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Es la semana de Acción de Gracias en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, y casi se podría uno olvidar que una pandemia ha puesto al mundo de cabeza, salvo por las mascarillas que ocultan parte de los rostros de los viajeros.
El lunes por la mañana, la gente se aglomeró a través de las líneas de registro a menos de seis pies de distancia y se agrupó alrededor de los transportadores de equipaje en los que esperaban sus maletas. Su presencia desafió tanto la lógica como las directrices de salud: los gobernadores y funcionarios públicos suplicaron durante semanas para que las personas se quedaran en casa en medio de una creciente oleada de casos de coronavirus.
Pero para algunos, la tentación de estar con sus seres queridos al final de un año de incendios, inundaciones, política y plagas es demasiado grande.
“Sopesé mis opciones y sentí que a donde iba y con quién estaría, estaría a salvo”, dijo Kim Motz, quien llegó en un vuelo de Southwest desde San Antonio para visitar a su hija y a su nieto de un año.
Motz, de 57 años, había planeado visitarla durante Halloween, pero “se asustó y canceló el viaje”, relató. No queriendo perder otra oportunidad de estar con su familia, decidió seguir adelante esta vez, a pesar del riesgo.
“Durante toda la semana, las noticias decían: ‘Si viajas para el Día de Acción de Gracias, te vas a morir. Tendrás un funeral en Navidad’”, dijo. “Finalmente tuve que dejar de ver las noticias”.
Motz tiene compañeros de trabajo y amigos que han contraído el virus, aunque ninguno ha muerto. Su familia planea pasar el Día de Acción de Gracias entregando comida a los trabajadores de la salud en el hospital donde su nuera trabaja como enfermera en la sala de emergencias.
Dijo que todos en su vuelo llevaban mascarillas y que se sentía “muy segura”.
En vísperas de una de las mayores fiestas del año, los aeropuertos del área de Los Ángeles son un paisaje surrealista, un oasis de aparente normalidad entre mascarillas, estaciones de desinfección de manos y reglas de distanciamiento social que a veces se desmoronan con las multitudes, como si la pandemia no fuera rival lo suficientemente fuerte como para descarrilar la tradición.
Los viajeros, después de considerar los riesgos han decidido no dejar que el 2020 altere sus planes de vacaciones.
Algunos dicen que se sienten perfectamente seguros. Otros están preocupados, pero no pueden soportar el aislamiento y han priorizado su necesidad de conectarse con la familia o los amigos.
Philip Carney estaba en el mismo vuelo de San Antonio que Motz. Comentó que también sopesó sus opciones antes de decidir volar con su hija, Jacquie, de 7 años, para visitar a su familia en San Clemente.
“Estábamos un poco preocupados, pero no demasiado - somos de Texas”, dijo, riéndose.
Su madre, Donna Vidrine, llegó a la acera de la Terminal 1 y le dio a Jacquie un gran abrazo de oso. Fue el tipo de momento con el que muchos sueñan este año.
A su alrededor, el aeropuerto se llenaba de gente con pasajeros que habían hecho cálculos similares.
“Esto estaba planeado para junio, pero aún así queríamos venir”, manifestó Mike Fetalsana, llegando en un vuelo de Southwest desde Dallas.
Fetalsana dijo que todos en su vuelo llevaban mascarillas y que él se quitó su propio cubrebocas solo para tomar sorbos rápidos de agua. Agregó que trabaja en el sistema de salud y que es más consciente de los riesgos que la mayoría de la gente.
“Sé lo que tengo que hacer, y son cosas que todos deberíamos estar haciendo todo el tiempo”, dijo Fetalsana, que tiene 40 años. “Lávate las manos y ponte una mascarilla”.
En Los Ángeles, Fetalsana se quedará en un Airbnb y limitará sus contactos a los familiares cercanos. Agregó que no se hará la prueba de COVID-19 mientras esté aquí, pero que lo hará cuando llegue a casa.
Otros estaban menos preocupados. Lisa George voló a L.A. desde Las Vegas y ha estado viajando de ida y vuelta entre las dos ciudades durante meses para cuidar de su madre enferma.
George dijo que ella está más preocupada por los “fanáticos y pandilleros con armas” que por el virus.
“No estoy asustada”, aseguró.
Pero no todos eran tan despreocupados. Alberto, que tiene 44 años y se negó a dar su apellido, estaba sentado fuera de la terminal de salida Delta con dos mascarillas.
Estuvo en una escala de tres horas entre su casa en el Área de la Bahía y su destino en Jalisco, México, y dijo que prefería quedarse afuera, donde se sentía más seguro.
Pasará el Día de Acción de Gracias con sus amigos, pero comentó que le preocupaba su decisión y aún se pregunta si fue correcta.
“¿Y si soy portador [del virus] y no lo sé?”, dijo. “Me siento fatal por ello”.
Alberto ha pasado los últimos siete meses solo en su apartamento, donde enseña a estudiantes universitarios usando el Zoom. Todas sus interacciones humanas durante la pandemia han sido “transaccionales”, dijo, y el aislamiento estaba empezando a pesar en él.
