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Cerradas por el coronavirus, algunas iglesias ofrecen refugio a los inmigrantes liberados de detención

Tsegai, 30, who fled persecution in Eritrea, holds a rosary given to him by family members.
Tsegai, de 30 años, quien huyó de la persecución en Eritrea, sostiene un rosario que le regalaron sus familiares. Después de ser liberado de las instalaciones de procesamiento del ICE de Adelanto, el 8 de septiembre pasado, una iglesia episcopal ubicada dos horas al este de Los Ángeles lo acogió. Cerrados por la pandemia de COVID-19, algunos templos albergan a inmigrantes que son puestos en libertad.
(Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

Un creciente número de inmigrantes están encontrando refugio en iglesias que quedaron vacías por la pandemia

Antes de que Tsegai huyera de Eritrea y realizara un viaje de meses hacia Estados Unidos en busca de asilo, su imagen de este país estaba teñida por lo que había visto en la televisión.

Estados Unidos, pensaba, era el tipo de lugar donde la gente era bienvenida sin nada y lograba cambiar sus vidas.

Pero cuando el hombre de 30 años llegó aquí, en la Navidad del año pasado, los funcionarios le esposaron las muñecas y los tobillos y lo llevaron a una instalación del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, donde pasó ocho meses detenido. Tsegai le pidió a The Times que lo identificara solo por su primer nombre por temor a persecuciones. “No me lo esperaba; fue una experiencia muy aterradora”, destacó, a través de un intérprete.

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SAN BERNARDINO, CA
Tsegai, de 30 años, quien huyó de la persecución en Eritrea por ser miembro de una minoría étnica, en la puerta de su habitación, el 22 de septiembre de 2020. El hombre se hospeda temporalmente en una iglesia del condado de San Bernardino, California.
(Gina Ferazzi/Los Angeles Times)

Una organización sin fines de lucro pagó la fianza de $25.000 de Tsegai, y el 8 de septiembre pasado fue liberado del centro de procesamiento de ICE en Adelanto, para mudarse a una iglesia episcopal ubicada dos horas al este de Los Ángeles. “Ahora que estoy fuera de las instalaciones de ICE, puedo ver al verdadero EE.UU que había imaginado”, remarcó. “Hay tanta amabilidad, hay tanto bien fuera de las instalaciones de ICE”.

Tsegai forma parte de un número creciente de inmigrantes en todo el país que encuentran refugio temporal en lugares de culto -actualmente vacíos debido a la pandemia del coronavirus-, luego de ser liberados de los centros de detención.

Es la última iteración del movimiento santuario, que comenzó en la década de 1980 cuando los líderes de la iglesia estadounidense respondieron a la difícil situación de los centroamericanos que buscaban asilo político durante las guerras civiles que azotaban esa región.

Con la elección del presidente Trump y el subsecuente endurecimiento de las políticas contra la inmigración ilegal, las congregaciones se movilizaron nuevamente para proteger a aquellos que sienten que merecían quedarse. ICE tiene una política de larga data de evitar en general las actividades de control en “sitios sensibles”, por ejemplo los templos.

Trump había señalado que, si era reelegido, redoblaría las restricciones de inmigración, limitaría las concesiones de asilo, castigaría a las ciudades santuario y ampliaría la prohibición de viajes desde ciertas zonas. En cambio, el presidente electo Joe Biden prometió desmantelar los cambios radicales impuestos por Trump.

El giro más reciente cambia las medidas de santuario político tradicionales, por las cuales algunas personas permanecen en propiedades de la iglesia durante meses o años para evitar ser arrestadas por ICE. La pandemia de COVID-19 agregó la urgencia de ofrecer refugio a los inmigrantes.

Más de 7.000 detenidos dieron positivo por coronavirus en todo el país, según ICE, y ocho fallecieron por COVID-19. Con brotes que infectaron a cientos en algunas instalaciones, incluidas 242 en Adelanto, los defensores de los inmigrantes se han movilizado para buscar la liberación de la mayor cantidad posible.

En respuesta a las demandas federales en California, los jueces han obligado a la liberación de cientos de inmigrantes en las cinco instalaciones de ICE del estado para permitir espacio para el distanciamiento social, la cuarentena y el aislamiento. En una orden mordaz del mes pasado, un juez de distrito de Estados Unidos, Terry Hatter, acusó a los funcionarios federales de “deshonestidad directa” mientras ordenaba a ICE que redujera la población de Adelanto en más de un tercio.

Otros detenidos fueron puestos en libertad bajo fianza en espera del resultado de sus casos en un tribunal de inmigración.

California no es el único lugar donde las iglesias se sumaron a la cuestión. Las congregaciones en estados como Texas y la región que incluye Maryland, Virginia y Washington, D.C., albergan a inmigrantes liberados de la detención, comentó Myrna Orozco, de Church World Service, que trabaja con el movimiento santuario y lo rastrea. “El movimiento santuario definitivamente allanó el camino para que las congregaciones fueran creativas en la forma en que reciben a la gente”, afirmó. Mientras los centros de detención siguen siendo potenciales focos de contagio de COVID-19, comentó, “ojalá esto siga aumentando a medida que las personas sean liberadas”.

Antes de que puedan ser liberados de la detención, los inmigrantes deben proporcionar la dirección de un patrocinador legal a los funcionarios federales. Para muchos, se trata del domicilio de un familiar o amigo. Pero otros, como Tsegai, llegan sin conocer a nadie.

