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El arma secreta de California para el éxito ante el COVID-19: Creemos en la vacuna

A student registered nurse prepares a COVID-19 vaccine.
La estudiante de enfermería Camille Endicio prepara jeringas con el antígeno de Pfizer-BioNTech contra COVID-19 en una nueva clínica móvil ambulante en Los Ángeles el martes.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Varios factores han impulsado el notable cambio de California, como el epicentro nacional de la pandemia de COVID-19, a tener una de las tasas de casos más bajas en Estados Unidos.

Pero un arma en su arsenal ha pasado desapercibida: la adopción generalizada de las vacunas contra COVID-19 por parte de los californianos.

Los datos federales indican que se estima que solo alrededor del 11% de los residentes de la entidad tienen dudas sobre los antígenos, una tasa más baja que todos los estados excepto cuatro: Massachusetts, Vermont, Connecticut y Hawái.

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Esta relativa falta de reticencia sin duda ha sido una bendición para la campaña de vacunación del estado, aunque un análisis del Times muestra que los californianos en algunas de las áreas rurales conservadoras siguen siendo menos propensos a inocularse que sus vecinos urbanos.

Según estimaciones del Departamento de Salud y Servicios Humanos, que se basan en datos de encuestas de la Oficina del Censo de Estados Unidos, los siete condados de California considerados más reticentes con respecto a las vacunas contra COVID-19 son Yuba, Del Norte, Plumas, Modoc, Siskiyou, Lassen y Kings.

La proporción de la población de esos condados que se estima que tiene dudas sobre la vacuna, lo que significa que probable o definitivamente no recibiría una inyección contra COVID-19 cuando estuviera disponible, varió entre el 14% y el 16%.

En comparación, las tasas en los menos indecisos de los 58 condados de California (San Francisco, Marín, San Mateo, Santa Clara, Contra Costa, Orange y Alameda) estaban entre el 7% y el 9%, según muestran estimaciones federales.

Los funcionarios y expertos dicen que no hay una razón fundamental por la que ciertos grupos o individuos puedan tener más dudas sobre las dosis que otros. Algunos pueden ser escépticos por razones políticas o debido a una desconfianza profundamente arraigada en los sistemas de salud, ya que durante mucho tiempo los han pasado por alto o les han desatendido.

Otras personas pueden sentirse incómodas con la aparente velocidad a la que se desarrollaron las vacunas.

En Los Ángeles, donde se estima que el 11% de la población puede tener dudas sobre los antígenos, la directora de salud pública, Bárbara Ferrer, indicó que no cree que sea descabellado que la gente esté “buscando más información antes de decidir cuándo y si sería pertinente vacunarse, ya que quieren comprender mejor los problemas y preocupaciones de seguridad”.

“Quieren asegurarse de que entienden, ‘¿Por qué molestarse en ser inoculado? ¿Cuál es su efectividad?’”, dijo durante una sesión informativa reciente.

Hay indicios de que el interés por el antígeno ha disminuido recientemente en el condado. Hubo una caída del 50% en las citas para la primera dosis la semana pasada, expuso Ferrer, y los funcionarios de la ciudad anunciaron el viernes que el sitio de vacunación del Dodger Stadium, uno de los más grandes del país, cerraría a fines de mayo.

El hecho de que algunas personas sean más reacias a ser inoculadas no es una sorpresa, dicen los funcionarios y los expertos. Un segmento de la población ha sido durante mucho tiempo resistente, o aparentemente hostil, a todo tipo de vacunas, y eso probablemente no cambiará, incluso ante una pandemia.

Si bien es dudoso que toda la población esté alguna vez inoculada por completo contra el COVID-19, los expertos en salud han dicho que una proporción menor, pero aún significativa, generalmente estimada en 80% o más, es lo que se necesita para lograr la inmunidad colectiva, el umbral en el que hay suficientes personas protegidas contra la transmisión, lo que haría poco probable que el coronavirus se propague.

Demasiadas personas que se niegan a vacunarse prolongarían el camino de California hacia una protección generalizada. Y con la aplicación de la vacuna entrando en su quinto mes, existe la preocupación de que aquellos que estaban ansiosos por arremangarse ya hayan sido inoculados, lo que deja una tarea mucho más difícil por delante: persuadir a quienes están menos dispuestos a vacunarse.

Incluso si el estado alcanza la inmunidad colectiva, existe el temor de que la aplicación insuficiente del antígeno en determinadas comunidades aún otorgue al coronavirus amplias oportunidades de propagarse, prolongando aún más la pandemia.

“No podemos escondernos detrás de cuál es el número promedio. Tenemos que mirar hacia los lugares” donde podría permanecer la transmisión, dijo el Dr. Robert Kim-Farley, médico epidemiólogo y experto en enfermedades infecciosas, profesor de UCLA Fielding of Public Health.

Aunque los funcionarios advierten contra la lectura excesiva entre pequeñas diferencias geográficas, las listas de reticencia estimada se alinean perfectamente, aunque no del todo, con la cobertura de vacunas a nivel de cada condado en California.

