Mujer de California encarcelada y víctima de trata obtiene su libertad después de una larga lucha
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SACRAMENTO — Para Keiana Aldrich, la libertad se sentía como arena entre los dedos de los pies. A altas horas de la noche del jueves, cuando salió de la Institución de Mujeres de California después de casi una década tras las rejas, la víctima de tráfico sexual clavó los pies en la costa de Huntington Beach, y la felicidad la golpeó como las olas que llegan a la orilla.
“Todavía no lo puedo creer”, dijo Aldrich, de 25 años, el viernes por la mañana, con un burrito de desayuno en el estómago. “Es increíble”.
Fue liberada de la prisión debido al trabajo realizado por defensores legales, familiares, y un fiscal del distrito de Sacramento que decidió no interponerse en el camino de su nueva sentencia. Pero el viaje de Aldrich de ser una niña explotada sexualmente a una mujer anteriormente encarcelada, ha sido convulso e incierto, destacando cómo las víctimas de abuso terminan en las cárceles de California, a pesar de las reformas.
Ahora que Aldrich comienza un nuevo capítulo en su vida, uno que le permite “convertirse en alguien fuerte e inteligente”, tiene la intención de compartir su historia con la esperanza de generar una conversación sobre cómo los tribunales penales tratan a las mujeres explotadas y niños. Es un camino conocido desde hace mucho tiempo por los defensores en el sistema de justicia penal, uno que está ganando un mayor conocimiento en medio del impulso para la reforma de la justicia penal en California.
“Necesitamos defender y luchar por las otras Keianas que ingresaron al sistema carcelario traumatizadas y que probablemente enfrentan más complicaciones tras las rejas y se preguntan por qué fueron castigadas por defender sus vidas”, dijo la asambleísta estatal Sydney Kamlager (demócrata-Los Ángeles), jefa de un comité selecto sobre mujeres encarceladas. “Su historia es una que enfrentan muchas otras mujeres”.
Aldrich tenía 5 años y vivía con su madre adolescente en el norte de California cuando fue abusada sexualmente por primera vez por su padre, un ministro religioso que casi duplicaba la edad de su madre. Ella testificó contra él y fue sentenciado a ocho años de prisión.
Pero, enfrentada a la pobreza y una relación difícil con su madre, para cuando Aldrich cumplió 14 años, ella vivía regularmente en las calles de Sacramento, siendo explotada sexualmente. A los 16 años, fue arrestada por cargos de prostitución y accedió a testificar contra su proxeneta, con la esperanza de que las autoridades le brindaran asesoramiento y una vivienda segura.
A pesar de la condena del proxeneta, no recibió ninguna ayuda, explicó. En cambio, se encontró una vez más en las calles y sola.
Aldrich fue acogida por una familia afiliada a una pandilla que también la vendió por sexo. Cuando Aldrich tenía 17 años, una persona de esa familia respondió a un anuncio en línea de dos hombres que buscaban comprar a Aldrich para tener sexo y hacer pornografía. Pero cuando la proxeneta, también menor de edad, y Aldrich llegaron al hotel, la primera sacó una pistola y metió a uno de los hombres en el maletero de un auto con la ayuda de Keiana. Los documentos judiciales alegan que las adolescentes obligaron al hombre a comprar artículos y darles dinero, acciones captadas en un video de vigilancia de una tienda.
Aunque ninguno de los hombres fue señalado por solicitar sexo a una menor, Aldrich fue acusada como culpable de secuestro y robo, y se enfrentó a décadas de cárcel. Aceptó un acuerdo legal con la fiscalía por 10 años de cárcel.
Pero la vida tras las rejas ofrecía poco alivio de la explotación, señaló.
Aldrich dijo que fue forzada y abusada sexualmente por tres miembros del personal correccional y un guardia. Presentó quejas contra todos los involucrados, a pesar de lo que describe como represalias por hablar.
