Las huellas dactilares de la miel
Cada año se producen, exportan, importan y comercializan en el mundo cientos de miles de toneladas de miel, cuya producción está encabezada habitualmente por China, los países de la Unión Europea, Turquía, Canadá, EE.UU., Ucrania, Argentina, Brasil, México e Irán, entre otros.
Australia todavía no figura entre los principales productores de “la dulce sustancia natural producida por la abeja Apis melífera”, pero acaba de efectuar un avance científico que podría tener un impacto global en el multimillonario mercado de este popular, delicioso y pegajoso edulcorante ambarino.
Una prueba de ADN, la molécula que contiene la información genética, efectuada en la miel australiana puede revelar dónde se produjo y cuáles han sido sus principales fuentes florales, según una investigación de la agencia nacional de ciencia de Australia (CSIRO) y las universidades de Melbourne y de Curtin.
La industria de la miel en Australia, que moviliza unos 100 millones de dólares australianos (75,2 millones de dólares USA) y exporta cada año 4.500 toneladas de miel, podría ser la primera en beneficiarse de este avance, al utilizarse para un programa de certificación destinado a confirmar la composición floral y la procedencia de las mieles comerciales, según el CSIRO (www.csiro.au).
“Esta técnica de análisis funciona porque la miel contiene ADN del polen recolectado por las abejas”, señala la doctora Liz Milla, becaria postdoctoral de investigación de la Plataforma de Ciencias Ambientales del Futuro, en CSIRO.
TECNOLOGÍA CON APLICACIÓN GLOBAL
Aunque esta prueba de análisis genético ha sido ensayada mayoritariamente en mieles australianas, “la técnica se puede utilizar en cualquier miel del mundo para generar un perfil de las fuentes floral del producto”, señala a Efe, la doctora Milla (https://people.csiro.au/M/L/liz-milla).
“El principal requisito para utilizar la prueba con otras mieles es la disponibilidad de secuencias de ADN (información sobre la estructura primaria de esa molécula genética) de una serie de plantas de referencia, cuyo néctar recolectan las abejas”, apunta.
Destaca que, afortunadamente, ya hay disponibles muchas secuencias de ADN de plantas europeas y “de hecho, esta técnica ha funcionado bien cuando se probó en mieles europeas, en algunos experimentos a menor escala”.
“Para poder rastrear con esta tecnología la procedencia de una miel hasta una localidad en particular, es necesario conocer bien las plantas locales que hay en el área donde se alimentaron las abejas, y que las plantas de esa localidad sean lo suficientemente distintas de las de otras zonas”, explica Milla.
“Por ejemplo, si en una miel se encontraran rastros de ADN de unas plantas que se encuentran solo en Argentina, esa sería una buena indicación de que esa miel se originó en ese país”, apunta.
En la investigación se efectuaron pruebas sobre 15 mieles diferentes de toda Australia, descubriendo que la mayoría había sido producidas por las abejas a partir de néctar de flores de eucaliptos y de plantas relacionadas pertenecientes a la familia botánica Myrtaceae (mirtáceas), según la doctora Milla.
Los investigadores detectaron en todas las mieles producidas comercialmente la presencia de la principal fuente floral que parecía mencionada en la etiqueta del producto.
Además, en el 85% de las muestras analizadas se encontraron los cinco componentes florales más abundantes en las mieles australianas.
“Todas las mieles analizadas estaban compuestas por una mezcla de flores, lo que refleja la diversidad de la dieta natural de las abejas”, según la investigadora del CSIRO.
PONIENDO LAS FLORES Y LAS ABEJAS EN EL MAPA
Los investigadores descubrieron que las mieles del este y el oeste de Australia eran fáciles de distinguir y pudieron clasificar la mayoría de las mieles de acuerdo a su procedencia, descubriendo que provenían de 89 biorregiones geográficas diferenciadas.
Una biorregión es un área geográfica o un territorio con unas características geográficas y naturales determinadas y habitado por comunidades vegetales y animales con rasgos biológicos diferentes de los de otros territorios.
Los investigadores utilizaron una técnica de laboratorio denominada “meta-código de barras de ADN de polen” (“pollen DNA metabarcoding”, en inglés).
Este método es una forma de identificar especies de plantas a partir de su polen, realizando la secuenciación (es decir determinando la estructura interna) de un tramo corto de la molécula de ADN, y comparándolo con las secuencias incluidas en una biblioteca de referencia de ADN de plantas.
Las bibliotecas de referencia se construyen utilizando el ADN de especímenes de plantas, de colecciones botánicas gestionadas y manejadas por expertos, como la del Australian National Herbarium (Herbario Nacional Australiano).
“El método basado en ADN es un modo rápido y preciso de identificar la composición floral de la miel, a diferencia del método tradicional que usa el microscopio para identificar el polen en la miel, lo cual requiere mucho tiempo y experiencia para poder identificar una especie vegetal, dada la gran diversidad de plantas únicas que hay en Australia”, según Milla.
“La tecnología del “meta-código de barras de ADN de polen” no solo puede utilizarse para verificar la composición y la procedencia de la miel, sino que también para ayudar a las abejas mediante el control de sus dietas”, indica la científica.
Mediante esta técnica podríamos “asegurarnos de que las abejas tengan acceso a una flora nutritiva, lo cual podría ayudar a que desarrollen una resistencia al ‘trastorno del colapso de las colonias’ (Colony collapse disorder), un fenómeno ocurrido en otras partes del mundo y consistente en la desaparición de una gran cantidad de abejas obreras de una colmena”, según Milla.
“Los investigadores de CSIRO también están utilizando esta técnica para estudiar especies de plantas con flores situadas en lugares remotos o de difícil acceso, ya las abejas devuelven el polen de las plantas a la colmena y podemos identificar las plantas a partir de su miel”, concluye la doctora Milla.
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