Todo empezó con una mujer enferma en San José. Ahora, un millón de californianos tienen COVID-19
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En enero, cuando Patricia Dowd se enfermó con síntomas parecidos a los de la gripe y tuvo que cancelar sus planes de ir a un funeral, era imposible comprender lo que su enfermedad representaba para California y el resto de la nación.
Dowd, de 57 años y gerente de una compañía de semiconductores de Silicon Valley, parecía recuperarse. Pero en una semana, la hija de Dowd encontró a su madre muerta en su casa de San José. Era el 6 de febrero, y se cree que Dowd fue la primera persona que murió de COVID-19 en suelo de Estados Unidos.
En esos primeros días, cuando la muerte de Dowd no era conocida públicamente, el coronavirus parecía ser un brote distante que representaba una pequeña amenaza. Algo que podría tenerse bajo control manteniendo un crucero lleno de pasajeros infectados frente a la costa de San Francisco, o mediante un agresivo control de los vuelos procedentes de China.
Hoy en día, COVID-19 está en todas partes. Hasta el jueves, 10 meses después de que Dowd se enfermara, se ha confirmado que más de un millón de californianos están infectados.
Entre los que se enfermaron, más de 18.100 han muerto, y muchos de los que sobrevivieron están sufriendo las consecuencias a largo plazo de la enfermedad. Tratar de evitar infecciones adicionales también ha hecho que millones de personas pierdan su trabajo, y que el desempleo alcance niveles récord en el estado. Incluso para aquellos que se salvaron de lo peor, la pandemia ha acabado con sus vidas.
California ha alcanzado este último hito, luego de que el número de casos de COVID-19 y de hospitalizaciones está aumentando en California, con un incremento similar en todo el país. Muchos californianos desanimados están reconsiderando sus planes de reunirse con sus seres queridos en el Día de Acción de Gracias, haciendo otro sacrificio en un año ya difícil. Un “oscuro invierno”, en palabras del presidente electo Joe Biden.
El número récord de casos habla de varias fallas iniciales en las pruebas y en la preparación para la pandemia. Revela tanto la falta de una respuesta nacional y coordinada a la pandemia como los esfuerzos del estado por compensar con medidas más estrictas y millones de dólares de recursos.
Pero también pone de relieve las recientes mejoras en los tratamientos médicos y las precauciones para proteger a los más vulnerables. Muestra cómo los californianos se han sacrificado y han sufrido.
Después de más de ocho meses de iniciada la pandemia, el estado sigue sin estar cerca de alcanzar la pesimista proyección que el gobernador Gavin Newsom hizo el 19 de marzo, cuando consideró que 25 millones de californianos podrían enfermar de COVID-19, incluso teniendo en cuenta que probablemente se hayan pasado por alto muchos casos. California se movilizó rápidamente para poner en marcha una orden de permanencia en el hogar y hacer obligatorio el uso de cubrebocas, evitando que su sistema hospitalario se viera desbordado.
Las escenas de pesadilla de Nueva York de pacientes moribundos alineados en pasillos y camiones refrigerados esperando afuera por cuerpos nunca se materializaron aquí.
Los casos y muertes de COVID-19 en California están por debajo de la mayoría de los estados cuando se tiene en cuenta la población. Con 1 millón de casos, aproximadamente el 2.5% de los californianos han tenido COVID; esa tasa es mayor en 36 estados.
La imagen parece mucho menos favorable cuando se mira fuera de Estados Unidos. La tasa de infección en Suecia, que es famosa por su enfoque poco estricto de la pandemia, es menor que en California. En Corea del Sur, cuya población supera en 10 millones a la de California, solo 28.000 personas han dado positivo por el virus.
El epidemiólogo de la UCLA, Dr. Timothy Brewer, dijo que las cifras más altas de California muestran lo difícil que es para los estados tratar de controlar una pandemia sin una respuesta federal general. Añadió que la mejoría podría estar en el horizonte cuando Biden asuma el cargo el próximo año.