El guardia fue despedido posteriormente del Departamento de Correcciones y Rehabilitación de California (DCRC) después de una investigación, y el caso fue remitido al fiscal de distrito del condado de San Bernardino, dijo el DCRC en un comunicado en septiembre. Los funcionarios del DCRC también dijeron que los tres trabajadores civiles a quienes Aldrich denunció por presuntos abusos han dejado sus empleos estatales.
El departamento señaló en ese momento que tiene una política de “cero tolerancia” sobre la conducta sexual inapropiada e “investiga cada acusación a fondo”.
El presunto abuso la dejó sintiéndose “repugnante”, reveló a principios de este año. Mientras estaba en prisión, intentó suicidarse varias veces, una vez ingiriendo lápices. En otra ocasión, intentó ahorcarse. Cuando el coronavirus entró este verano, dejándola atrapada en su celda con poco tratamiento de salud mental, se cortó las muñecas con hojas de afeitar antes de tragarlas.
Por varios días después de ese intento de suicidio, su familia y defensores legales no sabían qué había sucedido ni qué tan grave era su condición. Maggy Krell, una abogada de Sacramento que ha estado trabajando para liberar a Aldrich, presionó fuertemente para que se tomara acción en una solicitud al gobernador Gavin Newsom, en donde solicitaba que le concediera el indulto a Aldrich, pero no obtuvo éxito.
Cada vez más preocupada de que Aldrich no sobreviviera a la pandemia en una prisión donde los servicios habían sido reducidos para prevenir la transmisión del virus, y con menos de un año para la sentencia de Aldrich, Krell llevó su declaración a la oficina de la fiscal de distrito del condado de Sacramento, pidiéndole que reconsiderara la sentencia de Aldrich.
La fiscal de distrito, Anne Marie Schubert, acordó no oponerse a tal solicitud si Krell la llevaba ante un juez, según Krell, a pesar de que la víctima masculina en el caso se opuso a su liberación.
“En el asunto de la Sra. Aldrich, se solicitó a nuestra oficina una nueva sentencia dada su educación, las circunstancias del crimen y sus esfuerzos de rehabilitación mientras estuvo encarcelada”, dijo Schubert en un comunicado. “Después de revisar todos esos hechos, sentimos que era apropiado acordar una nueva sentencia”.
El jueves por la mañana, a Krell y Aldrich se les concedió una audiencia judicial por Zoom, pero no estaban seguros de lo que diría un juez. Krell argumentó que las leyes de tráfico sexual en California han evolucionado desde que Aldrich fue condenada, y es posible que ella no hubiese recibido una sentencia tan dura según los estándares actuales.
También señaló que “su salud mental estaba sufriendo” porque “se supone que la prisión es una mezcla de castigo y rehabilitación, sin embargo, más tiempo no la ayudaría en el segundo punto dadas las circunstancias de la pandemia”.
El juez Michael Bowman estuvo de acuerdo con estas observaciones, y para las 9:30, Krell recibió una orden de liberación que redujo la sentencia de Aldrich al tiempo cumplido.
Krell manejó de Sacramento a Riverside el jueves para recoger a Aldrich. El viernes, regresaron al norte de California, donde Aldrich comenzará un programa de transición para ayudarla a adaptarse a la vida en el exterior.
Ella dice que no quiere olvidar su pasado. En cambio, espera convertirse en defensora de otras mujeres jóvenes en circunstancias similares.
“Es tan abrumador cuando llegas a la cárcel por primera vez y comienzas a pasar tu tiempo allí, suceden muchas cosas malas”, explicó. “No me gustaría que nadie experimentara lo mismo”.
Es un sentimiento compartido por Krell, quien ha tenido conversaciones con legisladores sobre cómo arreglar un sistema que a veces castiga a las mujeres que han sido victimizadas.
“Esto va más allá que un caso”, dijo Krell. “Keiana ya me ha hablado de algunas de las personas que dejó atrás. Necesitamos seguir trabajando atentamente para prevenir el tráfico sexual, pero también crear una mejor rampa para las personas como Keiana, que se deslizan por este conducto insidioso del abuso sexual a la prisión”.
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