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El nuevo coronavirus devastó a las comunidades latinas de California; muchos de los trabajadores de primera línea contraen COVID-19 y luego la transmiten a sus familiares y vecinos.
Este sombrío ciclo de enfermedad y muerte termina en lugares como Continental Funeral Home. Las morgues que sirven a las comunidades latinas están abrumadas por familias que necesitan ayuda desde marzo pasado, y los cuerpos en algunos casos se acumulan mientras los propietarios de las empresas intentan improvisar funerales que antes podrían haber reunido a decenas de parientes y dolientes de todas partes.
“Ha sido muy difícil para las familias”, reconoció Magda Maldonado, directora de Continental Funeral Home. “No han podido expresar adecuadamente sus condolencias ni participar en los servicios”.
En California, los latinos representan el 39% de la población del estado, pero el 59% de las infecciones por COVID-19 y el 47% de los decesos, según el Departamento de Salud Pública del estado. Los inmigrantes se han visto particularmente afectados a nivel económico en medio de la pandemia; muchos perdieron sus trabajos y se enfrentaron al colapso financiero.
Maldonado ve estas dificultades en su funeraria. La mayoría de sus clientes son inmigrantes oriundos de México y Centroamérica, y el 60% de su negocio se dedica a repatriar cuerpos a sus países de origen porque es menos costoso enterrar a la gente allí.
Cuando se produjo el brote de coronavirus, hubo una avalancha de cadáveres en la funeraria de Maldonado. El almacenamiento en frío solo podía contener hasta 25 a la vez. “Estuvimos lidiando con entre 35 y 40 cuerpos en un momento en marzo”, recordó.
Para manejar el exceso, rentó un pequeño contenedor de almacenamiento refrigerado por $1.900 al mes, que aumentó la capacidad de la funeraria a unos 55 cuerpos. También ayudó a separar los cadáveres de aquellos que habían muerto por complicaciones del COVID-19 de quienes habían perecido por otras causas.
Los problemas de capacidad tenían que ver con los cierres, explicó Maldonado. El papeleo requerido de las oficinas estatales y del condado, que solía tomar unos días, ahora demora semanas. El proceso para repatriar un cuerpo a México se extendió de 10 días a dos meses. Las cremaciones, que antes se gestionaban en el día, ahora deben hacerse con cita previa. “Realmente nos tomó a todos desprevenidos”, comentó Maldonado. “Los gobiernos locales no sabían cómo manejar este tipo de emergencia y no creo que nadie haya pensado en todos estos otros problemas funerarios que tendríamos”.
La pandemia aumentó los costos operativos de Maldonado, lo cual a su vez perjudica a las familias a las que intenta atender. El valor de transportar un cuerpo a Michoacán, México, por ejemplo, puede llegar a $4.200; en el pasado, podía descontar alrededor de $1.500 si la familia no podía pagar el monto total. Pero ahora reserva esos descuentos solo para los más necesitados o para los consulados que ayudan a las personas.
Sin embargo, el mayor desafío al que se enfrentan las funerarias es básico: cómo dar a las familias la oportunidad de llorar a sus seres queridos y evitar que quienes asisten a los funerales se enfermen.
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