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Columna: ¿Por qué tantos mexicanoamericanos defienden a Speedy Gonzáles?

Speedy Gonzales painting
El columnista Gustavo Arellano tiene un cuadro de Speedy Gonzáles colgado en la oficina de su casa.
(Gustavo Arellano / Los Angeles Times)

Atravesó mi infancia como un cometa vestido con sombrero, aterrorizando a los villanos gringos en nombre de nosotros, los mexicanos oprimidos.

Su grito de guerra pasó directamente de nuestros televisores y pantallas de cine a nuestros corazones y mentes. Mi familia y muchas otras personas celebraron sus hazañas, imaginándose como soldados de su brigada. La sociedad educada nos dijo que no debíamos adorar a este personaje porque hacía quedar mal a los mexicanos. Así que intentaron todo lo posible para atenuar su estrella, pero los mexicanos siempre luchamos con fuerza contra cualquier intento de anular a nuestro compadre.

¿Pancho Villa? ¿Emiliano Zapata? ¿Vicente Fernández?

No, Speedy Gonzáles.

El ratón de dibujos animados de Warner Bros. debutó en 1953 e inmediatamente se convirtió en un éxito a ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México. Sus aventuras eran siempre sencillas -Speedy se enfrentaba al Gato Silvestre y a otros felinos, normalmente en una disputa relacionada con el queso- pero efectivas. El roedor no tardó en recoger premios (cuatro nominaciones al Oscar y una victoria en solo seis años), pero también críticas que vieron a Speedy como lo que es:

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Un problema. Un estereotipo. No hay duda de ello.

Su nombre proviene de un popular chiste sexual antimexicano de los años 50. El actor de voz no latino Mel Blanc puso voz al “ratón más rápido de todo México” con un acento estereotipado y un espanglish sin sentido. La típica trama de Speedy lo presenta como un ladrón y un canalla, y a sus compañeros ratones mexicanos como vagos, borrachos y que viven felizmente entre la basura. ¿He mencionado el sombrero? Es tan grande como su cuerpo. Los sombreros son grandes, pero no tanto.

Speedy se convirtió en un paria en las décadas posteriores a su apogeo, colocado por los ejecutivos y expertos de Hollywood en el mismo purgatorio racista del viejo Hollywood donde colocaron al actor y comediante Stepin Fetchit, “We don’t need no steenkin’ badges”, y al personaje de ficción Charlie Chan. La cadena ABC lo prohibió de sus emisiones durante la década de 1980 “porque el personaje presenta una imagen estereotipada que no es compensada por ningún otro personaje televisivo latino”, según un artículo de Los Angeles Times de 1981. Cartoon Network hizo lo mismo a finales de la década de 1990. Recientemente, el columnista del New York Times Charles Blow dijo que los dibujos animados de Speedy “ayudaron a popularizar el corrosivo estereotipo de los mexicanos borrachos y flojos”.

Sin embargo, una y otra vez, los mexicanos -el mismo grupo que uno pensaría que odiaría más a Speedy- se levantaron para defender su honor.

En los años 90, los estudiantes universitarios presentaron a Speedy como un protozapatista que luchó contra el imperialismo estadounidense antes de que estuviera de moda hacerlo. En 2002, la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos pidió a Cartoon Network que liberara a Speedy de su cárcel: un portavoz dijo a Fox News: “¿Hasta dónde se lleva lo políticamente correcto antes de que ya no se pueda decir nada de nada?”

A raíz de las columnas de Blow, los mexicanos famosos y no famosos se pronunciaron en las redes sociales contra quienes se atrevieron a denostar a su personaje. “No puedes atraparme cancelando la cultura. Soy el ratón más rápido de todo México”, tuiteó el comediante Gabriel Iglesias, que da voz a Speedy en el próximo relanzamiento de “Space Jam”.

“Amamos a Speedy porque es inteligente y rápido”, escribió Eugenio Derbez, otro cómico que le pondrá voz en el próximo largometraje de Speedy.

Mientras tanto, solo un puñado de latinos fueron nominados a los premios de la Academia de este año, pero a Iglesias, Derbez y otros defensores de Speedy no parece importarles. La verdad es que lo entiendo: En los más de 100 años de Tinseltown (Hollywood), sigue siendo el personaje mexicano más popular y exitoso jamás creado. Cuando no tenemos mucho, debemos proteger lo que tenemos, ¿no creen?

Las cuatro nominaciones de Speedy a los premios de la Academia lo empatan con Anthony Quinn como el actor de origen mexicano con más nominaciones. Su única victoria, por una caricatura homónima de 1955, coloca a Speedy detrás de los dos Oscars de Quinn por la mayor cantidad ganada por un actor mexicano... porque ningún otro mexicano ha ganado un Oscar por actuación jamás.

Chris Rock expresó mejor esta indignación en un ensayo de 2014 en Hollywood Reporter, donde describió a Los Ángeles como un lugar donde “existe la certeza, como en ningún otro lugar, de que los mexicanos van a cuidar a los blancos”. Denunciando la falta de representación en Hollywood, Rock dijo: “Estás en Los Ángeles, es imposible no contratar mexicanos”.

En cambio, Hollywood contrata a Speedy. ¿Qué otro actor “mexicano” tiene dos proyectos de gran presupuesto programados para el próximo año? Ni Edward James Olmos ni Salma Hayek.

Nunca vi un estereotipo cuando miré por primera vez sus dibujos animados de niño: vi mi cultura en una época en la que los medios de comunicación en inglés no se preocupaban por nosotros fuera de la delincuencia y la inmigración. Bailaba nuestras danzas y se vestía como un jarocho y sonaba como mis primos del campo, para ser honesto. Fue el único mexicano en Hollywood que conocí que nunca perdió - bueno, él y Cheech y Chong.

Quiero tanto a Speedy que conservo un gran cuadro suyo en el despacho de mi casa. Su sonrisa amable y su piel morena me transportan a mi infancia, y me recuerdan el lugar que ocupamos los mexicanos hoy en día.

Por supuesto que vamos a amar a Speedy - no es como si tuviéramos un buffet de héroes animados icónicos para elegir además de Dora la Exploradora y Bender Bending Rodríguez de “Futurama”.

Esta improbable historia de amor fascina al profesor de historia de la Universidad Estatal de Luisiana Stephen Andes, que está trabajando en un libro académico sobre Speedy.

“Habla de la robustez del público latino, que toma lo poco que se le dio y encuentra algo con lo que conectó, y luego convierte a Speedy en un héroe”, expuso Andes. “Si Gabriel [Iglesias] siente que significa algo interpretar a Speedy, no voy a decirle que no puede hacerlo”.

Andes dice que por eso Speedy no debería ser arrojado al mismo cubo de basura que sus contemporáneos el Frito Bandito, José Jiménez, o el propio personaje de Blanc, Sy el Pequeño Mexicano, en “El Show de Jack Benny”.

Señala que los animadores mexicano-americanos trabajaron en casi la mitad de los 47 cortos de Speedy Gonzáles, en una época en la que eran una rareza en Hollywood. En América Latina, el público sigue amando a Speedy sin muchos reparos porque lo aceptan tal cual: un ratón mexicano que se burla de los pussygatos yanquis una y otra vez.

“Eso no es una excusa o una justificación de ‘Oh, bueno, si un mexicano-americano hizo algo problemático, está bien’”, dice Andes. “Pero en realidad eso matiza su historia. Hay que reconocer que fue una representación realmente problemática que los mexicanos moldearon como un ícono”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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