En Lassen, por ejemplo, solo alrededor del 20% de los residentes ha recibido al menos una dosis de vacuna, fácilmente la tasa más baja del estado, según datos compilados por el Times.

Kings tiene el tercer índice más bajo, 25%; Yuba el cuarto, 27%; Modoc el quinto, 28%; y Del Norte el séptimo, 31%.

Siskiyou y Plumas, aunque les está yendo un poco mejor, todavía tienen una cobertura de una dosis muy por detrás del promedio estatal.

Por otro lado, Alameda, Contra Costa, Santa Clara, San Mateo, San Francisco y Marín se encuentran entre los nueve condados más importantes de la entidad en términos de vacunación, al menos parcial, con una cobertura que oscila entre el 56% y el 66%. Orange tiene un 47.3% en este rubro.

En todo el estado, aproximadamente el 46% de los californianos han recibido al menos una dosis.

El Dr. Aaron Kheriaty, director del programa de ética médica en UC Irvine y miembro del grupo de trabajo sobre vacunas en Orange, dijo que es clave reconocer “que la población de California no es homogénea: hay factores culturales, étnicos, morales y religiosos y diferencias médicas entre varias personas”, por lo que es fundamental perfeccionar “una estrategia de salud pública que piense en esa diversidad”.

Entre los californianos que han optado por no arriesgarse a vacunarse se encuentra Mary Maguire, de 59 años. La residente del oeste de Los Ángeles dijo que tiene antecedentes de reacciones alérgicas a los antígenos. Aún así, la decisión le ha causado ansiedad en medio de una creciente presión para recibir la inyección.

“Sabemos que la vacuna no es 100% segura y que algunos individuos experimentarán problemas incluso si es un pequeño porcentaje. Está bien descartar eso como si no fuera gran cosa, hasta que te conviertas en la persona que tiene el problema”, dijo Maguire. “Creo en la ciencia, no soy una antivacunas, y si no tuviera este historial probablemente ya lo hubiera recibido. Muchos de nosotros tenemos preocupaciones legítimas”.

Terre Dunivant, de 62 años, diseñadora gráfica de San Luis Obispo, dijo que no tiene objeciones políticas a la vacuna. Más bien, le preocupa si se han estudiado a fondo los posibles efectos en las personas con trastornos autoinmunes.

“No creo que hayan descubierto cómo manejar a las personas que tienen los problemas que yo tengo”, explicó Dunivant, quien sufre de esclerosis múltiple y artritis reumatoide. “Es solo esta prisa por hacer todo lo que es posible”.

Si bien las estimaciones federales indican que solo una parte relativa de los californianos puede resistirse a vacunarse, otros datos de encuestas han encontrado un nivel de reticencia mucho más alto.

En una encuesta estatal publicada en marzo por el Instituto de Políticas Públicas de California, el 21% de los adultos encuestados dijo que probable o definitivamente no recibirá el antígeno.

Entre los que tenían la tasa de reticencia más alta se encontraban los republicanos registrados, el 39% de los cuales dijo que probable o definitivamente no se vacunaría.

Esa opinión fue compartida por el 19% de los independientes y solo el 10% de los demócratas registrados.

Los siete condados de California con las tasas estimadas de reticencia más altas se inclinaban por Donald Trump en las elecciones presidenciales de 2020.

En esa misma encuesta de PPIC, alrededor del 29% de los californianos negros dijeron que probable o definitivamente no recibirían la vacuna, en comparación con el 55% de enero. Entre los latinos, el 22% se mostró indeciso, una tasa que se mantuvo sin cambios con respecto a los dos meses anteriores.

Ese punto de vista fue compartido por el 20% de los blancos y el 5% de los residentes asiático-americanos.

La reticencia en la comunidad negra se ha atribuido, en parte, a la desconfianza histórica en el sistema de atención médica, después de las disparidades raciales en el acceso a los servicios, junto con acontecimientos como el notorio experimento Tuskegee del gobierno de Estados Unidos, en el que los médicos durante décadas utilizaron a hombres negros como sujetos de prueba, sin aplicar el tratamiento para la sífilis mucho después de que se hubiera encontrado la cura.

Entre los encuestados en todo el país por la Oficina del Censo al 29 de marzo, casi la mitad dijeron que dudaban en recibir una vacuna contra COVID-19 porque estaban preocupados por los posibles efectos secundarios. Casi el 39% comentó que planeaba esperar y ver si los antígenos eran seguros.

Sin embargo, el 36.1% precisó que no confiaba en las vacunas, el 28.6% explicó que no confiaba en el gobierno, el 27.6% detalló que no creía necesitarla y el 20.3% subrayó que no sabía si funcionarían.

De cara al futuro, los funcionarios de salud dicen que es vital derribar cualquier barrera potencial al acceso a los antígenos, para que aquellos que han estado al margen no se encuentren con ningún obstáculo cuando decidan adquirirlos.

California ha trabajado con grupos de alcance comunitario para educar a los residentes, a través de fuentes confiables, sobre la vacuna y ha lanzado campañas en los medios de comunicación en varios idiomas en un intento de conectarse con aquellos que pueden no estar seguros de recibirla.

Rong-Gong Lin II, contribuyó a este artículo.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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