración conocida como el “nuevo orden mundial”: la vacuna fue desarrollada por el gobierno para eliminar a las personas débiles o improductivas, expuso.

Aunque cree que, probablemente terminará por aplicarse su segunda inyección, lo hará solo porque en su trabajo, una empresa de empaque, se lo exigirá.

Rivera Fernando, también residente de Long Beach, no se vacunó, pero por una razón diferente. “No he tenido tiempo”, señaló. Fernando trabaja en un restaurante Chili’s y no ha podido tomarse un día libre en dos meses. Recientemente reservó una cita, pero solo porque debe realizarse un examen regular con su médico, debido a la diabetes que lo aqueja.

Los hombres latinos a menudo son jefes de familia y tienen varios trabajos en pos de mantenerlas. No cuentan con el tiempo para vacunarse o para examinar la información que encuentran. Ello los convierte en blancos fáciles de los rumores que circulan en las redes sociales, consideró Shapiro.

Los principales culpables son las páginas de Facebook, WhatsApp y YouTube, tanto en español como en inglés, llenos de teorías de conspiración, cobertura de noticias alarmistas o chismes que afirman que las vacunas causan problemas. “A todos nos afecta esto, pero quien ya está sufriendo y en una posición vulnerable, y ya cuenta con dos o tres trabajos […] no tiene tiempo para estar comprobando”, comentó. “Es una muy mala combinación”.

Rodríguez no está segura de qué está influenciando a su esposo. Su único efecto secundario después de la primera dosis fue algo de dolor en el brazo. Todos los que los rodean están a favor de inmunizarse. Todas las hermanas, primas y amigas de Rodríguez están vacunadas, al igual que sus suegros.

Los sentimientos en contra de las vacunas parecen provenir de los compañeros de su marido y sus redes sociales, cree. Entre estos hombres, existe la sensación de poder manejarlo todo, de que simplemente no necesitan la vacuna. “Piensan que son machos; que pueden conquistar cualquier cosa y superar lo que sea por su cuenta”, dijo. “No puedes decirles nada”.

Ella hizo todo lo posible para convencer a su marido de que se aplicara la segunda dosis; lo instó a pensar en sus hijos, que estarán en riesgo si él está solo vacunado a medias. Pero él está convencido de no hacerlo. “Es terco”, remarcó Rodríguez, quien cuida a tiempo completo de sus hijos, uno de los cuales está discapacitado. “No voy a discutir con él”.

En Vernon, una ciudad industrial con una gran cantidad de trabajadores latinos esenciales, las clínicas móviles están acercando la vacuna a las fábricas y almacenes.

En Rose & Shore, una empresa con sede en Vernon que prepara comidas para escuelas y otras agencias, un tercio de los empleados se negaron a inocularse cuando la clínica móvil visitó el lugar por primera vez, detalló Jacquie Cabrera, la representante de recursos humanos.

Cabrera estimó que el 60% de los trabajadores de Rose & Shore son varones latinos. Muchos de ellos temían que la vacuna afectara sus enfermedades o afecciones preexistentes. “Varios tienen miedo”, añadió. “Dudan porque piensan que lo que tienen puede exacerbarse”.

Jaime Guzmán, de 44 años, fue uno de los trabajadores que aprovechó la clínica móvil; cree firmemente en escuchar a los expertos en salud, que pasan años estudiando enfermedades para poder asesorar al público.

No obstante, ha escuchado muchos rumores entre otros hombres, en contra de la vacuna.

Muchos tienen una actitud “machista” o prestan demasiada atención a las redes sociales, remarcó Guzmán. El mayor rumor que encontró al hablar con colegas y amigos es que afecta la salud sexual. “Hay una gran cantidad de ellos que están preocupados de que los vuelva sexualmente impotentes”, dijo. “Pero siempre pienso: ‘Existe una solución para todo, excepto para la muerte’”.

Sumado a ello, se necesitan apenas unos pocos clics para encontrar un cúmulo de información errónea en YouTube, agregó. “Hay muchos videos en YouTube que dicen que la vacuna causa esto o aquello”, enfatizó. “Muchas personas que no son expertas, pero suben comentarios o videos para ganar ‘me gusta’”.

Cabrera trabaja actualmente para programar otra clínica móvil en Rose & Shore, después de que varios empleados que rechazaron la inmunización la primera vez cambiaran de opinión, posiblemente al ver que sus colegas vacunados no tuvieron problemas.

En el condado de Los Ángeles, la cantidad promedio de dosis administradas a diario disminuyó significativamente en las últimas semanas, una señal de que muchas personas ansiosas y que pudieron vacunarse fácilmente, ya lo han hecho.

A los médicos también les preocupaba que la pausa fuera resultado de la desconfianza después de que se informara que la vacuna Johnson & Johnson podía estar relacionada con la formación de inusuales coágulos de sangre.

Ese fue el caso de Martín Sánchez, de 58 años, quien luego de escuchar las noticias decidió esperar más para pedir su turno. Quería ver si alguien a su alrededor sufría una mala reacción. “Tenía dudas”, reconoció “J&J me hizo dudar de esa vacuna”.

Pero, aún con algunas reservas, sabía que eventualmente tendría que hacerlo. Padre soltero de cinco hijas, es prediabético y tiene un mayor riesgo de enfermarse de gravedad sin contrae COVID-19.

Cuando finalmente estuvo listo, la semana pasada, buscó aplicarse la vacuna Pfizer en la clínica de vacunación del este de L.A. donde trabaja Ortiz. Sánchez, empleado de una cafetería de hotel, reconoció que algunos amigos y familiares intentaron convencerlo de que no lo hiciera. Una tía, en su ciudad natal en México, le dijo que leyó en un artículo que un hombre murió tras aplicarse una dosis.

Después de tomar su decisión, dejó de prestarle atención a todas las versiones. Puede que haya una docena de historias sobre los beneficios de la vacuna, pero sus familiares se aferran a la única mala, reconoció. “La gente ve las cosas malas y no los beneficios”, concluyó. “Y yo intento mirar lo positivo”.

El redactor de planta de The Times Rong-Gong Lin II contribuyó con este artículo.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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