“Es muy difícil tratar de proteger a un estado dentro de un sistema federal; no tenemos las herramientas que necesitamos”, expuso. “California ha logrado frenar las cosas en relación con otros lugares, pero no podemos hacerlo solos”.
Desde que comenzó la pandemia, nuestro conocimiento del virus se ha profundizado. Hemos aprendido que usar cubrebocas funciona, que muchas personas son asintomáticas, que los ambientes interiores mal ventilados son particularmente peligrosos. En muchos sentidos, la pandemia hoy se percibe de una manera diferente a como se sintió en la primavera.
Sin embargo, de manera frustrante, más información no ha dado como resultado una menor propagación del virus. Podría pensarse que la falta de comprensión del COVID-19 pudiera ser una de las razones por las que no ha sido controlado de manera eficiente.
Durante el verano, en un intento de poner en marcha la debilitada economía, los líderes del estado y del condado se apresuraron a reabrir los negocios mucho más rápido de lo que los expertos en salud habían aconsejado. El público, fatigado por las restricciones sin precedentes en sus vidas, interpretó estos cambios como una señal de que la vida podría volver a una cierta normalidad. El fuerte incremento de casos fue alimentado por esos factores.
Esas tendencias también provocaron un cambio en el perfil de las personas que empezaron a enfermar y la mayoría de los casos se concentraron en individuos menores de 50 años. Esto redujo la tasa de mortalidad, ya que los más jóvenes tienen menos probabilidades de morir a causa del virus, pero no eliminó el riesgo de que una de esas personas pueda infectar a un vecino o a un familiar más vulnerable.
El estado comenzó a relajar un poco las restricciones en septiembre, pero el virus aún circulaba. Desde entonces no ha habido un solo día en California desde marzo, en que no se haya informado de una muerte por COVID-19.
Como era de esperar, en las últimas semanas, la propagación del virus se ha intensificado de nuevo. Actualmente hay 3.300 californianos hospitalizados con el virus, un aumento del 50% en el último mes, según datos del estado. Esto se produce cuando la nación en su conjunto alcanzó un máximo histórico de hospitalizaciones esta semana.
En California, los funcionarios están rogando a los residentes que limiten los viajes de vacaciones. El aumento actual en el estado se debe en gran parte a las reuniones sociales, incluso las pequeñas, ya que la gente se cansa del aislamiento o incluso desarrolla “una sensación de incredulidad hacia el COVID”, dijo el secretario de Salud y Servicios Humanos de California, el Dr. Mark Ghaly.
Agregó que la gente tiende a ser menos cuidadosa con su familia y amigos porque se sienten cercanos a ellos. Pero mantenerse seguro requiere conservar la distancia de los seres queridos.
“Hemos bajado nuestra guardia, pero tenemos que volver a subirla”, indicó Ghaly esta semana.
El martes, los funcionarios estatales obligaron a 11 condados a endurecer las restricciones a los negocios y a cambiar la mayoría de las operaciones totalmente al aire libre. Pero después de tantos meses, no está claro si modificar las regulaciones de los negocios cambiará el comportamiento de la gente.
La dirección en la que se dirigen las cosas a medida que el estado alcanza el millón de casos de COVID “no es buena, es muy preocupante”, dijo Bradley Pollock, presidente del Departamento de Ciencias de la Salud Pública de UC Davis.
Añadió que estaba particularmente preocupado por la llegada de un clima más frío. Los californianos han podido reunirse cómodamente al aire libre durante un otoño inusualmente cálido, mientras que la gente en otras partes del país puede haberse visto obligada a permanecer en el interior, pero eso pronto puede resultar insostenible.
“El Día de Acción de Gracias va a ser un momento muy difícil, porque la gente siente que simplemente tiene que reunirse”, subrayó. “Me preocupa lo que va a pasar después”.
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