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La música oaxaqueña cruza fronteras

La tuba, clarinete, trompeta y saxofón suenan al ritmo de célebres canciones, como “Feliz Navidad” y “El Año Viejo”, las que no faltan para las fiestas de diciembre, instrumentos que son ejecutados por jóvenes hijos de migrantes latinos.

“Me gusta porque podemos tocar juntos con mis amigos, la música me da felicidad”, manifestó Anahí Cruz, de 14 años de edad, quien toca el clarinete desde el 2012 por influencia de su abuelo.

Cruz es una de las 50 niñas y niños de la banda filarmónica que dirige el maestro Estanislao Maqueos, músico que desde el 2000, cuando comenzó a dar clases en su academia, ubicada en Los Ángeles, tuvo mucha aceptación en la comunidad oaxaqueña.

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Al principio, en las presentaciones musicales, se enfocaban en tocar sones, jarabes, chilenas, vals, zapateados y boleros; en la actualidad, incluyen danzones, oberturas y fantasías, lo que les permite llegar a otras comunidades.

“En época de fin de año preparamos villancicos, tenemos un repertorio amplio no sólo para la gente de Oaxaca y otros estados mexicanos, sino también para los americanos”, detalló Maqueos.

Esta escuela es un proyecto cultural, en donde se les enseña el arte de Oaxaca a jóvenes hijos de migrantes de ese estado; asimismo, con el paso del tiempo se han sumado alumnos de ascendencia guatemalteca y salvadoreña.

Joseph Amaya, cuyos padres emigraron de México, cuenta que cuando tenía 7 años comenzó a tomar clases de saxofón alto; ahora es un experto en ese instrumento, además de tocar la tuba, cuyo peso es de aproximadamente 35 libras.

“Para mi la música es una manera de expresarme, si tengo un problema cuando toco es una manera de sacar lo que siento”, manifestó el joven de 17 años, asegurando que todas las tardes ensaya para preparar el repertorio de la banda.

Alberto García, por su parte, con cámara de video y fotografía en mano, se encarga de registrar las presentaciones. En los últimos tres años, asegura que ha acompañado al grupo a varios eventos, entre los que se encuentra su hijo.

“Lo que veo es que este es un proyecto sirve para rescatar la cultura y las raíces, porque la música es parte de esa herencia; al estar aquí, los alumnos sienten que es algo que les pertenece”, valoró el orgulloso padre.

Compartir la cultura, afirma el maestro Maqueos, es sólo uno de los beneficios. Al final, asegura que hay un legado de valores, en el que se fortalece el idioma, la historia y el trabajo en grupo, garantizando un mejor desenvolvimiento en la vida.

Según el músico, con 32 años de experiencia, esta expresión artística desarrolla a los alumnos en la parte emocional y sicológica, detallando que además los miembros de una banda tienen que aprender a trabajar en coordinación.

“Hay que seguir al director y hacer las cosas al mismo tiempo, a veces hay que respirar y soplar todos a la vez. Así que se les enseña disciplina y aprenden a trabajar en equipo, lo que les ayuda a socializarse”, concluyó Maqueos.

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