Anuncio

Donald Trump no es bienvenido en California

Donald Trump levantó su mano derecha y saludó a la gente, quienes lo identificaron reaccionaron con abucheos. El magnate llevaba el vidrio de su vehículo abajo, mientras los manifestantes le repetían: “¡Que vergüenza!”, a su paso para ingresar al recinto.

“Shame on you, shame on you” (¡Que vergüenza!), fue el grito de la muchedumbre, apostada en el acceso a la biblioteca presidencial Ronald Reagan, en la ciudad de Simi Valley, cuando el candidato republicano más cuestionado apareció.

El silencio se rompió en las colinas de esta ciudad, ubicada a 40 millas al noroeste de Los Ángeles. Antes de la llegada del candidato, un coro de voces se apoderó de la intersección de las calles Presidential y Madera, la que conecta con la biblioteca.

Anuncio

“No al odio, si a la paz”, se escuchaba una y otra vez. Este escenario, organizado por activistas pro-inmigrantes y miembros de la comunidad, servía para recibir a los 15 candidatos que buscan la nominación presidencial por el partido republicano.

Los manifestantes comenzaron a llegar a las 11:30 a.m., en ese primer grupo iba Mario Romero, con un tambor y silbato en las manos. “Sólo venimos a buscar un sueño”, manifestó el salvadoreño, empleado de limpieza en la Union Station.

El debate entre los candidatos conservadores, por el que se reunieron en el Sur de California, fue utilizado por la comunidad para expresar el descontento con Trump, quien al lanzar su candidatura en junio pasado comenzó una serie de ataques contra los migrantes.

“Tenemos que bajar a este hombre del pedestal en donde está”, indicó Rosalba Mata, mexicana de 57 años, quien acudió a la protesta con el sindicato Unite Here. “Vine a este país a trabajar, pago mis impuestos y nunca le he pedido nada al gobierno”.

El pum pum sonó con más intensidad. Otros integrantes se fueron agregando, tanto con instrumentos musicales como con pancartas y carteles. “No hay esperanza sin el voto latino” y “no al odio en el debate”, se leía en algunos de ellos.

Cuando comenzó la contienda, a Trump se le restó valor. En la medida que su figura fue tomando fuerza, apareciendo como uno de los favoritos entre los republicanos, ahora los líderes latinos consideran que representa un peligro.

“Es peligroso que un racista se postule, tenemos que asegurarnos que el odio cese”, manifestó la activista Angélica Salas, al justificar la protesta realizada en ocasión del debate, realizado en el recinto que lleva el nombre del expresidente Ronald Reagan.

En ese sentido, la líder sindical María Elena Durazo, destacó: “Es una vergüenza que el debate se haya ido tan bajo, donde prevalece el racismo. Reagan, por ejemplo, no hablaba de odio; pero ellos lo hacen únicamente para atraer votos”.

Los contendientes, poco a poco, se han ido contagiando del mensaje anti-inmigrante del magnate inmobiliario.

A unos 10 metros de distancia, sobre la calle Madera, se encontraba un puñado de simpatizantes del candidato. “Antejuicio a Obama”, se leía en una de las pancartas que portaban 20 personas, en su mayoría anglosajones, ninguno latino.

“Apoyo a Trump desde que, por primera vez, lo escuché decir que iba a convertir a Estados Unidos en una excelente [nación] otra vez, asegurar las fronteras y tener una fuerte defensa nacional”, argumentó Julianne, quien omitió su apellido.

Mientras los manifestantes se iban agrupando, uno tras otro ingresaban a la biblioteca los invitados al debate. Algunos sacaban sus teléfonos para fotografiar la protesta. Candidatos como Ted Cruz y Jeb Bush, también dieron la cara al pasar.

“Él va a hacer a Estados Unidos grande”, decía un joven estadounidense, de unos 30 años, quien por un momento alteró el orden de la movilización, al introducirse entre la comunidad latina con un rótulo a favor de Trump.

Alrededor de las 2 de la tarde, la marea pro-inmigrante contabilizaba cerca de 300 personas. Los que llegaron temprano, buscaban donde descansar un poco. Socorro Crespín, junto a sus hijas Gabriela (8 años) y Victoria (5), se sentó bajo un árbol.

“Me preocupa que se diga que le quieren quitar la ciudadanía estadounidense a mis hijas”, dijo la voluntaria de la organización Chirla, quien había vestido a sus pequeñas con camisas blancas, en las que se leía: ‘Yo soy esperanza’.

Los tambores seguían repicando, las voces no paraban.

Cuando el reloj marcó las 3:10 p.m., los manifestantes estaban comenzando a retirarse, algunos doblaban sus pancartas. En una camioneta negra, en el asiento de pasajero delantero, apareció Trump y algunos ni cuenta se dieron.

El abucheo de quienes lo vieron, hizo que le gritaran en la cara una de las consignas que repitieron durante tres horas antes de que el candidato llegara. “¡Qué vergüenza!”, le dijeron al millonario, quien en cuestión de segundos desapareció de la vista.

“Donald Trump no es bienvenido en California, queremos a alguien que busque una solución”, concluyó la activista Rebeca Ronquillo, mientras el acceso a la biblioteca se despejaba y los manifestantes salían en autobuses de regreso a Los Ángeles.

Anuncio