Columna: La agridulce victoria de Alex Padilla, el primer latino elegido senador de EE.UU por California
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Bueno, Gavin Newsom siguió dos tercios de mi consejo.
En noviembre, escribí que debía elegir a un latino del Valle de San Fernando para reemplazar a Kamala Harris como senadora de EE.UU por California.
El gobernador acertó en la ubicación y el origen étnico, pero no en el hombre a quien había propuesto: yo sugerí al macho de Hollywood Danny Trejo, alias “Machete”, pero Newsom optó por el secretario de Estado Alex Padilla.
El nativo de Pacoima es el primer latino en representar a California como senador de Estados Unidos. Y es verdaderamente un momento histórico y maravilloso, porque Padilla ejemplifica todo lo bueno que este estado necesita en este momento.
Es el primer senador estadounidense de California nacido en Los Ángeles. Es hijo de inmigrantes mexicanos. Creció en la clase trabajadora de los suburbios y se graduó del MIT, lo cual ya lo hace más inteligente que casi todos sus nuevos colegas juntos.
El hombre de 47 años es de la generación de californianos que se radicalizaron cuando eran adolescentes y adultos jóvenes debido a la Proposición 187, la iniciativa de votación antiinmigrante de 1994, que casi dos tercios de los votantes aprobaron pero que en cambio convirtió a California en un bastión demócrata a nivel nacional.
Ha escalado peldaños en la política (concejal de la ciudad de Los Ángeles, senador estatal, secretario de estado) que le servirán bien en D.C., como un senador que conoce las necesidades de los gobiernos locales y estatales.
Estoy contento con la elección que hizo Newsom, pero el logro de Padilla también sabe agridulce. Los latinos somos una pluralidad de la población de California, ¿y hasta ahora tenemos un senador de Estados Unidos? Somos el grupo étnico que ayudó a los demócratas a tomar el control del Estado Dorado de una vez por todas, ¿y la única forma en que pudimos conseguir que uno de los nuestros se convierta en senador nacional es mediante una designación?
El logro de Padilla no prueba que los latinos finalmente hayamos alcanzado nuestro potencial político. Es un recordatorio de que tenemos mucho más por hacer.
Con Padilla ahora como senador, y el ex procurador general de California Xavier Becerra en línea para convertirse en secretario de Salud y Servicios Humanos del presidente electo Joe Biden, eso significa que el comisionado de seguros Ricardo Lara es el único latino en la rama ejecutiva de California, y esa posición es tan potente como un iPhone que se ha caído al agua.
Padilla, aunque muy querido en los círculos demócratas, debe postularse para las elecciones en dos años. Adam Schiff y Katie Porter —la luz de los ojos de los progresistas que consideran que Padilla no es lo suficientemente radical, a pesar de sus exitosas luchas contra Donald Trump por acusaciones de fraude electoral— ya han acumulado cofres de guerra para posibles enfrentamientos contra su compañero demócrata.
Todavía no veo a un latino que pueda ganar en una carrera para gobernador después de que Newsom deje el cargo. Es poco probable que un latino ocupe el asiento de Dianne Feinstein cuando ella finalmente se retire.
Y el partido republicano de California —encabezado por una latina, nada menos— está listo para canalizar la ira generalizada hacia Newsom y una participación mejor de lo esperada entre los latinos, para que Donald Trump nos arree a más de nosotros en el campo republicano que nunca.
Más que un triunfo, Alex Padilla como senador de Estados Unidos representa un sueño que aún está postergado.
Durante los 20 años de mi carrera como periodista, he escuchado una y otra vez que los latinos finalmente hemos mostrado nuestros proverbiales músculos políticos. Hemos hecho un gran trabajo al representar a nuestras comunidades a nivel legislativo local y estatal, mediante estrategias y fuerza de voluntad. Pero cuando se trata de cumplir con nuestro potencial en todo el estado, somos debiluchos de 90 libras.
Gran parte de la culpa reside en los pasos en falso de algunas de las mismas personas a las que hemos empujado como nuestro ‘Moisés moreno’ para sacarnos de la sequía política.
El anuncio de Padilla me remonta a 2005, cuando él era miembro del Concejo Municipal de Los Ángeles. Ese año, el futuro parecía fácil para una reconquista latina de los corredores de poder de California. Antonio Villaraigosa era alcalde de L.A., José Huizar dirigía el Distrito Escolar Unificado de L.A.; Rocky Delgadillo era fiscal de la ciudad y Gloria Molina presidía la Junta de Supervisores del Condado de Los Ángeles.
En Sacramento, Cruz Bustamante era vicegobernador y Fabián Núñez presidente de la cámara. Incluyamos al ex sheriff del condado de Los Ángeles Lee Baca en esta mezcla mexicana, y los latinos teníamos todo un sistema de granjas de talento listo para las grandes ligas, capaz de rivalizar con los Dodgers de Branch Rickey.
Hoy, solo Padilla —el chico tranquilo de ese grupo— sigue con un cargo político. Con la excepción de Molina, todos los demás se aquietaron o quedaron atrapados en escándalos que hicieron retroceder la causa de los políticos latinos durante una buena generación.
Hasta Padilla.
Hemos estado esperando este momento, y todavía no hemos llegado. Así que deseo que Padilla celebre esta noche y luego se tome un segundo para reflexionar sobre la profundidad de lo que ahora significa esto.
Él llegó a la cima de una escalera que no debería haber sido tan alta. Ahora, con él allí arriba, ojalá que nos levante a más, que tire la escalera y abra la puerta del primer piso.
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