La violencia y discriminación lo empujaron a luchar por los indígenas
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LOS ÁNGELES — “¿Si Dios existe porqué permitió que naciera en una clase tan despreciada y odiada?”, se preguntaba Juanatano Cano, entonces era un joven de 13 años. Su natal Guatemala era gobernada por un régimen militar. El evocar esa parte de la historia le conmueve.
Las palabras se hacen un nudo en la garganta, pareciera que al intentar explicar el dolor que acumuló reviviera los hechos nuevamente. Las lágrimas ruedan sobre su mejía, respira hondo. Hace una pausa, piensa. Como puede se recompone.
“Ver a un gobierno”, dice con la voz entrecortada, “juntar gente en una aldea, tirar gasolina como si fueran objeto, eliminar personas durante la guerra; todo eso me generaba odio hacia la sociedad”.
Entre 1981 y 1983, ocurrió el genocidio contra la comunidad maya ixil. Según la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, creada por la Organización de las Naciones Unidas, se registraron cerca de 200 mil asesinados y desaparecidos.
Este hecho, al que hace referencia Cano, lo marcó de forma profunda. Después de la masacre continuó la discriminación, la que se vive hasta hoy. En el territorio chapín habitan 15 millones de personas, de ellos el 39% son indígenas.
“Nos trababan como ‘pashtudos’ [corrientes], la gente decía: ‘estos indios no cambian, atrasan la cultura del país’”, agrega el oriundo de Huehuetenango, graduado de profesor de educación primaria, antes de emigrar a Estados Unidos.
A pesar de tratarse de una etapa oscura, ocupa esta experiencia para acercarse a jóvenes migrantes y a los hijos de mayas nacidos en la Unión Americana, para retarlos a no quedarse en el pasado. Y que así como él, avancen en esta sociedad.
Al establecerse en Los Ángeles, en 1988, Cano trabajó en la costura. En donde pasaba hasta 10 horas. En las noches, sin importar el agotamiento, se iba a clases de inglés como tercer idioma. Su lengua materna es el Q’anjobal, luego aprendió español.
“Sabía que la única arma para hacer la diferencia iba a ser el conocimiento”, aseguró el profesor de matemáticas, graduado en el 2001 de la Universidad Estatal de California en Northridge (CSUN), donde en la actualidad cursa una maestría.
En su tiempo libre, se dedica a trabajar con jóvenes en la Pastoral Maya. A través de esta labor comunitaria visita escuelas en diferentes estados del país. Como herramienta utiliza su testimonio y su principal énfasis es fortalecer la autoestima de su comunidad.
Cuando ingresó como asesor, en 1999, él era el único profesional en la organización. Ahora hay un enorme semillero, una generación de mayas-americanos, que está dejando atrás los estereotipos y echan raíces profundas en California.
“El pasado es como una gasolina que la vas a necesitar en todo el camino. No para odiar, ni para hacer daño. Sino para rectificar y que otros no tengan que pasar por esa ruta”, reconoció el líder indígena de 47 años.
Ahora, celebra que alumnos a quienes les imparte clases en la Escuela Miguel Contreras luzcan sus trajes regionales. Además, observa mayor interés y orgullo por la cultura indígena, algo que no era común por venir arrastrando los estigmas.
“Cuando una persona se atreve a escarbar detrás de ese dolor, entonces puede encontrar la orientación hacia el triunfo”, indicó.
No obstante, Cano se preocupó por estudiar la historia, arte y tradiciones de su cultura cuando vio que en la universidad, sus compañeros y profesores, respetaban su origen, contrario a lo que vivió en Guatemala.
“Estudiar mi propia cultura me vino a liberar”, indicó sobre lo que vivió en 1999. “El que ahora pueda llegar a la mente y corazones de los jóvenes es un privilegio; si eso sirve para romper un ciclo de pobreza, discriminación y falta de conocimiento, me daré por satisfecho”.
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