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Una trabajadora agrícola lucha para ayudar a su familia y a su comunidad

Marisela Ramos se reúne con una familia que vive en una granja
Marisela Ramos se reúne con una familia que vive en una granja para hablar de la vacuna COVID-19 y ayudarles a acceder a conseguirla.
(Brooke Frederick / For The San Diego Union-Tribune)

Marisela Monroy Ramos reza todas las noches para que el vivero de cítricos de Fallbrook en el que trabaja desde hace 15 años siga abierto para poder seguir manteniendo a su familia durante la pandemia.

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Agriculture worker labors to help family, community

Este perfil es parte de una serie en inglés que conmemora un año de la pandemia en San Diego.

Cuando las ventas disminuyeron, su horario se redujo. Y a pesar del riesgo de contraer COVID-19, no podía permitirse no trabajar.

Monroy Ramos, de 49 años, alquila un apartamento en Temecula, pero también ayuda a tres de sus cinco hijos e hijas a pagar el alquiler en otro departamento de dos habitaciones.

Cuando algunos de sus hijos perdieron sus empleos cuando se cerró la industria restaurantera, le tocó a Monroy Ramos asegurarse de que la familia tuviera un techo.

“No podía quedarme en casa”, dice. “Tuve que salir a ganarme la vida”.

Marisela Ramos riega las plantas dentro del invernadero del Vivero Atkins.
(Brooke Frederick / For The San Diego Union-Tribune)
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Monroy Ramos intenta no pensar en los amigos y compañeros trabajadores agrícolas que han muerto a causa del COVID-19 porque tenían que trabajar. Recuerda que se dice constantemente: “Tengo que sacar a mi familia adelante”.

Se mantiene alejada de la gente, se lava las manos y reza cada noche para mantenerse sana. Los hijos de Monroy Ramos pudieron permanecer en su departamento arreglando los pagos del alquiler con el administrador del edificio.

Mensajera de confianza de la comunidad de inmigrantes, Monroy Ramos se acerca a otros trabajadores agrícolas, proporcionándoles recursos para llegar a fin de mes. Lleva comida a las familias que tienen COVID-19 y les informa sobre la vacuna.

Trabaja con organizaciones sanitarias y laborales locales para identificar a las personas, en su mayoría inmigrantes indocumentados, que reúnen los requisitos para vacunarse, pero que tienen miedo de ir a los lugares de vacunación debido a los controles de la Patrulla Fronteriza cercanos.

En el condado de San Diego hay aproximadamente 12 335 trabajadores agrícolas, aunque esa cifra no incluye a todo el sector de la industria agrícola. La Oficina Agrícola del Condado de San Diego estima que 70 mil en el sector son elegibles para la vacuna.

“Tenemos que seguir ayudándonos y apoyándonos unos a otros”, dijo Monroy Ramos. “Rezo por mi comunidad”.

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Monroy Ramos dijo que se necesitan más servicios para las familias agrícolas porque esas personas no pueden quedarse en casa, lo que las pone en mayor riesgo de enfermarse.

“Veo tanta necesidad”, dijo de la comunidad agrícola del norte del condado. “Las mayores necesidades son conseguir dinero para el alquiler y las facturas. A veces no comen bien para reunir suficiente dinero para la renta”.

Marisela Ramos visita a su hija, Wendy Catana, en la tienda Cricket donde trabaja.
(Brooke Frederick / For The San Diego Union-Tribune)
Marisela Ramos y su familia cocinan juntas en su casa de Temecula.
(Brooke Frederick / For The San Diego Union-Tribune)
Marisela Ramos utiliza el desinfectante de manos
Marisela Ramos utiliza el desinfectante de manos proporcionado por la Clínica Comunitaria de Vista, con la que se asocia para ayudar a los trabajadores agrícolas a acceder a la vacuna COVID-19.
(Brooke Frederick / For The San Diego Union-Tribune)
Marisela Ramos recoge kumquats en el vivero Atkins para venderlos en el mercado agrícola.
(Brooke Frederick / For The San Diego Union-Tribune)
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Marisela y Enrique cargan cajas de aguacates y cítricos en un camión para llevarlos al mercado agrícola.
(Brooke Frederick / For The San Diego Union-Tribune)
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