El coronavirus alteró todo en la procesión de la Virgen de Guadalupe, menos la devoción de los fieles
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Casi todo lo relacionado con la 89ª procesión anual de la Virgen de Guadalupe y la Misa en la Misión de San Gabriel fue diferente al año anterior: un cambio histórico de formato y lugar, poca gente, mascarillas y distanciamiento social.
El coronavirus lo cambió todo, excepto la fe de los asistentes y la devoción de los organizadores.
“Este año fue particularmente importante continuar con esta hermosa tradición de celebrar a la Virgen de Guadalupe, porque ella es la madre de la curación y la esperanza”, comentó el arzobispo de Los Ángeles, José H. Gómez, poco antes de dirigir el servicio dominical. “En estos tiempos difíciles, ella es quien nos mantiene unidos como familia”.
La procesión de 2020 fue la primera que se llevó a cabo fuera de Los Ángeles y la primera en años en ser reubicada desde la Avenida César Chávez, en el Este de Los Ángeles, en parte para disuadir a una gran multitud de reunirse durante un cierre pandémico.
Los cientos de participantes, decenas de carrozas y bandas que fueron vitoreadas por 10.000 asistentes el año pasado se reemplazaron el domingo por una procesión de 30 autos que comenzó en Vincent Lugo Park y terminó aproximadamente a una milla de distancia, en la misión, construida por primera vez en 1771 en lo que es ahora Montebello trasladada al actual San Gabriel unos años más tarde.
La misa se limitó a 120 participantes en persona, físicamente distanciados, que fueron dirigidos por Gómez y asistidos por dos obispos y media docena de sacerdotes y seminaristas. Sin embargo, se transmitió en vivo a 5.800 espectadores, precisó la Arquidiócesis Católica Romana de Los Ángeles.
La misión fue seleccionada como sede para destacar su papel en la historia de Los Ángeles, añadió el padre Juan Ochoa, organizador de la procesión y administrador de la Iglesia Católica Cristo Rey, en Hollywood.
“Esta procesión tiene mucha historia, y queríamos vincularla a la Misión San Gabriel”, añadió Ochoa. “El año que viene, la misión celebrará su 250º aniversario y la conexión entre su historia y la construcción de Los Ángeles es importante”.
Las donaciones hechas el domingo también fueron entregadas a la misión, que está reconstruyendo su techo y reparando secciones de la iglesia que resultaron dañadas en un incendio, en julio pasado.
Aunque la asistencia fue deliberadamente limitada, varios residentes de South Ramona Street se sorprendieron y se apresuraron a salir de sus casas —algunos en pijama o pantalones deportivos— para presenciar y saludar la procesión.
Casi todos los vehículos del desfile fueron decorados con tributos a la Virgen María, representada en la imagen tradicional de una joven indígena de piel oscura y cabello negro. Los participantes llevaron rosas, banderas mexicanas y letreros que identificaban de la parroquia de cada familia.
Se dice que la Virgen de Guadalupe se le apareció varias veces, en diciembre de 1531, a un campesino indígena llamado Juan Diego, quien más tarde fue canonizado como santo católico.
En quizá la visitación más famosa, la Virgen María le indicó al joven que recogiera rosas —fuera de temporada debido al frío— de lo alto de una colina cerca de la Ciudad de México, y se las llevara al obispo local como señal de fe. Diego hizo lo que le indicó; recogió las rosas en su manto y se las mostró al obispo, quien quedó asombrado ante la visión milagrosa de la imagen de la Virgen de Guadalupe en la ropa de Juan Diego.
Esos eventos son venerados en México cada año el 12 de diciembre, día oficial de la fiesta de la Virgen de Guadalupe.
Un residente del este de Los Ángeles, José Juan Morales, condujo el primer vehículo en la procesión del domingo, una camioneta con un remolque convertido en santuario móvil, con cientos de rosas y un mural de Nuestra Señora de Guadalupe.
Morales, un feligrés de la iglesia católica Our Lady of Solitude del este de Los Ángeles, ha participado en la devoción durante casi una docena de años, pero reconoció sentirse “más bendecido” por haber sido parte este año.
El hombre, de 45 años y padre de tres hijos, oriundo de Puebla, México, estuvo hospitalizado durante una semana en julio pasado con COVID-19. Tardó tres semanas más en recuperarse por completo.
Aunque está sano de nuevo, la pandemia lo obligó a cerrar su pequeño puesto de ropa y juguetes. “Considero un milagro estar aquí honrando a la Virgen de Guadalupe; creo que ella me salvó”, afirmó Morales.
Los ocho miembros de la familia Hernández, de Downey, se apiñaron en su Chevy Traverse negro adornado con girasoles en el cofre, rosas en el techo y una pequeña pintura de la Virgen, con diseños de papel picado rojo adheridos por todo el vehículo.
Este era el cuarto año que los Hernández participaban de la procesión, pero Margarita expresó que ahora era más importante que nunca antes estar allí. “Este ha sido un año loco, y lo necesitábamos”, comentó Hernández, de 19 años, cuya parroquia es St. Dominic Savio, en Bellflower. “Tuvimos la oportunidad de escapar de nuestra casa por un rato, pero también de estar seguros y honrar a Nuestra Señora de Guadalupe”.
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