Columna de Adictos y adicciones: Una muerte anunciada
Enero amaneció frÃo y brumoso, el primer dÃa del año siempre parece suspendido en el tiempo, las calles lucen desnudas y el mundo entero parece dormir y ser feliz. No para Fer, quien no durmió en toda la noche, esperando el alba para salir a comprar el veneno que lo mata y al mismo tiempo lo cura.
Fer salió de su cueva con los primeros rayos de sol, caminando sin prisa para no llamar la atención, aunque en su interior sentÃa que las tripas se le aflojaban y una ansiedad de muerte le recorrÃa el cuerpo. Una noche antes se inyectó su única dosis de heroÃna y tomó alcohol hasta donde pudo, pero no fue suficiente.
SentÃa las manos entumidas de frÃo al llegar a su destino, donde tuvo que esperar más de una hora, con los ojos clavados en esa puerta y esa ventana; a veces creÃa ver que se movÃa la cortina y corrÃa, solo para comprobar que su vista lo engañaba.
Si tocaba la puerta y en vez de salir el ‘Chuy’ aparecÃa su mujer, todo se echaba a perder; ella los marcaba a quien se atreviera a tocar su puerta y no dejaba que su marido les vendiera droga.
“Que se esperen afuera†decÃa indiferente a las súplicas de los adictos, que esperaban a que el ‘Chuy’ saliera y diera la señal.
Ella los detestaba a todos, odiaba sus miradas de perros hambrientos cuando la veÃan salir, aborrecÃa sus ojos suplicando por una dosis. Repudiaba esa vida, su vida, sin fuerza para salir de aquel hoyo, no terminaba de reprocharse por no tener el valor para dejar a ‘Chuy’ o hacer algo por sà misma, sin ser adicta, ella también estaba atrapada.
El ‘Chuy’ es un hombre campechano, que parece no preocuparse por nada, en el fondo, aprecia que su mujer le cuide las espaldas y no deje acercarse a nadie; su trabajo consiste en salir una o dos veces al dÃa a comprar droga, luego separa su parte y hace dosis que vende a la parvada de adictos, que lo mantienen a él y a su familia.
Finalmente apareció el ‘Chuy’, solo para decir que no habÃa mercancÃa y que volviera en dos horas; a Fer se le abrió el piso y se le vino el mundo encima, en dos horas estarÃa vomitando y con esos escalofrÃos que parecen descargas eléctricas.
Hubiera querido llorar, pero no tenÃa fuerza ni para compadecerse de sà mismo. Frustrado como un niño y con una malilla galopante, se fue a ocultar en un rincón para que la policÃa no lo viera y sin más remedio tuvo que esperar.
En esos momentos de desesperación suplicaba a Dios, pero no pedÃa ayuda para abandonar su adicción, Fer pedÃa un milagro: una dosis, “una curaâ€. No esperó mucho, pues luego de media hora llegó otro adicto que lo vio casi moribundo y frente a sus ojos sacó un envoltorio de plástico conteniendo las ansiadas dosis; a Fer le brillaron los ojos, hubiera ofrecido su alma a cambio de una de esas bolsitas, pero no fue necesario tanto, Fer habÃa robado cien dólares del bolso de su hermana y tenÃa planes de disfrutar su “cura†al máximo.
FermÃn murió el primero de enero vÃctima de una sobredosis, su madre y dos de sus hermanos fueron a reclamar el cuerpo; con la ayuda de parientes y vecinos le dieron cristiana sepultura. A nadie le sorprendió su muerte, de hecho, la suya fue una muerte anunciada desde hacÃa años, desde esos tiempos el alma se le escapó del cuerpo y vagaba por el barrio, como un fantasma.
Toda madre que pierde a un hijo sufre y la madre de FermÃn lo amaba con todo su corazón, pero en medio de su dolor le agradeció a Dios que se lo hubiera llevado. “Dios se apiado de él y de nosotrosâ€, expresó.
EscrÃbame, su testimonio puede ayudar a otros. Todos los nombres han sido cambiados.
SuscrÃbase al Kiosco Digital
Encuentre noticias sobre su comunidad, entretenimiento, eventos locales y todo lo que desea saber del mundo del deporte y de sus equipos preferidos.
Ocasionalmente, puede recibir contenido promocional del Los Angeles Times en Español.