En una resistencia organizada a las políticas de Trump, cientos de personas se habían comprometido a abrir sus hogares a los inmigrantes que fueran liberados de los centros de detención. Pero la pandemia obligó a muchas familias a estrechar sus círculos sociales, cortando así una fuente clave de viviendas de transición.

Eso hizo que congregaciones como Heritage United Methodist Church, en el sur de Los Ángeles, tuvieran que llenar el vacío. Su pastor principal, el reverendo Iván Sevillano, entiende íntimamente la difícil situación de los inmigrantes: vivió durante 10 años sin estatus legal después de que se acabara su visa de Perú.

Heritage, una iglesia históricamente negra que data de la década de 1880, sirvió durante mucho tiempo a la comunidad de personas sin hogar circundante, ofreciendo un desayuno los domingos, duchas y la posibilidad de aparcar en el estacionamiento de la iglesia. Su junta directiva de 15 miembros votó el verano pasado para comenzar a recibir inmigrantes liberados de los centros de detención. “Aunque no abrimos para servicios religiosos, siempre durante la semana hacemos algo por alguien”, remarcó Sevillano. “Muchos de nosotros, los cristianos, predicamos pero no actuamos. Lo importante también es actuar, porque hay gente que realmente necesita ayuda”.

En una soleada tarde de jueves en el estacionamiento de Heritage, Guillermo Torres, director del programa de inmigración de la organización sin fines de lucro Clergy and Laity United for Economic Justice (CLUE), llevó a tres mujeres hacia su Subaru Outback. Del maletero sacaron escobas, un trapeador y baldes con limpiador de pisos, lejía y limpiavidrios.

Todos se pusieron a trabajar para convertir el polvoriento sótano de la iglesia en un hogar para los detenidos liberados. El espacio, que incluye una gran sala comunitaria con un piano y una mesa de futbolito, una cocina industrial y un aula, no se había utilizado en años.

Una fuga en el fregadero de la cocina debía ser reparada y algunas de las cerámicas de la encimera estaban agrietadas y sueltas, pero el microondas y la licuadora funcionaban bien y las alacenas estaban llenas de cacerolas, platos y utensilios. El aula, repleta de viejos pupitres, sofás y partituras, pronto se transformaría en un dormitorio con cinco camas y paredes de color amarillo suave.

Los miembros de Nikkei Progressives, una organización comunitaria japonesa estadounidense, dejaron cajas de camisas, zapatos y mochilas llenas de artículos de tocador.

Celia Ortiz, left, and her granddaughter Jael Serrano-Altamirano help clean a kitchen at Heritage United Methodist Church.
Las voluntarias Celia Ortiz, a la izquierda, y su nieta Jael Serrano-Altamirano ayudan a limpiar una cocina en la Iglesia Metodista Unida Heritage, en el sur de Los Ángeles, en preparación para los migrantes que llegan.
(Mel Melcon/Los Angeles Times)

Torres los guió en un recorrido por la iglesia y el espacio habitable sin terminar. CLUE se coordinó con seis iglesias en el área metropolitana de Los Ángeles que están dispuestas a recibir inmigrantes, indicaron. Otros también han ofrecido ayuda con donaciones, comida y logística.

Para Torres, el esfuerzo muestra que hay alternativas más humanas a la detención. También pinta a las comunidades de fe con una luz positiva, enfatizó, particularmente durante una época en la cual algunos han deshumanizado a los inmigrantes y otras poblaciones vulnerables. “Esto muestra el verdadero significado de la religión”, comentó. “Esto le da un salvavidas a las personas que de otra manera no lo tendrían”. Sin un final previsible para el COVID-19, Torres prevé que habrá más detenidos que necesiten vivienda al ser liberados de la detención.

De vuelta en la iglesia episcopal en el condado de San Bernardino, Tsegai comienza sus mañanas con una oración. Cristiano y perteneciente a una minoría étnica en Eritrea, el hombre fue acusado falsamente de criticar al gobierno. Después de sobrevivir cuatro años en un campo de trabajos forzados, escapó, dejando atrás a su madre y a seis hijos.

Mientras estaba bajo custodia del ICE, sufrió un tipo diferente de peligro. En las instalaciones de Adelanto, Tsegai y los otros detenidos permanecían pegados al televisor, viendo las noticias sobre la propagación del COVID-19. “Pensé que no saldría vivo de allí”, reconoció.

Los días de Tsegai son significativamente más tranquilos que antes: da largos paseos por el barrio, prepara sus propias comidas -carne en cubos con condimento o salsa de tomate picante-. Pasa tiempo hablando con sus hijos, quienes llaman con frecuencia para preguntar cuándo regresará. Él no puede darles una respuesta. Pero por ahora, al menos, saborea la nueva sensación de libertad y seguridad; los placeres más simples. “Tengo una habitación propia, mucha comida y puedo moverme”.

El intérprete Zion Yohannes contribuyó con este artículo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

George Iheanacho, an asylum seeker from Nigeria, at a Methodist church two hours east of Los Angeles.
George Iheanacho, un solicitante de asilo de Nigeria, se prepara para limpiar el suelo de la cocina de la iglesia metodista donde ha estado dos horas al este de Los Ángeles. Cerradas por la pandemia del coronavirus, algunas iglesias están recibiendo inmigrantes liberados de la detención. Iheanacho fue arrestado por ICE en 2019 después de exceder su visa de turista.
(Gina Ferazzi/Los Angeles Times)
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