“Es una elección entre ver a tus amigos o volverte loco”, manifestó.
Mientras se sentaba solo en el banco en una fría mañana nebulosa, una pareja se acercó a la acera delante de él y se abrazaron en un largo adiós - un momento casi normal.
A pesar de la multitud de viajeros, cuyas justificaciones para volar eran variadas como sus destinos, el aeropuerto ha estado mucho menos ocupado que de costumbre este año, señaló el portavoz de LAX, Heath Montgomery.
En lo que va del mes de noviembre, el tráfico de pasajeros ha bajado un 30% comparado con el mismo período del año pasado, dijo.
El aeropuerto de Los Ángeles probablemente tendrá un promedio de 846 vuelos diarios hasta el 30 de noviembre, comparado con los 1.638 de ese período en 2019, expuso.
Aún así, las aerolíneas están volando más esta semana que durante la mayor parte de la pandemia. Montgomery dijo que el tráfico de pasajeros se redujo en un 95% en marzo y ha aumentado lentamente desde entonces.
Aunque el aeropuerto prevé que habrá más viajeros durante las vacaciones de Acción de Gracias y de invierno, el reciente aumento de casos de coronavirus y las recomendaciones contra los viajes no esenciales podrían presagiar un retroceso, enfatizó Montgomery.
Desde el miércoles, los viajeros que llegan a LAX, al aeropuerto de Van Nuys o a la Union Station desde otro estado deberán firmar un formulario reconociendo el asesoramiento del estado de California para la cuarentena durante 14 días.
El aeropuerto de LAX ha lanzado recientemente tres pruebas de coronavirus, con resultados en 24 horas a 150 dólares cada una. El próximo mes, el aeropuerto planea abrir una unidad móvil de pruebas que proporcionará resultados en tan solo tres horas.
Los sitios de prueba existentes han estado ocupados y cada vez más ocupados, dijo Elizabeth Cameros, una trabajadora de la salud en uno de los sitios de LAX.
Con una bata, una mascarilla y un escudo, Cameros administró hisopos nasales a Angela Buckley y Wade Hopkins, que acababan de salir de un vuelo desde Salt Lake City.
Ambos en sus 30 años, se estaban haciendo la prueba para poder continuar a Hawái, donde se requieren pruebas de COVID-19 negativas de todos los viajeros para poder vacacionar en las islas.
“La óptica definitivamente hace parecer que L.A. está más apagado que Salt Lake City”, dijo Hopkins después de terminar su prueba. “La gente allá sigue yendo a clubes y bares. Se siente muy diferente el ambiente”.
Buckley, su novia, reveló que conocía a gente que había contraído el virus. Pero sus síntomas no eran graves, algo así “como un resfriado grave”, dijo.
Ella ha estado yendo a su oficina, mientras que Hopkins trabaja principalmente desde casa. Ninguno de los dos encontró muy difícil la decisión de volar a Hawái para el Día de Acción de Gracias.
“No entramos en contacto con demasiada gente, así que nos sentimos bien al respecto”, manifestó Hopkins.
Buckley y Hopkins se limitarán a un hotel en Los Ángeles hasta que reciban los resultados de sus pruebas por correo electrónico.
Mientras que el aeropuerto de Los Ángeles estaba en movimiento, en el de Long Beach era una escena diferente. Solo un puñado de viajeros estaban afuera el lunes por la mañana esperando ser recogidos.
Leslie Freeman dijo que su vuelo desde Phoenix fue “muy placentero” y que no le preocupaba viajar, ya que se subió a un auto de transporte y se fue a toda velocidad.
Dentro, la terminal del aeropuerto regional estaba casi vacía. La portavoz del aeropuerto, Marlene Arrona, dijo que normalmente hay mucho movimiento temprano por la mañana y una pausa por la tarde.
Long Beach está preparado para un aumento del 25% de viajeros en las vacaciones de noviembre y diciembre, pero, al igual que el aeropuerto de Los Ángeles, los números del aeropuerto serán sustancialmente más bajos este año, expuso Arrona.
Las vacaciones pueden suponer una ligera recuperación, pero el tráfico de pasajeros del aeropuerto ha disminuido considerablemente, de unos 525.000 pasajeros en noviembre de 2019 a los 112.000 previstos para 2020, según la portavoz del aeropuerto, Nerissa Sugars.
Ángela Velasco, esperando su vuelo de regreso a la zona de Seattle, fue una de las pocas viajeras allí el lunes por la tarde.
Dijo que visitó Las Vegas y Los Ángeles en un viaje de placer después de que los restaurantes del estado de Washington, incluyendo un IHOP donde trabaja como camarera, cerraran.
“Quería aprovechar ese tiempo libre”, dijo Velasco, de 28 años, que se alojó en un hotel Marriott en Santa Mónica esta semana. Espera que su trabajo se reanude el mes que viene.
Una vez de vuelta en casa, se pondrá en cuarentena al menos hasta que su prueba de COVID-19 resulte negativa, lo que significa que no pasará el Día de Acción de Gracias con su familia.
No quiere exponer a sus parientes mayores a ningún riesgo de coronavirus, dijo.
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