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‘Si miran, pues que miren’: los adultos optan por las piscinas infantiles en tiempos de calor y cuarentena

Sofia Gonzalez, nine months pregnant, finds a little relief from the heat in a backyard kiddie pool.
Sofía González, embarazada de nueve meses, encuentra un poco de alivio ante el calor en una piscina para niños, en su patio trasero.
(Wally Skalij / Los Angeles Times)

Sofía González siempre fue demasiado tímida para tomar el sol en la terraza detrás de su casa en North Hollywood, un patio pequeño en un condominio rodeado de ventanas traseras y con balcones que se asoman como buganvilias escaldadas por el sol. Pero en esta primavera, su coraje floreció.

“Si miran, pues que miren”, afirmó la actriz en un reciente día abrasador. González, embarazada de nueve meses, saludó a un vecino de arriba desde su nueva y brillante piscina inflable. “Estoy tan incómoda, que sólo intento hacer lo que se siente bien en este momento”.

No está sola: con temperaturas en los 90º F esta semana y gran parte de la costa cerrada, muchos angelinos buscan porciones del paraíso en el pavimento que rodea sus hogares.

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Child plays in a kiddie pool in front of her Whittier apartment
Victoria Pérez, de cuatro años de edad, normalmente tiene muchas actividades sociales, con prácticas de baile, clases de natación y visitas frecuentes a Disneylandia. Ahora aprovecha al máximo el calor desde su nueva piscina para niños, que su madre, Rosario, instaló frente a su apartamento en Whittier.

(Allen J. Schaben / Los Angeles Times)
(Allen J. Schaben / Los Angeles Times)

“Vemos muchas piscinas en los estacionamientos”, afirmó Emily Vaca, fundadora de Minnidip, cuyas albercas inflables “para chicos grandes” tuvieron ventas récord a fines de abril, la gran mayoría de ellas enviadas al sur de California. “La gente las usa en todas partes”.

González se encuentra entre los muchos compradores locales que impulsaron las operaciones de Funboy, un fabricante de piscinas de Los Ángeles, después de que los principales minoristas cancelaran sus pedidos de primavera en marzo. Una competidora con sede en Seattle, Mylle, vio un “pico geográficamente notable en las compras” el último fin de semana de abril. “Acabamos de tener un aumento sustancial en los pedidos desde L.A.”, escribió el fundador de Mylle, Kriss Myllenbeck, en un correo electrónico. “Hemos sido una marca de nicho para una actividad que la mayoría de la gente sólo hacía el fin de semana. Ahora, de repente, todos están en casa un martes, tratando de lidiar con el clima de 90 grados”.

Las piscinas se habían vuelto tan populares que, cuando Vanessa García, de 22 años, y su compañera de casa se dispusieron a comprar una para su complejo de apartamentos de Long Beach, esta semana, las de gran tamaño en las tiendas locales se habían agotado. “Fuimos a tres tiendas Target y Big Lots diferentes”, comentó la joven, quien acaba de graduarse de Cal State Long Beach. “Recorrimos todo; no quedaba absolutamente ninguna piscina para niños”.

Las albercas para chapotear en el patio ya eran un elemento básico del verano en muchos vecindarios de Los Ángeles, particularmente entre familias con niños pequeños. Pero la pandemia elevó rápidamente su atractivo, aseguraron los expertos. “Todo lo que es temporal, fácil y rápido está en auge ahora, porque la gente puede ponerlo en el frente de sus casas o en la entrada de los vehículos”, afirmó James Rojas, un planificador urbano y activista comunitario en Los Ángeles. “Podría ser hasta en el hueco de una escalera; cualquier sitio que tenga la gente, lo usará ahora”.

La creciente densidad de Los Ángeles también hizo que el fenómeno fuera mayormente visible: más de la mitad de los residentes de la ciudad viven en edificios multifamiliares, según los datos del censo, y la mayoría son inquilinos, lo cual significa que pocos tienen espacio propio al aire libre.

“La maravilla del espacio urbano ya no existe”, reflexionó Tridib Banerjee, profesor de planificación urbana y regional en USC. “L.A. ahora es una de las ciudades más densamente pobladas [de Estados Unidos]”.

Los estudios muestran que quienes tienen más probabilidades de rentar aquí también es posible que tengan hijos pequeños. Los milenios representan aproximadamente una cuarta parte de la población del área metropolitana de Los Ángeles y la abrumadora mayoría como nuevos padres, aunque los datos sugieren que menos del 20% de ellos son propietarios de sus hogares. Sin clases previstas durante el año y sin esperanzas de que haya campamentos este verano, muchos están desesperados por hallar algo que haga más placenteras las largas y calurosas tardes.

“Es difícil tratar de mantenerla ocupada porque es hija única y no tiene con quién jugar”, comentó Rosario Pérez, de 31 años, una habitante de apartamentos de Whittier que recientemente puso una piscina en el frente para Victoria, su hija de cuatro años. “Hoy pasó casi dos horas jugando allí”.

A medida que las temperaturas aumentan y las órdenes prolongadas de quedarse en casa continúan, los adultos también se están animando. “Por lo general, me sentiría rara acostada, en bikini, frente a mi edificio, pero ahora todos saben que estamos en cuarentena; realmente no puedes ir a ningún otro lado”, comentó la fotógrafa Kiyana Tehrani, que vive en Westchester. “Veo a muchas personas afuera en sus jardines, dentro de piscinas infantiles”.

Como muchas de estas albercas se colocan a la vista, algunos compradores invirtieron en artículos inflables más caros. Las piscinas para adultos de Minnidip, Funboy y Mylle se consiguen desde $50, más del doble del precio de los productos pequeños de sus competidores. Pero es difícil no envidiarlas en las redes sociales. “El diseño es algo que presume: es más una declaración, o un tema de conversación”, comentó Vaca, la fundadora de Minnidip. “Las personas están muy orgullosas de tener una alberca imponente”.

González dijo que varios amigos le confesaron que se habían comprado piscinas infantiles después de ver una foto suya. “Tienen estilos muy lindos; son muy amigables en Instagram”, comentó.

Pero para otros, la piscina inflable es menos una declaración estética o una forma de refrescarse, y más un salvavidas emocional; una isla de 66 pulgadas de alegría infantil en un océano de agitación pandémica.

“Todos los días nos levantamos y tenemos una misión: ¿Qué vamos a hacer hoy para no volvernos locos?”, reflexionó García, la flamante graduada, que todavía está en busca de una piscina. “Nuestra alberca inflable era como un pequeño atisbo de normalidad”.

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